Corazón En Guerra

Primera Cita

4 años después

P.O.V: Soldado

Aparco el auto de papá fuera del lugar de trabajo de mi novia, ella no sabe que he llegado, de hecho, el único que sabe es mi papá que fue por mi al aeropuerto. Tomo mi celular y le marco a la chica que aún es la propietaria de mi corazón y quiero que sea así por muchos años más, ayer no hablamos y hace dos días le mentí diciendo que no estaría para su cumpleaños y pues, ya no me ha escrito y lo entiendo.

¿Estás bien? —cuestiona rápidamente apenas atiende la llamada, sonrío viendo a través de la ventana del copiloto, por desgracia, no la veo en el interior del salón.

—¿Por qué lo dices? ¿Ya no sabes saludar, Princesa? —muerdo mi labio casi aliviado por escucharla, aunque su preocupación me duele, su martirio es mi trabajo.

Es que nunca llamas a esta hora y se supone que estás en Alemania, Soldado —se supone—. ¿Qué hora es allá?

—Eso no importa ¿Sabes que importa? —no dice nada y sólo quiero reír porque me la imagino frustrada y maldiciendo en mi contra por jugar con sus nervios (los cuales ahora controla mucho mejor que antes)—. Lo importante es que te amo.

Scott no se que planea tu mente macabra —dice pausadamente y suspira, creo que no se siente bien y no me gusta ser el causante de su tristeza—. Pero, de verdad que no quiero escuchar nada. Me sienta muy mal que no vengas cuando lo habías prometido e incluso hasta tu superior me aseguró que incluso con cambios igual vendrías.

Ya, Princesa —pido notando su voz distorsionada, de seguro ya tiene ese nudo en la garganta que no suelta, pues ahora ni le gusta llorar—. Pero si te estoy llamando es porque quiero escucharte, quiero hablar contigo.

¿De qué quieres hablar? —masculla de mala gana, es tan bipolar y la amo por eso, lidiar con su temperamento me gusta aunque a ella no.

—¿No quieres hablar conmigo?

Ya, Scott —masculla nuevamente, sé que quisiera colgar la llamada, pero piensa que estoy tan lejos que una llamada es un beso.

—Soy Soldado, no Scott ¿Lo olvidaste Harper?

Soldado, me estás haciendo reír y se supone que soy la víctima —río a carcajadas escuchando su risita, me antoja ver su puchero en este momento.

—¿Cuánto te falta para salir del trabajo?

A la misma hora de siempre, hoy no hubo nada fuera de lo normal —suspira y supongo que ha buscado estar más cómoda—. Salvo Tanya que vino con su panza a fastidiar porque Trevor no le compró su helado favorito.

—Algo me dijo de que ya no sabe cómo aguantarla, personalmente no la aguanto en su estado normal, mucho menos cargando un engendro de mi amigo —admito viendo ahora a mi novia sentada en el sofá que da hacia el exterior, ojalá no vea el auto y lo reconozca.

Creeme es insoportable.

—¿Y mi hijo? —bufa molesta y se desordena el cabello.

Se cuelga de las cortinas, estoy pensando en poner persianas —ahora ya no le agrada nuestro hijo felino, el cual también es mio porque me adora y además su nombre es por mi—. El otro día arañó el sofá de la habitación, ya no sé qué le pasa porque me dijeron que castrado no daría problemas.

—Pobre mi hijo.

No lo digas así, se escapaba y quizás cuantas pensiones alimenticias debemos —río nuevamente, no me aburro de mi novia.

—¿Qué te parece una primera cita? —suelto para ver su reacción, la línea queda en silencio y noto cómo se cubre los ojos con la mano.

No vayas por ahí, Soldado —susurra y seca sus lágrimas, detesto esto de tener una barrera—. Oye, ya me voy a casa ¿Hacemos videollamada, Soldado?

—Bueno, cuidado el camino.

Vine caminando, Soldado, no me va a pasar nada —la veo levantarse de donde estaba, realmente se va ir y no era sólo por colgarme.

—Igual, nadie sabe.

Mi novio me enseñó defensa personal y boxeo, Soldado, estaré bien —sonrío recordando las tardes en el patio de su casa, tenía pésima condición física para practicar Box—. Te amo.

—Te amo, Princesa.

Me debes una Primera Cita —termina como cada llamada, tras esa frase hay algo que significa nuestro propio mundo.

Cuelga la llamada y viendo que sus compañeras de trabajo comienzan a acercarse a la puerta de salida, entonces salgo del auto y me paro frente al salón, recostándome en la puerta del copiloto del auto. Muchas me ven y fruncen el ceño sorprendidas, pero no dicen nada, solo sonríen y se marchan.

Pronto la veo a ella lista para salir, viene llorando y lo sé porque seca una lágrima en su mejilla, cuando levanta la mirada suspiro y me ve, comienza a llorar y corre a mis brazos. Salta sobre mi cuerpo y yo la tomo pasando mis manos bajo sus muslos. Sus brazos rodean mi cuello y la escucho llorar ocultando su rostro en este espacio.

—Idiota —solloza y suelto algunas lagrimitas.

—¿Me lo merezco? —ríe suavemente y solloza—. Te amo, Princesa, no me iba a perder tu cumpleaños.

—Ya me hiciste llorar —se aleja un poco dejándome ver su hermoso rostro, seca sus lágrimas confiada en que no la dejaré caer.

—Era una sorpresa —musito besando su mejilla, pues trae un labial rojo que no creo sea besable.

—Es nuevo —dice señalando sus labios—. No se transfiere.

Y con ese indicativo entonces puedo besar con confianza a mi Princesa, porque moría por hacerlo. Sus labios están suaves y creo que es porque ha llorado y tiende a morderlos. Se aferra a mí como si fuera a irme , que es lo que ha pasado todo este tiempo.

—Me gustan estos que no se transfieren —murmuro y ella sonríe repartiendo besos por toda mi cara.

—A mi me gusta que estés aquí —vuelvo a besarla y muerdo su labio inferior.

—Vamos a casa, tienes que prepararte —frunce el ceño y le advierto con la mirada que la soltaré.




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