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—¿Permiso concedido?
—Concedido, soldado.
Su mano acaricia mi mejilla y con la otra en mi cintura, me acerca a su cuerpo mientras me inclino a capturar sus labios y su aliento. El nudo que había en mi panza, ahora se ha soltado en miles de mariposas que vuelan provocando cosquillas.
Mueve sus labios sobre los míos y yo sigo su suave ritmo, siento que tiemblo entre sus brazos y presiono mis manos en su torso para mantener el calor y la compostura. No sé en qué punto comencé a gozar del beso, cuando sólo pensé en esto en un método de salida para él mismo, hacerle creer que era un simple capricho suyo que ahora ha vuelto mi cabeza un lío.
Nos alejamos y tengo mi respiracion hecha un asco, miro sus labios y es lo peor que podría haber hecho porque sólo quiero besarlo nuevamente, suelto un gruñido frustrada y apoyo mi frente en su pecho, me abraza y juro que quiero golpearlo por ser tan bueno, es que es un idiota. Ni yo me entiendo, pero ¿Quien se entiende? Si por eso uno siempre actúa y después piensa, es imposible pensar y luego actuar.
—¿Arrepentida?
—¿Tu?
—Nuevamente con lo mismo —bufa y me hace reír—. Que sepas que nunca me arrepiento de nada.
—¿Qué significa eso?
—Que si por mi fuera, te besaría a cada hora del día, Harper.
—Tengo que irme —mascullo nerviosa y con algo que no sé si es arrepentimiento o ilusión.
—Adelante —afloja el abrazo y respirando su perfume, me alejo y sin verlo a la cara decido que es momento de volver a casa.
El camino de regreso a mi hogar, lo hago con calma y meditando o tratando de hacerlo porque estoy hecha un lío y soy consciente de que no podré hablar con nadie por la invasión de mi hermano a mi hogar. Llego a casa y abro la puerta esperando no encontrar ni una sola sorpresa, porque no tengo cabeza para ver, hacer o pensar en algo más.
—¿Llegó?
—¿Harper? —veo a mi mejor amiga y esta deja salir un suspiro pesado—. Ya llegó.
—Ay Dios, qué alivio —escucho a mi hermano pero primero veo a Sauvage que camina y marca presencia tal soldado.
—Estúpido —mascullo para mi misma y cargo al minino mientras subo las escaleras.
—¿Estás bien?
—Apaguen las luces cuando se vayan a dormir, todas las camas tienen sábanas limpias —digo a mitad de las escaleras y en camino a la siguiente, sólo quiero acostarme y dormir.
—Harper —me llaman ambos y suspiro pesadamente.
—Dije, apaguen las luces cuando se vayan a dormir, pueden usar la cama que quieran. No me jodan.
Sigo mi camino sin verlos y cuando llego a mi habitación, me lanzo a la cama acariciando tras las orejas de Sauvage que ronronea suavemente sobre mi estómago. Miro el techo y sin tratar ni nada, la imagen y las sensaciones mientras que Scott Turner me besaba me vuelven a elevar para luego dejarme caer a la realidad.
Gimo molesta y tomo mi celular para ver los mensajes de Usher, en eso regreso a cómo me besó. Comparar sería estúpido, pero soy estúpida y lo peor es que siento que no hay ganador, hay un empate que ni siquiera debería tener lugar, porque Usher debería estar en su podio sin problema. El soldado sabe luchar.
—¿Tú qué me dices, Sauvage? —mi gato se acerca y me da cabezazos en mi cara.
Suspiro y me levanto para quitarme el maquillaje, no puedo dormir si no tengo el rostro limpio. Me quito la ropa que llevo puesta y con solo tangas y una camiseta oversize me acuesto esperando ganarle al insomnio y descansar.
***
Despierto por la alarma y doy un salto por el maldito sueño, Sauvage se estira y sigue dormido, inclusive bosteza. Paso las manos por mi cara y miro a mi alrededor, suspiro y voy al baño para poder comenzar mi día.
—¿Harper?
—Estoy en el baño.
—¿Puedo pasar?
—No.
Me doy una ducha esperando que se me pase el sueño, siento que podría dormirme de pie, esto es lo que odio de tener insomnio, que por las noches no puedo dormir nada pero durante el día estoy cayendo de cansancio, es horrible. Al estar completamente limpia, salgo envuelta en una toalla y quitando la humedad de mi cabello con otra.
—¿Estás bien?
—Algo así —musito y llevo mi mano al estómago—. Creo que la comida de ayer me cayó un poco mal, me dolía el estómago por la noche, no dormí bien.
—¿Dónde fuiste?
—Al Bistro Francés que abrió cerca de aquí, es muy bueno —musito mientras me visto.
—Yo cené con tu hermano.
—¿Sí? ¿No se mataron? Qué sorpresa que estén vivos.
—No, de hecho, nos besamos —me atoro con mi saliva y tengo que toser de manera desesperada.
—¿Jodes?
—No, de verdad, fue justo cuando llegaste —suspira y se cubre la cara.
—Bien, si hay diferencias o quedaron cosas al aire con ustedes, entonces las resuelven de buena manera porque son adultos —señalo lo que se debería hacer, aunque yo no sea capaz de hacerlo.
—¿Cómo se hace?
—No tengo idea —admito y ella se ríe relajada mientras juega con Sauvage.
—Tu gato está loco —dice y me giro a verla, el pequeño peludo se enreda en su cabello jugando.
—Puede ser —se ríe divertida y mi hermano llega bostezando—. ¿Qué quieres?
—Necesito desayuno —gruñe mientras se acuesta en mi cama.
—¿Y? Por lo que veo tienes dos manos en perfecto estado por lo que lo más bien puedes preparar sólo tu desayuno y también para Tanya, así hablan de su beso de anoche.
—¿Le dijiste?
—Es mi mejor amiga.
—Pero, es mi hermana.
—Ya paren, por favor —tomo a mi gato en brazos y bajo las escaleras e ir a la cocina.
Al llegar a la primera planta, le doy comida a Sauvage y luego preparo mi desayuno mientras que me maquillo y arreglo mi cabello. Necesito formar una rutina que bloquee cualquier idea estúpida que quiera pasar por mi cabeza.
—¿Te sientes bien? —levanto la cabeza y me encuentro con la parejita.