Corazón En Guerra

*Cuarenta y Cuatro | Final*

Destino Amar

La alarma suena y me estiro para apagarla antes de que mi acompañante despierte, no sé cuánto ha pasado desde que desperté pero podría estar horas viéndolo dormir y no me cansaría. Sauvage descansa sobre la espalda de Scott, se ha acostumbrado a que este pase día y noche con nosotros, fue sólo un fin de semana, pero ya quisiera que fuera eterno.

Seco las lágrimas de melancolía, no quiero que se vaya, pero tampoco soy quien para retenerlo, ni siquiera su papá lo retuvo mucho menos yo. Scott cuando toma una decisión no cambia de opinión, mucho menos por una simple amiga, porque sí, me dijo que nos tomaramos un año y accedí con el dolor de mi alma, igual entiendo su punto de vista de todo lo que ha pasado en muy poco tiempo, pero yo estoy segura de lo que siento por él.

—A desayunar —grita mi hermano desde las escaleras y maldigo que ahora quiera venir todos los fines de semana a mi casa.

—¿Cuanto llevas despierta? 

—¿Por qué lo dices? —bostezo de cansancio.

—Tienes los ojos rojos y estás llorando, Princesa —asiento secando las lágrimas y luego viene mi gato para imitar mi acción.

—Si supieras lo difícil que es dejarte —me quejo molesta y me marcho al baño.

Tengo tantos sentimientos encontrados que no sé cómo procesar, ni tampoco puedo lidiar con ellos. He tenido sólo cuatro días para tenerlo conmigo y aceptar que lo debo dejar ir a hacer su trabajo, luego de confesarnos que sentimos lo mismo, pero que no podemos estar juntos ¿Por qué? Porque él no se atreve a una relación a distancia. Es por eso que no dejo de pensar en el tiempo que perdí buscando algo que no era, teniendo en frente a quien sí es el indicado, es por ello que también agradezco su resiliencia de seguir a mi lado, porque si hubiese sido por mi, me hubiese cansado de esperar a que la persona que me gusta esté mirando siempre al que ni bola le daba. 

—Princesa, ven a desayunar conmigo.

Abro la puerta y me lanzo a abrazarlo, suspiro y me quedo sintiendo el latir de su corazón, respiramos al compás. 

—Vengan a desayunar —insiste Alex y bajamos las escaleras.

Evito mirar cualquier reloj, abrazo a mi hermano que hoy se ha dado el tiempo de preparar el desayuno. Alimento a mi gato y luego me siento al lado de Scott que charla animadamente con mi hermano para que el ambiente no tenga esa aura de melancolía. Termino de desayunar, las tortitas no fueron suficientemente dulces para quitar el sabor amargo, subo a mi habitación para poder ducharme y vestirme.

Mi outfit consiste en un jeans, una de sus camisetas y una sudadera también perteneciente a Scott, me quiero aferrar a lo más mínimo porque sé que él va a querer dejarme la posibilidad de que yo continue con mi vida sin importarle a él sufrir, ¿Cómo se hace para ser así y dejar de lado el egoísmo? 

—Harper —escucho la voz de mi amiga y trago el nudo en mi garganta antes de llamarle—. ¿Estás bien?

—No —admito con pesar—. Me arrepiento de tanto.

—Harper, cariño. Son cosas de la vida, lo importante es que hay que aprender —¿Desde cuando Tanya es tan sabia? Hace unos meses todas sus soluciones incluian sexo de por medio. 

—Lo sé —no me dan ganas de maquillarme, además con Scott no es necesario, él fue el primero en ver lo rota que estaba y no le importó, vio mi alma destrozada y sin miedo la curó.

Bajamos las escaleras y veo a Trevor con Scott hablando sobre el piso de mi casa, no sé qué problema tienen con la madera. Alex sigue comiendo tortitas y los mira igual de confundido que yo. Scott me ve y viene a tomarme en brazos, literal me carga y rodeo su cintura con mis piernas para no caer.

—Princesa, ya hablamos —y sí, fueron días terribles en los que hablamos sin parar, pasamos noches despiertos buscando tiempo. Inclusive tuvimos discusiones porque la frustración se acumulaba.

—Lo sé, pero igual es triste soldado —con un nudo en la garganta, confieso—. Tengo miedo.

—Tenemos que irnos —recuerda Trevor antes de que alguno más pueda hablar.

Salimos de mi casa y yo voy directo a la moto, la cual me dejaré como garantía de que tendrá que venir a mi cuando llegue el próximo año, pues le prometió a su papá que pasaría las festividades de fin de año acá y no trabajaría como ahora. Un año ¿Qué tanto puede pasar en un año? Demasiado y la vida es incierta, da demasiadas vueltas, como yo y mi estúpida manía de sobrepensar. 

—Yo conduzco —susurra tomando mi mano—. Luego será toda tuya.

—Y tú todo mío —digo en una risita, pues se sonroja con facilidad ante comentarios así.

Le doy las llaves y nos montamos en el vehículo de dos ruedas saliendo antes que Trevor, Tanya y Alex, quienes también irán a dejarlo al aeropuerto. Conduce con calma y yo disfruto de abrazarlo, tanto cómo disfruto del viento. Al llegar a nuestro destino, en la entrada tenemos que esperar por el Senador Turner, Meredith y Collin quien viajó solamente para despedir a su hermano.

—Ya te comienzo a extrañar, Turner —dice Trevor que abraza por los hombros a su amigo—. No hagas nada estúpido ¿Quieres?

—El que hacía estupideces, eras tú.

—Me ofendes —exagera el rubio y se va a abrazar a Alex, con quien están formando una linda amistad y por la cual Tanya se queja, dice que le quitan a su novio. 

—Llegamos, sentimos el retraso —dice Collin saludando a su hermano.

—Vamos adentro —suspiro luego de saludar a los recién llegados.

Cada paso se siente más pesado que el otro, tomo la mano de mi mejor amiga mientras que Scott habla con su papá acerca de que puede quedarse y que no es necesario que vuelva al punto de conflicto. Como quisiera que el chico no fuera terco, que nos escuchara a quienes le queremos. Me encierro en mi cabeza para matar el tiempo y no hacer caso a lo que está por pasar. 

—Me vas a hacer llorar, imbécil —se queja Trevor y nos hace reír a todos con su dramatismo, yo no sé de qué hablaban porque ya me encontraba encerrada en mi mente.




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