Invitada y no invitando
—Genial, ya enviaron las invitaciones —miro hacia la entrada y veo a mi hermano junto a su mejor amigo.
—Sí —musito quedita, mi voz no sale.
—Espero que puedas ir, me haría muy feliz que mi hermana de otra madre vaya a mi boda.
¿Escucharon eso? Pues, eso fue el sonido de mi corazón rompiéndose en mil pedazos, aunque, para ser sincera ya no quedaba mucho. Sonrío y los dejo solos en casa, tengo que ir a trabajar y hay que tener en consideración que mi jefa me odia.
Por el camino voy escuchando música, sólo por mi maquillaje y porque no me quedan lágrimas es que no sigo llorando. Fue ayer cuando llegué a casa que me encontré con la invitación a la ceremonia de compromiso y la otra de la boda. Por suerte no podré ir a la primera, pues ya estoy comprometida con trabajo y no podré asistir. Pero a la boda, no tendré opción.
Llego a mi trabajo, al entrar las chicas ya han llegado y se están preparando todas en su espacio, nos saludamos cómo siempre, tenemos buena relación entre todas, pero no lo suficiente cómo para llamarlas “Amigas”. Me cuesta demasiado hacer amistades y mi mejor amiga se ha ido a Australia porque su madre tuvo un accidente durante un safari.
Llega la jefa justo cuando me estoy poniendo mi camisa de trabajo, saluda a todas y va directo a su oficina. Voy a mi lugar y lo ordeno tal y cómo siempre, mi agenda hoy está bastante apretada, pero por suerte no tengo que ir a ningún lugar.
—Harper —miro a mi jefa que ha gritado mi nombre, me señala que la siga.
Todas las chicas me miran, pues nadie desconoce el hecho de que la jefa me odia, ni idea de porqué no me ha despedido aún. Voy con la rubia platinada de corte y maquillaje perfecto, entro a su oficina y me tiende un papel.
—¿Qué es esto? —cuestiono frunciendo el ceño, se supone que cuando te despiden te dan un sobre.
—¿Aceptas? Son cinco damas y la novia, la madre también. Es para una boda por la tarde, es aquí en D.C
—No puedo —murmuro cuando leo el nombre de quien será mi cliente.
—¿Rechazas la mejor oferta que te estoy dando?
—No, es sólo que —me insta a continuar—. Estoy invitada a esta boda.
—¿Tu? Es la boda de la hijastra del Senador Turner.
—Sí, se casa con el mejor amigo de mi hermano —digo haciendo una mueca.
—Bueno, tendré que dárselo a otra chica —dice en un suspiro viendo que ya nada puede hacer—. De igual forma, quiero que tengas en cuenta que te llamé primero porque eres la mejor maquilladora que he contratado y esperaba que esta fuera una oportunidad para ti.
—Y se lo agradezco mucho, pero ya confirmé y ahora no me puedo negar a asistir.
—Lo entiendo —asiento con la cabeza—. ¿Te encuentras bien? —niego con la cabeza porque ya me es imposible contenerme, menos despues de su confesión—. ¿Te puedo ayudar en algo?
—No, son sólo algunos problemas míos.
—Si necesitas algo, puedes decirme.
—Gracias, pero ya pasará —insisto dedicándole una sonrisa y secando las lagrimas acumuladas.
Me deja salir de su oficina, pero no paso por alto su rostro preocupado. Vuelvo a mi lugar y mi primera cliente ya me está esperando, la saludo y comienzo con mi trabajo mientras que le relato cada cosa que hago, para que ella esté al tanto y también para que luego ella misma lo pueda hacer.
Mi día pasa con relativa normalidad, a la hora del almuerzo la jefa sale a darle el trabajo a dos chicas, pues dice que con una no bastaría a menos que sea yo. También me pregunta muchas veces si estoy bien.
—Harper —miro a la jefa nuevamente—. Ven conmigo, te invito a almorzar.
Asiento con la cabeza y la sigo, pues tengo miedo de que me despida si es que me niego a ir con ella. Tomo mi cartera y la sigo, por suerte dice que podemos ir caminando, no quería subir a un auto.
—¿Te parece bien aquí? —asiento con la cabeza—. nunca había traído aquí a alguien que no fuera mi hija.
Entramos al restaurante y me lleva a una mesa que queda en el ala este, nos sentamos una frente a la otra, se arregla su cabello y esperamos a que el mesero tome nuestra orden.
—¿Cómo está ella?
—No me habla. Cómo madre siempre tratamos de cuidarlas, pero ella no lo ve —suspira y yo me dedico a verla.
Cómo desearía que mi madre siguiera conmigo, y ver que hay personas que tienen a su madre o su padre y simplemente los dejan ahí, cómo si nada, cómo si no hubiesen sido quienes te dieron la vida que tienes, quienes luchan por tu bien día y noche.
—¿Sigue con ese chico? —pregunto casi con temor de que reaccione mal.
—Hay mujeres que no llegan a comprender que si un hombre te golpea una vez, lo hará cada que quiera y no hay perdón que te asegure que no lo hará nuevamente —suelta casi cómo si se llegara a liberar.
—Pues, a veces se tardan en darse cuenta, pero en algún momento lo harán.
—Espero que para ese entonces no sea demasiado tarde —musita con cierta tristeza.
Nos traen nuestros platos, el risotto se ve delicioso. Agradezco y pruebo el primer bocado, es una sensación maravillosa probar algo traído del cielo. Bebo un poco de agua y ella se aclara la garganta.
—¿Puedo preguntar algo? —asiento con la cabeza—. Cuando dijiste que se casaba el mejor amigo de tu hermano vi cierta melancolía en tus ojos y creo notar porqué fue ¿A ti te gusta él?
—¿Puedo confiarle un secreto?
—Adelante, nadie más que tu sabe que mi hija sufre violencia doméstica, no me conviene hablar de ti.
—Estoy enamorada de él desde que tengo 22 años, es decir, llevo cuatro años amándolo y no hay nadie a quien se lo haya mencionado —digo liberando un peso.
—Pero el chico ¿No lo ha notado?
—No, es decir, nunca estamos solos y no quiero que mi hermano se entere de eso —musito con calma—. Alex y Usher siempre han estado juntos y me encanta que sea asi, que mi hermano tenga a alguien más y si mi hermano se entera, va a querer alejarme de su mejor amigo y no quiero que ellos tomen distancia.