Corazón Delirante

9 de febrero, 2018

Después de haber pasado las últimas dos noches en la playa, nos devolvimos en bus a la ciudad. Viajamos de noche para no desperdiciar el día, pero nadie pudo dormir en todo el camino por culpa de algo que rebotaba constantemente sobre el techo. No sabíamos que era, pero no fue difícil hacer que, con el pasar de las horas, todos empezáramos a enojarnos por culpa del molesto ruido.

—Juro que voy a destrozar el techo si esa cosa sigue sonando

Por culpa de la frustración, muchos comenzaron a pelear, discutir y gritar mientras que yo, como siempre, miraba por fuera de la ventana mientras escuchaba canciones de los Stones. No sabía bien si estaba dormida o despierta, pero tenía la música puesta, los ojos cerrados y sentía gritos por sobre el bello sonido que componen armónicamente la guitarra, el bajo y la batería. Ignoraba el hecho de que Daniel estaba mal de la cabeza por culpa del ruido y traté de ignorar su griterío.

Después de cuatro largas horas, estaba tumbada en mi cama viendo una película en mi ordenador con un plato de ensalada y una botella de agua sobre los muslos. La cama estaba deshecha y las sábanas estaban manchadas con pintura que había usado para pintar mis paredes. Improvisé para no pasar frío y envolví mis piernas desnudas en una toalla. 


Un par de segundos después, recibí un texto de Alex:


Alex Malcolm: Te extraño. ¿Nos vemos? No has salido casi nada.

Sonreí al leer esto. Me apresuré en responder:

Lis Fargo: Yo también te extraño, pero no me han dado ganas de salir. Un día de estos, te lo prometo.

Alex Malcolm: ... más te vale.

Leí el mensaje, apagué el celular y miré hacia el techo.

No vestía nada más que una camiseta de algodón y calcetines de lana color negro, no tenía ánimo ni para ir a buscar algo que ponerme.

No hay nada que ame más en el mundo que pasar un día entero viendo películas, comiendo y durmiendo. Es algo así como una desintoxicación social y mental, transformando los problemas de los personajes de las filmes en problemas propios por un par de horas.

De esta misma forma también se vuelven la inspiración de mis cuentos, como el amor incondicional de Romeo y Julieta o la obsesión de Cielo por alcanzar la perfección en aquella película Argentina. Todo esto forma parte de un mundo alterno al que, gracias a Dios, tengo acceso. Es un universo extraño y retorcido, pero sin duda, una de las más grandes obras de arte.

Me considero una completa fanática del teatro y el cine. Las artes dramáticas son una gran parte de mi vida, por experiencias y entretención. Desde que soy pequeña me he acostumbrado a ver películas todas las noches antes de dormir, además de elegir, en su mayoría, musicales. Adoro tener la oportunidad de conocer a gente interesante pero irreal, quienes son, que les pasa, sus sueños y perspectivas por muy ficticios que sean.

Incluso hay veces en las que me encariño tanto con los personajes, la trama y la música de una película, que puedo pasarme una tarde entera viéndola y viéndola, cantando, bailando, llorando hasta quedarme dormida por culpa del cansancio. 

Esta noche he vuelto a ver tres de mis películas favoritas para luego escribir una carta sobre cada una de ellas. Todas ellas fueron catalogadas como malas por mucha gente, a pesar del buen elenco, música y efectos que tienen. La gente no comprende la creatividad, aún todo es muy cuadrado. No saben apreciar el hecho de ser diferente, lo bueno que puede ser respirar otro tipo de aire por un rato, aunque sea a través de una canción o una pantalla.

A mi parecer, la crítica cinematográfica actual es un impulso para los estereotipos y un castigo a la originalidad. La gente es así. Suelen torturar a quienes vienen a cambiar el mundo para bien, y apoyar a los que tienen ideales anticuados y estrictos.

Quiero reunir a mi gente, quiero darles un espacio para que puedan respirar tranquilamente, que griten si quieren, que corran, que puedan librarse de las opresiones sociales por primera vez y que su libertad sea para siempre. Que canten lo que sienten, lo que quieran, lo que son y van a ser por el resto de la eternidad, están en todo su derecho. Podrán matar al miedo y trucar al diablo. Quiero darles el poder para tocar aquella puerta que nunca han querido tocar, que la atraviesen y se den cuenta de que hace tiempo deberían haberlo hecho.

Me senté en la cama y me refregué los ojos, para luego tomar mi estuche del velador y acercarme al escritorio. No necesité tiempo, pero sí música, como siempre. Mi computador, aún prendido por las películas que estaba viendo hace un rato, estaba en los pies de la cama. Me estiré para sacarlo, le subí el volumen y puse un tema de Metallica. Me senté en la silla giratoria que normalmente uso para estudiar, la ajusté y respiré hondo.

Como siempre, las palabras fluyeron naturalmente. A través de mi arte quiero liberar a los callados, hacer que todo quede boca abajo, revolucionar el mundo de la literatura y convertirlo en un portal para que aquellos que le temen al que dirán, por fin puedan hablar por si solos, extender las alas y arrebatarle el control al destino. 

De eso se trata todo; hacer sentir mejor a los que hayan sufrido alguna vez. He podido salir adelante más de una vez, sin importar que. Ese es el efecto que quiero causar en la gente. Eso es lo que quiero propagar.



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En el texto hay: mentiras, amor, amistad

Editado: 31.12.2019

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