Ava
El tío pidió a uno de sus trabajadores que me recogiera en el aeropuerto y me llevara a casa, sin embargo hubiera sido mejor ir caminando. No sabía si el auto avanzaba o retrocedía, la cuestión era que llevaba mucho tiempo sentada en ese cacharro y mis piernas comenzaban a entumecerse.
<<Solo piensa en la playa>>, dije para darme ánimos. Sonreí intentando imaginar la arena fina y cristalinas aguas.
—¿Será que podemos ir más rápido?
—Esta es la máxima velocidad —contestó el hombre de barba.
El deseo por llegar a mi destino hizo que olvidara su nombre, el cual tampoco volvería a preguntar. Minutos después la madre naturaleza me recompensó haciéndome reír. Sí, había comenzado a llover.
—Bueno bienvenida a Miami Beach.
—Gracias —dije al conductor.
El tío Louis me esperaba debajo de un paraguas y se acercó al auto al ver que no bajaba. Intenté abrir la puerta lo que no fue una tarea fácil porque se había atascado. La situación incluso me resultó graciosa, cuando lograron abrir ya había dejado de llover.
—Bienvenida —dijo el tío después de un gran abrazo—. Entremos, debes estar cansada.
—Sí, el vuelo se retrasó.
—Me alegro de que por fin estés en casa.
Me acercaba a la sala cuando sentí a alguien bajando rápidamente las escaleras.
—Papá te dije que me despertaras —dijo un poco enojada mi prima —. Avyyyy—corrió emocionada a abrazarme.
—Que bueno que estés aquí.
—Pensé que el aburrimiento me mataría —dijo dramáticamente.
—Katherine no seas exagerada solo llevas cuatro días aquí y no has hecho nada más que estar encerrada en tu habitación. Ya tendrán tiempo de hablar deja que tan siquiera tu prima se siente un rato.
—Oh, no es necesario. Los jóvenes no nos cansamos tanto.
—Jaja. Está bien. Ahora vuelvo, subiré tus maletas a la habitación.
En cuanto mi tío desapareció Khate me miró y me dio un codazo.
—Así que los jóvenes no se cansan, bueno necesito que me des la receta porque si viniste también en esa carcacha vieja y tus piernas no se entumecieron hay que darte un premio.
—Jaja, habla bajito tu papá te va a escuchar.
—Ojalá, ojalá y lo haga —dijo poniendo una de sus manos en la cabeza y luego miró hacia arriba—. Cada vez que vengo aquí tenemos la misma charla. Pero no quiere deshacerse de su hermoso pedazo de chatarra.
Sentimos unos pasos y le hice señas a mi prima para que hiciera silencio.
—¿Por qué se callaron de repente?
—No es nada papá, le preguntaba a Ava si quería ducharse o comer algún refrigerio —se justificó.
—Me ducharé primero —respondí.
—Está bien. No olvides llamar a tu mamá, debe estar preocupada, no te imaginas la cantidad de veces que llamó para saber si habías llegado.
—Por supuesto tío.
—Vamos te mostraré tu habitación —me dijo Khate agarrándome por el brazo.
⏭ ⏭ ⏭
—La cena está deliciosa —le dije al tío.
—Sí, es cortesía de mi restaurante.
—Claro, porque a él se le quema incluso el agua —murmuró Khate.
No pude evitar reír.
—Que tanto secretean —se quejó.
—Nada querido papá, solo decía a mi prima que mañana podemos ir a conocer el restaurante.
—Por supuesto y de paso pueden ayudar —sugirió.
—Aunque pensándolo bien creo que... —interrumpió a mi tío.
—Solo bromeaba —sentí un suspiro de alivio de Khate—. Sabes algo Ava, Khate solo vino a visitarme porque le dije que tu venías.
—Que quieres que haga papá, te pasas todo el tiempo en el restaurant, me aburro mucho aquí.
—Puedes venir conmigo, ya es hora de que comiences a ganar tu propio dinero —sugirió.
—Eso sería una traición porque ya le cogí mucho amor al tuyo —respondió a mi tío poniendo una cara adorable.
Todos en la mesa comenzamos a reír por su ocurrencia.
⏭ ️ ⏭ ️ ⏭
En la mañana el tío nos llevó hasta el restaurante, por suerte lo hizo en su Volkswagen del 68 color azul. El cambio fue mucho mejor. Si lo sacó fue debido a mi prima, lo convenció de que no saldría de nuevo en esa camioneta y cedió porque no le quedó más remedio, se hacía tarde.
Luego de recorrer el lugar me senté en una de las banquetas de la barra con mi teléfono y revicé el Instagram. Mis amigas sin dudas estaban divirtiéndose muchísimo, tras un suspiro apagué el teléfono. Teníamos muchos planes los que tuve que cancelar a última hora.
