Una Rosa
Por la mañana del jueves, el Doctor vuelve a evaluar a mi hermano y llega a la conclusión de que ya hemos pasado lo peor y que ya sólo basta una buena recuperación aunque todavía no lo desconectaría del ventilador, por lo que debe continuar con medicamentos que lo mantengan completamente sedado.
Reviso la hora en mi celular porque el de mi hermano lo he apagado luego de hacer pública las buenas nuevas del Doctor, es que la gente no se cansa de pedir información, y bueno, yo me quejo porque debo responder y ya no siento mis dedos, pero en el fondo si agradezco a aquellos que quieren, que valoran y se preocupan por la salud de Alex, pero es demasiado amor y me fastidió demasiado pronto, asique a apagar el Iphone se dijo.
Volviendo a mi celular y mi poca vida social, con poca me refiero a escasa tirando a nada, resulta que ya es más de mediodía y yo no he almorzado ni mucho menos desayunado. Tomo mi mochila y dejo un beso en la frente de mi hermano, aguantando las lágrimas al despedirme en caso de cualquier cosa porque uno nunca sabe y no quiero arrepentirme de nada.
Salgo de la habitación y la enfermera que viene a ver a mi hermano me sonríe antes de ingresar, con calma avanzo hacia la salida ignorando la sensación de culpa por haberlo dejado solo pero es que me cuesta ir por mi y tengo que hacerlo. Levanto la vista del suelo porque ya ni siquiera me ubico en el espacio.
—Hola —freno en seco y luego doy algunos pasos para acercarme al ver que él no lo hace.
—Lo siento —me tiende una rosa casi en automático.
—Gracias, pero ¿Qué es lo que sientes? —susurro recibiendo la rosa y sonrío no sé porqué razón.
—Siento el haberme ido así cómo hice, siento haberte dejado sola y tal vez con muchas dudas.
—Descuida —le resto importancia y me inclino a besar su mejilla.
—¿Vas a tu casa? —lleva una mano a su cabello y asiento notandole un poco nervioso.
—Sí ¿Me llevas?
—Claro.
Sonrío con suficiencia y orgullosa de mi por poder haber seguido las indicaciones de mi mejor amiga al pie de la letra y sin cohibirme, bendita sea Tanya Beck. Salgo a su lado un poco más tranquila con mi hermano, pero mucho más nerviosa ,o más bien, ansiosa con él. Cuando llegamos a la camioneta me muerdo el labio para que algo sufra más que mi corazón con todos esos latidos descontrolados.
—Tranquila, puedo tomar tu mano si te sientes muy nerviosa —abre la puerta del copiloto y trato de sonreír.
Sinceramente antes eso sí me hubiese servido de ayuda, pero ahora no lo sé, tan solo su presencia me hace pensar completamente distinto. No sé qué hace este chico que me descontrola. Me acomodo en el asiento y me cruzo el cinturón a la vez que el cierra la puerta, rápidamente tomo mi celular y voy al chat que tengo con Tanya.
*
Tan
Ya vino
Vamos en su camioneta a mi casa
¿Qué hago?
He seguido todo al pie de la letra
¿Se puso nervioso?
Sí
Entonces si es cierto
¿Qué cosa?
Mierda, lo escribí
Dios, es que tu nivel de ininteligencia no tiene límites
¿Esa mierda de palabra existe?
Sinceramente, no lo sé
Pero ¿Qué es cierto?
Nada, luego te digo, cuando vaya a ver a tu hermano
PUTA
*
Salgo del chat un poco más nerviosa, dios mío, a este paso moriré de un ataque de nervios causado por mi propia amiga y el chico que me lleva a casa. Me giro a verlo mientras conduce y se ve muy incómodo o inquieto, lo que no me ayuda para nada porque me pone en alerta de todo.
—¿Estás bien? —cuestiono viendo su perfil, mantiene la mandíbula firme y muy marcada, lo que me lleva a pensar o es así por naturaleza o está apretando los molares.
—Sí —dice firme aunque con un suspiro al final que lo lleva a tener que explicar—. Es sólo que me siento mal por cómo me comporté ayer, creo que fue de muy mal gusto mi reacción.
—Descuida, tal vez te orillé a un tema delicado para ti, un límite que no debía pasar —y soy sincera, luego de eso no dormí nada y a primera hora del día le marqué a mi mejor amiga para preguntarle si hice bien o mal y que podía hacer para remediar la situación, a ese punto llegué—. ¿No?
—No quiero que te sientas culpable, Princesa —asegura viéndome cuando detiene la camioneta en el semáforo.
—Descuida Soldado, te entiendo —susurro lo último y entreabre los labios antes de reposar su cabeza contra el reposacabezas del asiento.
—Por dios —gime bajito mientras cierra los ojos aprovechando que el semáforo está en rojo, una imagen digna de ver.
Sonrío y muerdo mi labio inferior por la loca idea que me ha pasado por la cabeza, con este chico nada de lo que pienso es correcto, es una locura que cada vez crece más. Luego de eso suspira y vuelve a conducir sin decir nada más, pero me tiende su mano y la tomo con confianza, lo que si me lleva a pensar en esa corriente un tanto extraña que me hizo temblar gustosa, desconcentrandome del camino tanto que ni noté cuando se detuvo frente a mi casa.
—¿Pasas?
—¿Segura? —abro la puerta y sonrío.
—Es que quisiera que me acompañaras a almorzar —digo lo más confiada que puedo.
—Pues —entrecierra los ojos dudando de mis palabras—. Bien.
—Entonces, sígueme soldado.
Lo veo sonreír y negar antes de tomar sus cosas y seguirme. Camino hasta la puerta de mi casa y al abrir me encuentro con todo completamente desordenado y floreros destrozados, había olvidado que aquí fue donde todo pasó. Freno en seco tratando de coger aire luego de ya sentir la presión en el pecho que me indica que contengo el aire, ya ni noto cuando me pasa.
—¿Estás bien?
—No había venido —digo en el mismo susurro—. Puedes esperar aquí, me iré a duchar y a maquillarme.
—Por favor, no tardes tanto cómo Collin —suelta un quejido que se me hace de lo más hermoso que he oído y me recuerda a Usher.