Ava
—¿Quiénes son? —preguntó mi prima.
—Harold, no me dijo nada en el mensaje.
Estaban sentados en algunas bancas del parque. Nos acercamos a ellos, luego de los saludos nos miraron con atención.
—Ellas son Ava y Khate —nos presentó Harold.
Además de Jing y Marlon había una chica y un chico.
—Soy Jackie y ese de ahí es Raynier —dijo una chica mulata que llevaba el cabello trenzado.
—Mucho gusto —dije.
—Khate ¿cómo has estado? —preguntó Marlon.
—Pues bien y tú.
—Mejor ahora que te veo —contestó sonriendo.
Jing puso los ojos en blanco, sin duda nuestra presencia le incomodaba.
—¿Qué te pasó en la frente? —preguntó Raynier.
—Un accidente.
Harold cambió la mirada.
—Espero que no deje cicatriz —dijo la otra chica.
—También yo —le dije.
—Adiós chicos se me hace tarde —se despidió Jing.
—Acabas de llegar, quédate un poco más —sugirió Marlon.
—No quiero ser parte de esto —se marchó, no sin antes lanzarnos una mirada de odio a mi prima y a mí.
—¿Podemos hablar? —pregunté a Harold.
—Claro.
Nos apartamos un poco del grupo.
—Gracias por presentarme a tus amigos pero no creo que...
—Son de mi entera confianza, no te preocupes. Nos pueden ayudar.
No dejaba de mirarme.
—Si no dejas de mirar mi frente te haré algo parecido a lo que me hiciste.
—Jaja. Está bien. ¿Aún te duele?
—Un poco.
—¿Quiéres un beso? Dicen que tienen propiedades curativas.
—Sí, yo también lo creo —él sonrió—, si das un paso más verás como terminas en cuidados intensivos.
—Lo siento. Mi mamá estará feliz de cuidarme.
Sentí algunas risitas. Sin duda se reían de nosotros. Solo Dios sabía lo que pasaba en ese momento por sus mentes.
—Creo que será mejor que nos vayamos —le dije.
—Ok. ¿Algún progreso?
—Creemos que le gusta alguien más.
—Uf. Entonces comenzarán de cero.
—No. Tiene que ser ella, si tan siquiera supiéramos algunos de sus gustos las cosas serían más fáciles.
—Yo me encargo. Le preguntaré a Jackie, su madre es amiga de la Sra. Díaz.
—Perfecto. Ahora sí nos vamos. No quiero que nos atrapen.
—Ava.
—Dime.
—Que descanses.
Sonreí y asentí.
—Tú igual.
3 días después.
—Será mejor renunciar —dijo mi prima.
Pasaron algunos días y no había sucedido nada que pudiera hacer que mi tío se enamorara.
—Yo también me estoy cansando de la monotonía, ni siquiera parecen vacaciones.
—Llamaré a mi mamá, convencerá a mi padre y así nos dejarán salir un poco.
—Sí. Hazlo —la animé.
No siempre se gana, pensé.
Miré a través de los ventanales de cristal del restaurante del tío y vi a Esteban bajando de la camioneta, sí, la misma destartalada en la que me fue a buscar al aeropuerto.
—Espera. Se me ocurrió algo —dije a Khate quien dejó de lado su teléfono.
—¿Qué?
—¿Conoces bien a Esteban?
—Un poco. Lleva mucho tiempo trabajando para mi padre.
—Perfecto. Hemos encontrado a la persona indicada.
Los ojos de Khate se querían salir y luego frunció el ceño.
—Mi papá no es ga..
—Entendiste mal. Si lleva tanto tiempo trabajando con mi tío debe conocerlo bien, incluso le pudo haber confesado algo.
—No había pensado en eso. Ahora vengo. Veré que puedo hacer.
Estaba impaciente, mi prima llevaba unos veinte minutos hablando y al parecer no había conseguido nada.
—¿Y?
—La tenemos.
—Jaja. Estás hecha una detective.
—Ahora viene la tarea difícil.
—Hacer que tu padre se olvide de ella ¿no?
—No olvidar porque no podemos controlar eso, en cambio si ella no le diera esperanzas a mi padre...
—Sufriría por amor y buscaría un hombro amigo —completé la frase.
—El de Rosmary.
—Jaja. Esperemos que el karma no nos cobre esto que hacemos.
—Todo es por el bien de mi padre. Si ella lo quisiera le hubiera dado una oportunidad.
—Tienes razón.
—Cambiando de tema, ¿qué hablabas con Harold la otra noche?
Puse los ojos en blanco.
—Del plan.
—No lo creo pero se veían bien juntos.
—No comiences. Sabes que no quiero un amor de verano. Además tengo novio.
—Está bien. Pero eso no impide que se diviertan un poco, la que comenzó a hablar aquí de amor fuiste tú.
—Que hay de Marlon —torcí el gesto.
—Jaja. Así que jugando esa carta. Solo me cae bien. Mis ojos están en alguien más.
—¿Ah sí?
—No diré nada hasta que no esté segura. Como los deseos al soplar las velitas, no se cumplen si lo dices en voz alta.
—Espero que se te de. Ya tendremos experiencia para tu boda cuando organicemos la de tu padre —bromié.
—Jaja. Una boda antes de que se acabe el verano sería pedir mucho.
