Es una Orden
—De cualquier manera, no soy celoso —se cruza de brazos y hace otro puchero, esta vez queriendo lucir molesto.
—A ver ¿Qué prefieres? ¿Qué me enrede con alguno de los neandertales que tienes como amigos? o ¿Que conozca a alguien soltero y bueno, con el que he coincidido por cosas de la vida?
—Ninguna de las dos opciones, porque tú eres sólo mía —señala y se acuesta sobre mí.
—Pues, si quieres que así sea, entonces tú tampoco podrías tener novia y que conste que yo jamás te he cuestionado a alguna estúpida que ha salido contigo.
—¿Por qué las llamas estúpidas?
—Porque son capaces de salir con alguien cómo tú —señalo riendo y yendo hacia la puerta a recibir la cena.
—¿Cómo es qu… —alcanzo a cubrir la boca de mi amiga y nos empujo a ambas hacia fuera de la casa.
—Está Alex —suspiro y quito la mano de su boca.
—Mierda, casi la cago.
—Sí —susurro volviendo a respirar.
—¿Se lo vas a ocultar?
—Eso creo, al menos hasta saber cómo va a ser todo, no lo sé.
—Los no lo sé, son lo que más rompe el corazón cuando se trata de una relación amorosa.
—¿Tan sabia?
—Sí, se llama experiencia propia de la cual no he aprendido pero igual te enseño —dejo salir una carcajada mientras que la hago entrar a la casa para mejor dejar el tema en el aire y no en nuestras bocas.
Cuando Tanya ve a mi hermano, en lugar de saludarlo cómo corresponde y cómo debería ser común, le da una palmada en la frente y le hace que se siente bien para ella poder ocupar la mayoría de mi sofá de la sala de la cocina.
—¿Qué vamos a cenar?
—Lo lamento querida Tanya, pero pedí cena para dos.
—¡Ay que lindo! Muchas gracias por ordenar por mí, te lo agradezco. Ya te puedes ir —señala la puerta de salida con una falsa sonrisa en su rostro y la falsa gratitud grabada en cada palabra.
—¿Le puedes decir a esta tarada que se largue?
—¿Tarada? ¿Cuánto te costó aprender una nueva palabra?
—¿Saben? Mejor pueden comer solitos, yo saldré a algún restaurante.
Camino a la salida tomando mi bolso y mi abrigo, cierro la puerta de manera que suene fuerte. Con calma y observando cómo mi aliento se condensa mientras avanzo hasta el bistro francés al que he ido varias veces desde que abrió a unas tres cuadras de mi casa.
Al llegar al lugar, me debato en si entrar o no, generalmente vienen parejas y familias, resulta extraño llegar a estar sola en un lugar así, para compartir. Igual suspiro y me doy el valor, de igual manera tengo hambre y no por prejuicios dejaré de hacer lo que quiero. Me guían a una mesa y me entregan la carta para que yo decida que voy a querer.
Mientras espero a que me traigan mi comida, reviso mi celular con una suave y melodiosa voz cantando en frances de fondo, cuando busco entre mis chats, noto que tampoco tengo el contacto de Scott Turner, entonces lo que he dicho a mi hermano si han sido coincidencias de la vida, porque no nos hemos buscado o tal vez sí.
Me traen mi ensalada y sirven vino en mi copa, no soy de alcohol porque me acostumbré a ello en la temporada que tuve que recurrir a tomar ansiolíticos. Es rara vez que tomo vino o algo por el estilo, si quiera las cervezas que hay en mi nevera, las bebe Tanya o mi hermano, quienes tal vez se estén quitando los ojos o ya se mataron mutuamente, no tengo idea pero algo similar deben de estar haciendo.
Como en silencio tratando de entender la letra de canción de fondo, aquí sólo tienden a oír música francesa y tiene todo el sentido del mundo, es cómo cuando ves esas películas y si estás en un lugar, rápidamente cambias de escena y te encuentras donde quieres estar, ahora me encuentro espiritualmente en la cima de la Torre Eiffel.
—¿Harper? —parpadeo y vuelvo al Bistro con la copa sostenida en el aire.
—¿Trevor?
—Si me recuerdas —comenta entusiasmado y se sienta en la silla frente a mi—. ¿Cómo has estado?
—Bien, gracias ¿Y tú?
—Todo bien —sonríe y hace una seña a otra mesa—. ¿Vienes muy seguido aquí?
—Casi, en realidad era mi única opción para comer en calma y librarme de mi hermano y mi mejor amiga.
—Entiendo —asiente divertido y hace otra seña a quienes creo que son su familia—. ¿Dices que estás sola?
—Sí, a menos que me quieras acompañar.
—No lo sé, mi hermana y su esposo persuadieron a mis padres para sacarme a un plan fuera de casa y debería estar con ellos —asiento mientras que vienen a traerme mi plato principal, tardaron y no lo había notado—. Pero te envío a alguien que te haga compañía.
—No es necesario, Trevor y, gracias por venir a saludar.
—Está bien, no hay problema —dice mientras se levanta de la mesa y va hacia la de su familia.
Me pregunto qué le habrá pasado a él, su cojera es evidente y Scott le dijo a Victor que a él en su última misión le dispararon y que ahora está en algo así de baja ¿Habran ido juntos a la misma misión? Pido que llenen mi copa nuevamente y continuo en mi mente, hasta que noto el movimiento frente a mi. Doy un pequeño salto en mi silla al enfocarlo, de pronto siento que mis mejillas se calientan y debe ser porque me sonrojo.
—¿Cuánto llevas aquí?
—Algo. Un dólar por tus pensamientos.
—Cuesta mucho más que eso —suspiro y sigo cada curvatura de su rostro, quedando exclusivamente embobada con sus ojos.
—Me da mucha más curiosidad —musita inclinándose sobre la mesa, apoyando los antebrazos en ella.
—La curiosidad mató al gato.
—¿Cómo está Sauvage? —frunzo el ceño y río por su cambio de tema—. Perdón, eso fue raro.
—Sí, pero también divertido y un tanto adorable —sus ojos se achinan y su sonrisa se extiende—. Está bien, es un buen bebé.
—¿Está listo para irse conmigo?
—No, porque es mío y no soy de compartir.
—¿Segura? —cuestiona en un tono más bajo y al cruzarse de brazos noto que toda la diversión ha sido extinta.