Al levantar la vista vi a una mujer que llevaba sombrero y gafas. Tenía una actitud extraña como si estuviera buscando a alguien y al ver a Esteban, uno de los trabajadores del tío lo llamó. No pude seguir mirandolos porque mi prima comenzó a hablarme.
—Querida viste todao el restaurante, así que ya podemos irnos —anunció mi prima.
Empezó a caminar hacia la salida.
—Espera déjame tomar mi bolso.
Lo colgué en mi hombro y la alcancé.
—Vamos estoy loca por conocer Miami.
—Sí, aprovechemos que mi papá está contento y ocupado y nos está dejando salir. Tú lo conoces.
—Hace tiempo que no veía al tío, pensé que había cambiado.
—Claro que no, se volvió más controlador. Bueno ya dejemos de hablar de eso. Quiero decirte algo.
—Te escucho.
—El verdadero motivo por el que salí del restaurante es porque...
—Vas a encontrarte con alguien ¿cierto?
—Sí, ¿cómo lo supiste? —preguntó sorprendida.
—Porque te maquillaste y arreglaste más de lo habitual.
—Jaja. ¿Crees que exageré un poco?
—No querida, te ves genial.
—Ay, gracias. ¿Quieres acompañarme?
—No, disfruta tu paseo.
—¿Y entonces como te las arreglarás, no conoces la ciudad?
Saqué mi móvil y lo sacudí.
—Google Maps, GPS.
—Amo la tecnología —dijo—. Nos vemos en la pastelería aquella —apuntó hacia la esquina—, se me hace tarde.
—Ok.
—Llama si me necesitas.
—Por supuesto, Kim Posible.
Ambas comenzamos a reírnos por mi ocurrencia. Cuando se alejó, encendí el GPS y comencé a caminar. Todo lo que veía era muy diferente a Philip pero me encantaba. Tomé varias fotos para mostrárselas luego a mi mamá. El intenso calor del verano comenzaba a imponerse por suerte vi un vendedor de helados y me acerqué a su puesto. Necesitaba algo frío que me refrescara, si tenía barquilla y sabor aún mejor.
—Hola. Un helado por favor —le dije.
—¿De que sabor lo quiere?
—De fresa estaría bien —lo preparó con una gran sonrisa y agilidad.
—¡Disfrútelo!
—Gracias.
Me di vuelta y antes de poder saborearlo el lácteo corrió otro destino. Tropecé, por suerte no me caí, pero una bola salió de la barquilla y terminó en la camisa de un chico. No podía salir del asombro.
—Ay noooo —me quejé.
—No te preocupes es solo una camisa, si hubiera sido de chocolate no te perdonaría.
—Lo siento también por eso pero me refería al helado.
El chico se empezó a reír.
—¿No lo dices en serio verdad? —preguntó.
—Pues claro. Por tu culpa gasté dinero en vano.
—¿Acaso tengo culpa de que no te fijes por dónde vas?
—Sí me fijo, pero tú estabas muy cerca de mí.
—Claro la culpa nunca cae sobre el piso.
—Ey ustedes, si no van a comprar deberían de hacerse a un lado.
Se habían acumulado varias personas tal vez por curiosidad para presenciar nuestra discusión.
—Quiero un helado de vainilla —dijimos al mismo tiempo y luego nos miramos.
—Está bien —dijo el señor.
Una vez que pagué me alejé dispuesta a disfrutar del helado antes de que se derritiera.
—Ey tú. No te disculparás.
Me di vuelta, era el mismo chico.
—No hice nada malo. Pero soy tan buena persona que... —busqué en mi bolso—, ten.
Le entregué un paquete de toallitas limpiadoras. Él se quedó mirándome. Sin hacerle mucho caso saqué mi móvil para ver la hora y me di cuenta de que tenía que regresar, eran más de las doce.
—Ay nooo —fruncí el ceño—, tengo que irme —dije al chico que aún seguía ahí y le entregué el helado.
—¿Te has vuelto loca?
—Tal vez un poco —dije y le guiñé.
Intenté caminar lo más rápido que pude hasta llegar a la pastelería y unos minutos después apareció Khate.
—Vamos corre, mi papá nos matará. Ya es la una.
Caminamos de prisa y efectivamente, el tío nos esperaba fuera del local mirando hacia todos los lados.
—¿Dónde han estado? —preguntó una vez que llegamos a dónde estaba.
—Solo nos distragimos un poco, tomándonos fotos —intervine, mi prima se veía algo nerviosa.
—Khate por qué no contestaste mis llamadas. Me preocupé mucho.
—La batería se me agotó.
—Ya hablaremos. Ahora vengan a comer algo. Esteban luego las llevará a casa.
—¿Piensas que me creyó? —susurró Khate.
—A todos se nos acaba la batería —encogí mis hombros.
Ambas reímos pero no muy alto, teníamos que dar la impresión de estar apenadas por desobedecer.