Corazón Delirante

20 de febrero, 2018

No todos los días son felices. Hay veces en las que siento como una llama de fuego vibrante se enciende con amargura en el centro de mi pecho. Nunca he hallado una forma de hacer que se detenga, así que espero a que lo haga por si sola. Es injusto tener que sufrir por algo que tu no has iniciado y que no has querido que ocurra en primer lugar. Una vez que esto empieza, no hay más que hacer aparte de esperar a que todo pase a su tiempo.

Nuevamente me someto al exceso de agua. Sentirme llena de algo, rozando el punto de la saturación, me ayuda a aliviar el dolor, a opacar mi mente. Me tumbé de espaldas sobre la cama y pensé: ¿será todo realmente tan malo, o solo yo lo veo así? Sacudí la cabeza. A veces hasta yo misma me canso de escuchar tantas veces los mismos sermones internos. 

Tomé mi celular para ver la hora y me encontré con dos notificaciones. Era May.

May Kelly: (mensaje de voz)

May Kelly: Mis papás salieron y estoy sola en mi casa. ¿Quieres venir?

Ni siquiera me di el tiempo de escuchar su audio. Salí disparada hacia la puerta. Esto era justo lo que necesitaba. Amo como May siempre es tan oportuna. No sé cómo, ni por qué, pero siempre me llama o me escribe en el momento justo, sea para salvarme del caos total o detenerme antes de hacer algo estúpido.

Caminar me ayuda a pensar, y como la casa de May queda a diez minutos a pie, aprovecharía de irme caminando, así reduzco un poco mi nivel de estrés. Bajé las escaleras rápidamente y me encontré con mis papás sentados en la sala del primer piso, tomando vino, escuchando música y comiendo aperitivos. Es típico de ellos hacer eso los días viernes. Se dan un tiempo para ellos después de una larga semana, así aprovechan de descansar la mente y alivianar el peso que llevan encima.

Podrían contarme su historia mil veces y seguiría sin aburrirme. Me cuesta creer como después de tantos años siguen siendo mejores amigos. Mientras estaban en el colegio, fueron grandes amigos. Luego de graduarse, tomaron caminos diferentes, pero aún hablaban de vez en cuando para ponerse al día. Años después, sus caminos se cruzaron nuevamente y formaron una familia. Así nacimos Daniel y yo.

—Hola, Lis. ¿Necesitas algo? —preguntó mi mamá con su copa de vino en la mano.

—¿Puedo ir a lo de May?

Mis papás se miraron, hicieron un gesto y luego volvieron a mirarme al unísono.

—Bueno —dijo mi papá —, ¿te quedas a dormir allí?

—No sé, quizás sí. Llevo ropa de cambio por si acaso, pero quedo de avisarles.

—Anda. Arma tu bolso y abrígate. ¿Quieres que te lleve? —dijo mi mamá poniéndose de pie, pero mi papá la detuvo. 

Le susurró "yo la llevo, amor", pero me apresuré en hablar antes de que se pusiera de pie él también.

—No, tranquilos. Quiero aprovechar de caminar un rato. Necesito tomar aire.

Ambos asintieron y rápidamente volví a subir. Armé una mochila pequeña con todo lo necesario, tomé una chaqueta, mis llaves y corrí hasta la puerta nuevamente para salir a la calle.

Lis Fargo: Voy saliendo.

May Kelly: ¡Apúrate!

Me puse los audífonos y sentí como una canción de Lana Del Rey comenzaba a sonar. Sentí una ráfaga helada chocar contra mi rostro, dándome escalofríos. Me abotoné la chaqueta y seguí caminando.

Caminé cinco minutos en silencio, hasta que escuché los pasos de alguien detrás mío. No quería ser paranoica, pero estaba casi segura de que alguien me estaba siguiendo. Apagué la música y doblé tantas veces como pude para perderlo de vista, pero aún escuchaba sus movimientos copiando los míos. Decidí girar lenta y cuidadosamente con la vista clavada en el piso. Lo primero que vi fueron zapatos blancos muy altos, tobillos delgados, y jeans arremangados.

Un momento...

Entonces saltó sobre mí, enganchó sus piernas alrededor de mi cintura y comenzó a chillar cual ratón. Supe quién era casi de inmediato.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le dije entre risas.

—Gia tenía entrenamiento de voleibol y me pidió que viniera a buscarla —dijo Vee volviendo al piso.

Victoria Evans, más conocida como Vee, y yo somos amigas desde hace mucho tiempo. Mide cerca 1,50m, tiene la piel blanca y pecosa, pelo castaño y preciosos ojos color miel. Es el ejemplo perfecto de una mala influencia. He pasado noches enteras escuchando sus historias de las veces que se ha escapado de su casa, del colegio y de tantos otros lugares que ahora mismo no recuerdo.

Por muy mala que sea su reputación, es la clase de persona que siempre quieres a tu lado. Es capaz de contestarme a las cinco de la mañana cualquier día de la semana si necesito hablar con alguien o desahogarme, pero como consecuencia, yo debo hacer lo mismo por ella, que no me molesta en absoluto.

—¿Van a ir a su casa?


—Sí, ¿quieres venir?

—No, gracias. Me quedo en lo de May esta noche.

Los ojos de Vee se iluminaron. Siempre está sonriendo, o más que eso, siempre está feliz. Rara vez llora frente a la gente, sin importar la cercanía que tengan. Odia mostrarse vulnerable frente a cualquiera, a pesar de que no sea tan fuerte como quiere aparentar ser.



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En el texto hay: mentiras, amor, amistad

Editado: 31.12.2019

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