⏭ ⏭ ⏭
En la noche nos las averiguamos para tomar nuevamente el teléfono del tío y buscar específicamente el perfil de la mujer en quién él había puesto los ojos. Resultó ser la misteriosa mujer con gafas y sombrero que había visto en mi primera visita al restaurante. La bloqueamos y cómo al tío le costaba recordar los números también borramos su número. Días después de ello el tío se mostró muy triste, ha pesar de ello nuestro plan estaba dando efecto.
—Tal vez lo que hicieron fue lo mejor —dijo Harold.
Estaba recostado de la valla de madera blanca de nuestra casa. Sí, saltó del patio vecino.
—A penas come —dije algo triste Khate.
—No habla más de diez palabras diarias —agregé.
—Entiendanlo. Enterarse de que la mujer de la que estaba enamorado era casada fue muy difícil para él.
—Igual. Creo que ya es hora de parar con esto —dije.
—No prima, ahora más que nunca debemos ayudarlo a encontrar la felicidad.
—Quiénes somos nosotros para interferir en los caminos del amor.
—A veces solo debemos indicarle el camino, el amor se ocupa del resto —agregó Harold.
—Tienes razón mirándolo desde ese punto de vista —respondí.
—Harold ¿quieres algo de beber? — preguntó mi prima.
—No estoy bien así.
—Regreso en un momento, voy a tomar agua.
Nos habíamos comportado de manera egoísta aunque en el juego de casamenteras descubrimos la verdad. La Sra. Ponte, con la cual mi tío se estaba viendo visitaba el restaurante intentando pasar desapercibida; gracias a Esteban quien nos mostró un día quien era pudimos eliminarla de la lista de amigos del tío y su número de teléfono. Raynier y Marlon se encargaron de seguirla y vigilar la casa de Sra. Ponte y se dieron cuenta que no vivía sola, sino con su marido. El mayor problema estaba ahí porque de enterarse el esposo no sería bueno para nadie.
—Ava. ¿Cuántos días te quedan aquí?
—Tan desesperado estás de que me vaya —dije haciéndome la ofendida.
—No, no me entendiste me refiero a...
—4 semanas y algunos días.
—Ok. Lo decía porque no deberías de esperar a que tu tío sea feliz para divertirte.
—Y entonces como lo hago.
—Viviendo cada momento al máximo.
—Encerrada en esta casa, no veo que puedo hacer mucho.
—Sí, tú sola en una casa eres un peligro.
Lo miré entrecerrando los ojos y empezó a reír.
—Ni intentes hablar de...
—No lo mencionaré, pero fue muy divertido verte asustada. Jaja.
—Jaja. Fue un día muy largo. También está lo del microondas.
Recordarlo me hizo reír aún más.
—A eso me refería, deberías de sonreír más.
—Veo que se están divirtiendo —dijo mi prima.
—Ahora que lo dices se me ocurrió algo que hacer y no necesitarán salir de casa.
—¿Qué? —pregunté.
—Ahora regreso.
Se fue sin más. Regresó diez minutos después con Marlon.
—Hola chicas.
—Hola —lo saludó Khate.
—Cómo estás —pregubté
—Ya tu ves —dijo dando una vuelta—, mejor cuando empecemos a jugar.
—¿Jugar? —pregunté.
—Sí, vamos sentémonos.
Caminamos hasta una mesa que había en el patio.
—¿Cómo haremos las parejas? —preguntó Marlon a Harold.
—No lo sé, que dicen ustedes chicas.
—Ni siquiera sé de qué va al juego —me quejé.
—¿Son dominós? —preguntó mi prima emocionada.
—Sí —dijo Harold quien empezaba a sacar las piezas rectangulares de una caja.
—Tu sin dudas jugarás conmigo —dijo Marlon a Kathe.
—Pues enséñenme a jugar —dije.
—Está bien te explico.
Mi prima se sentó al frente de Marlon y yo de Harold.
—Este juego es bastante popular en los países latinoamericanos pero lo trajeron aquí, es muy conocido en nuestro barrio —dijo Marlon.
Y luego Harold continuó con la explicación.
—Así es. Cuenta con 28 fichas de 0 a 6 aunque existen otras variantes. Antes de empezar, las fichas se colocan boca abajo sobre la mesa y se revuelven para que los jugadores las recojan al azar en igual número cada uno (normalmente 7). En su turno cada jugador colocará una de sus piezas con la restricción de que dos piezas sólo pueden colocarse juntas cuando los cuadrados adyacentes sean del mismo valor (ej. el 1 con el 1, el 2 con el 2, etc. hasta el 6). Es costumbre colocar los dobles de forma transversal.
—Ava, ya aprenderás durante el juego —dijo Marlon—, empecemos.
—Ok. Gracias por la explicación.
Comencé a tomar las fichas.
—Oh lo olvidaba, el jugador que no puede colocar ninguna ficha en su turno tendrá que pasar el turno al siguiente jugador —aclaró Harold.
Me gustó cuando lo empecé a entender, pero habíamos jugado tantas partidas que mi prima empezaba a bostezar.
—Ni una partida más por favor —se quejó apuntándonos a todos—, ya casi es de mediodía. Harold fue una buena idea pero sabes cuál hubiera sido mejor.
—¿Cuál? —preguntó.
—2 palabras y mucha diversión —enarcó una de sus cejas y sonrió.
—Ni lo pienses —le dije.
Sabía a lo que se refería, ella elevó los hombros en señal de despreocupación.
—Verdad o reto —dijo finalmente.