Corazón Equivocado

Capítulo 5 "El sombrero verde"

 Ava.


—Listo. 
Cerré el cuaderno que mi prima me había regalado y la miré, todavía no había terminado de arreglarse las uñas.
—Quiero leer lo que tanto llevas escribiendo, en cuanto se sequen mis uñas.
—Ya escribí las primeras escenas.
—Más respeto, hablamos de la vida de mi padre.
—Uy lo siento. 
—A veces olvido tu amor por el teatro —me dijo—, pero está bien. Tenemos que hacer que su romance sea la envidia  de Romeo y Julieta.
—Jaja. Qué ocurrente.
—A ver préstamelo. De paso podemos escribir uno parecido para...
La interrumpí. No quería hablar de eso.
—Me dio un poco de hambre, quieres que traiga helado. ¿De limón verdad?
—Sí, por supuesto.
Le pasé el cuaderno rojo pasión y como ella estaba sentada en el alféizar  vi pasar a Harold en bicicleta, pero no me vió. 
—Está genial. ¿Podremos con todo? —preguntó luego de evaluar el contenido. 
—No estaremos sola en esto.
—¿A no?¿Le contaremos a Rosmary?
—No, buscaremos ayuda en otra parte —aclaré.
—Ya sé a que te refieres. ¿Qué haremos con el señor Hunk?
—Jaja. No es Hunk, es Huang —le corregí.
—Como sea. Lo que quiero es que no llame a mi padre.
—Ya se nos ocurrirá algo para que no nos vea salir. De seguro debe de tomar té en algún momento.
—Jaja, sí.
—Necesitamos unos binoculares y montemos vigilancia.
—Ok. Pero antes bajemos por los helados.                  

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Eran alrededor de las tres de la tarde cuando pudimos salir y el tío regresaba siempre a las cuatro treinta. Teníamos que encontrar rápido a Harold y convencerlo de que nos ayudara en nuestro loco plan.
—Hemos caminado por más de diez minutos y nada —se quejó mi prima—, voy a llamar a su amigo. Tal vez nos diga algo.
—¿Qué? Por qué no lo dijiste antes.
—Querías ver a Harold no a Marlon.
—Ok. Vamos llama.
Era más cerca de lo que pensaba, tuvimos que retroceder un poco. Él nos esperaba fuera de su casa.
—Hola chicas —nos saludó en cuanto llegamos al porche.
Su casa no era la exepción, también era color pastel como las demás del vecindario.
—Hola Harold —saludamos.
—No se queden ahí, si quieren broncearse yo las llevo a la playa.
—Jaja. A Ava le encantaría —dijo y prima y la pellizqué—¡Ay!— se quejó y Harold la miró—. A mí también, quiero tomarme unas cuantas fotos —agregó para que dejara de mirarla raro.
Una vez que entramos nos invitó a sentar.
— ¿Les traigo algo de beber?
—No, estamos bien gracias —respondió Khate.
—No te quitaremos mucho tiempo. Tenemos que estar en casa en una hora.
—Ok —dijo sentándose en un sillón al frente de nosotras.
—Te trajimos esto —le di la bolsa y la abrió.
—Oh gracias, dentro de un rato busco la camisa del Sr. Pemberton. Ahora me pueden decir que las trajo por aquí.
—Bueno —no sabía cómo comenzar—, mi tío nos castigó.
—Que mal. ¿Que edad me dijeron que tenían? 
—5 años Harold, estoy segura de que te lo habíamos dicho —le siguió la corriente mi prima.
—Ya veo —ambos empezaron a reír. Cuando vio que puse los ojos en blanco se puso serio—. Lo siento.
—No lo sientas. De hecho nos puedes ayudar —propuso  Khate.
—¿Cómo?
—Tenemos una idea en mente, pero como no podemos salir podrías conseguirnos algunas cosas —le dije.
—Ok. Ya dejen el misterio y hablen claro. La curiosidad me está matando.
—Debemos hacer que sean novios —soltó mi prima con dobles intenciones.
—¿Quienes? —preguntó y me miró.
—No es lo que estás pensando. Es mi tío, no nosotros.
—Nunca pensé en nosotros —contestó.
—¿Ah no? y por qué me miraste entonces si Khate te estaba hablando.
—A este paso serán novios antes de que mi papá y la señora Rosmary.
—¿Escuché bien? —preguntó el chico.
—Sí —confirmó mi prima.
—Lo siento pero no le haré de casamentero. El carajito de la flecha me cae mal.
—Ok. Vámonos Khate, al parecer fue una perdida de tiempo.
—Adiós Romeo —le dijo Khate porque también conocía la canción de Romeo que utilizaba esa frase. 
No sabía por qué fui a su casa. Qué me ayudara una vez no significaba que me sacaría de apuros cada vez que lo necesitara. El timbre sonó y  Harold se puso de pie para abrir la puerta. Nosotras lo seguimos para largarnos de allí. Cuando abrió la puerta salimos y nos encontramos a nuestra vecina.
—Jing, ¿Dónde has estado? —preguntó Harold.
—La respuesta la tienes delante de tus ojos. Tengo que agradecerle a tus nuevas amiguitas.
—¿Me explican que sucede? —preguntó Harold.
—No es necesario hacer un drama por esto —le dije—, tu papá también nos delató incluso en dos ocasiones.
—Eso no es justificación para que me arrojaran al fuego —me miró con odio.
—Fui yo quien lo hizo —reconoció mi prima—, ya estamos a mano. No me arrepiento, tu papá debería de meterse menos en nuestras vidas.
—Pero que dices, si fue tu padre quien ofendió al mío.
—Está bien chicas —intervino Harold.
—Ya nos vamos. Gracias por recibirnos en tu casa —dije.
Regresamos antes de que el tío llegara y por suerte no vimos al chino.
—Pero que se cree ella. Como puede culpar a mi padre.
Mi prima no había parado de hablar del asunto en todo el trayecto  y tampoco se detuvo al llegar.
—¿Y sabes que sucedió? —pregunté.
—Solo recuerdo que llevan enojados algún tiempo.
—Sí, pero algo debió de pasar. Intenta recordar.
Caminó de un lado a otro y al cabo de unos minutos me miró.
—No lo sé. Solo recuerdo que el Sr. Huang le regaló un jarrón a mi papá. Era de las primeras personas con las que había simpatizado. Mi padre quiso devolver el gesto y también le hizo un regalo.
—¿Qué tipo de regalo era?
—No lo sé. Han pasado al menos unos cinco años y sabes que mi papá es quien me visita. No vengo muy seguido.
—Es importante, trata de recordar.
Pasó una mano por su cabello rubio. 
—Lo tengo. Era un sombrero.
—Que le regalara un sombrero no era un motivo para que se ofendiera.
— Yo misma lo elegí. Era de color verde, en ese tiempo me encantaba ese color y además, el sombrero tenía buen precio.
—Sí. Tienes razón sin embargo en su cultura debe de tener otro significado.




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