Corazón En Guerra

*Cuarenta y Tres*

Días Contados

—No me dejaste hablar, Soldado —suspiro y recupero el aliento al ver que si se ha preocupado por mi.

—Estás mojada —señala y suspirando toma de mi mano para llevarme hasta un baño.

Su reacción me deja en blanco y sólo la sigo sin objetar, hemos cruzado casi toda la casa y creo que he mojado casi todo por donde he pasado, cuando ya estamos en la habitación del baño, me mira de pies a cabeza y frunce el ceño tratando de procesar que estoy aquí, que he venido por él.

—¿Cómo llegaste? —inquiere luego de unos segundos en los que parece pensar todas las opciones posibles de cómo llegué.

—¿Importa? —sonrío de medio lado, claramente tengo ventaja en la situación. 

—Dimelo —exige, ahora un tanto asustado y también cabreado, del bolsillo de mi chamarra saco las llaves que él reconoce al instante y el miedo cruza sus facciones—. ¿Cómo se te ocurre, Harper? ¿Acaso no sabes lo peligroso que es?

—Soldado, para ti soy Princesa —aclaro y este no hace nada más que blanquear los ojos mientras me arrebata las llaves—. Además, tenía que hablar seriamente con un idiota que escucha a escondidas y lo peor es que lo hace a medias. 

—Harper —lo hago callar besando sus labios castamente y luego sonrío con inocencia, entrecierra los ojos y recorre cada centímetro de mi rostro con su mirada, lo que es yo, no puedo dejar de sonreír.

—La guerra acabó soldado —susurro y este frunce el ceño sin entender nada. He de admitir que me gusta estar en ventaja—, y has salido vencedor.

—No entiendo —suspira negando con la cabeza y dejo salir una risita que lo fastidia mucho más—. Quítate esa ropa mojada.

—Soldado, que atrevido —frunce el ceño y luego entiende sonrojándose—. ¿Quieres que me la quite haciendo striptease? ¿Qué ritmo quieres que siga?

—Harper, ya basta —me río divertida y me acerco a él nuevamente.

—Era una bromita, soldado —nos miramos a los ojos por unos buenos minutos, el ambiente se torna pesado y cuando ya me arde la vista, es él quien se rinde.

—Te estaré esperando con ropa seca —asiento y apenas cierra la puerta entonces me quito lo mojado y entro a la ducha.

Me ducho con agua caliente porque ahora si tengo frío, cuando creo que ha pasado el tiempo suficiente, cierro la llave y tomo una de las toallas del mueble, me seco y luego envuelvo en ella para salir del baño, con nerviosismo abro la puerta y salgo del baño, me encuentro en una habitación que al parecer es de Trevor porque el entorno grita a él. En la cama encuentro a Scott acostado y con los ojos cerrados.

—¿Qué me pongo? —cuestiono llamando su atención, me mira y se levanta.

—Ten —suspira y sin verme me entrega una camiseta verde militar, un boxer negro y un pantalon de franela a cuedros color negro—. El boxer es nuevo.

—¿A Trevor no le molesta que use su ropa?

—Es mi ropa, Princesa —aclara y yo nada más resibo lo que me tiende—. Ahora ve a vestirte.

Blanqueo los ojos y voy de regreso al baño, lo primero que me pongo son los boxers que se me ven extraños, luego su camiseta que huele muy bien, Savauge de Dior, termino de vestirme y con la toalla seco lo mas que puedo mi cabello. Vuelvo a la habitación y ahora está sentado al borde de la cama, me ve de pies a cabeza y niega antes de desviar su mirada hacia cualquier otro punto en la habitación.

—¿Qué significa todo lo que dijiste?

—¿Qué fue lo que escuchaste? —si me da curiosidad porque ya ni recuerdo qué fue lo que le dije a Usher que se pueda haber malentendido.

—¿Vas a seguir con eso? —frunzo el ceño y luego recuerdo que le respondí a su pregunta con otra, vamos a seguir molestandole.

—¿Con que?

—Sonriendo como si tuvieras ventaja.

—¿La tengo?

—Ya, Harper —ruega en un pequeño gemido que me hace pensar algo que no va a la situación.

—Soldado, mírame —sus ojos hacen contacto con los míos y me pone muy nerviosa—. Tu fuerte no es escuchar.

—Ya, Harper, por favor —pide y vuelvo a reír, esto me gusta, hacerlo sufrir y rogar.

—¿Ruegas soldado? —sonríe de medio lado para luego revertir los papeles.

—¿Te gusta? 

—Maldito —mascullo entre dientes porque con solo un gesto despierta las mariposas.

—¿Qué significa eso de que la guerra acabó?

—Es una charla conmigo misma que creé cuando hablé con Tanya, es que estaba enamorada de ti y creía amar a Usher, al menos así fue cuando lo noté, por lo que habían dos peleando por mi completo corazón, un corazón en guerra —asiente con una sonrisa entendiendo lo que digo—. Ahora es distinto, ahora ese fin de la guerra significa que ya no hay dos en mi corazón, ahora sólo hay uno que me vuelve loca, sólo hay uno me gusta, solo uno tiene el poder de mi corazón, solo este uno es capaz de enamorarme todos los días un poco más.

—¿Viniste a despedirte de mi?

—Soldado, no entiendes nada —gruño frustrada, no creí que esto sería tan difícil, o él lo está poniendo difícil—. Te estoy diciendo que estoy enamorada de ti, solo de ti y que nunca en mi vida había tenido tan claro el hecho de que estoy a solo un beso de amarte.

Me toma por sorpresa su cercanía y la vehemencia con la que sus labios presionan los míos, llevo mis manos a su cuello profundizando el beso y una de sus manos presiona mi espalda baja contra su cuerpo. Jadeo en busca de aire cuando el beso se intensifica, pero no me alejo porque quiero confirmarle todo lo que siento por él.

—Princesa.

—¿Dime? —presiona su frente contra la mía sin soltarme, no deja que me aleje ni un centímetro.

—Casi me matas del susto cuando te vi toda mojada y peor cuando me enseñaste las llaves —sonrío y juego con su cabello.

—Lo siento, pero no tenía otra opción, Soldado —suspiro entre sus brazos, necesitamos hablar, la comunicación es un punto importante justo ahora—. Me dejaste en la casa de tu padre, quien por cierto, me ofreció a su hijo en bandeja de plata.




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