Ava
Habían pasado muchas cosas y necesitaba hablar con alguien así que decidí llamar a Khate.
—Hola.
—Avaaa —dio un grito que aturdió mis oídos.
—Yo también te extrañé —le dije.
—Ayer hablé con mi papá.
—Entonces ya te debe haber adelantado algo.
—Sí. Como estás con todo eso.
—Pues genial. Mi papá tiene esposa y una hijastra insoportable. Incluso lo llama papi. Vamos a la misma escuela. Se cree la dueña de la casa. Aparte de eso todo está genial.
—Uy eso suena un poco a la cenicienta.
—Jaja. Tal vez mi padre no me defienda ante ellas pero aunque ame la paz si buscan guerra la tendrán.
—Así se habla. ¿Si quieres me puedo ir para allá?
—Jaja. No dejes a tu mamá y a tus amistades sola. Yo me las arreglaré.
—Espero que hagas amigos pronto.
—Hablando de amigos, no lo creerás.
—¿Qué?
—Hoy me encontré a Marlon y a los demás chicos.
—Genial entonces van a la misma escuela.
—Sí.
—Saludalos de mi parte.
—Por supuesto. Hay alguien más que dejé para el final.
—¿A quién? —preguntó curiosa.
—Axel.
—¿Qué Axel?
—El amigo del que me hablaste.
—No bromees —me dijo.
—En lo absoluto. Él fue quien me reconoció, por una de las fotos que subiste a Instagram.
—Oh, deben ser las de la playa.
— Fue lindo conmigo, me mostró la escuela.
—Más motivos para volver a Miami.
—Jaja. Él pensó que también te quedarías.
—¿De verdad? De casualidad no envían chicos por correos. Tienes mi dirección, encantada lo espero acá.
—Jaja. Ay por Dios Khate. Mañana se lo diré.
—Era broma.
—Está bien. Bueno hablamos después. Me daré una ducha para luego bajar a cenar.
—Ok. Mantenme informada.
—Claro.
⏭ ⏭ ⏭
Bajé a cenar, ya todos estaban en la mesa.
—No puede ser —me quejé.
—¿Qué sucede Ava? —preguntó mi padre.
— ¿No te gusta la langosta? —preguntó Gina.
—¡No!
—De haberlo sabido...
—No tenías como saberlo —dije interrumpiendo a mi padre.
Era alérgica a los crustáceos, pero mi papá no lo sabía, yo tampoco lo diría.
—Es el favorito de Gina, pensé que también te gustaría —dijo Michelle.
—Bien por ella —dije con indiferencia.
—Si quieres puedo mandar a que preparen algo para ti.
—No gracias. Buen provecho. De sólo verlas a ustedes perdí el apetito —llegué a dar algunos pasos hasta que la voz de mi padre me detuvo.
—Ava regresa y siéntate. No te acostarás sin cenar y discúlpate con mi esposa y con Gina.
—Descuida, no tengo hambre —seguí caminando sin mirar atrás.
—Ava —su voz se escuchaba algo enojada.
—Cariño dale tiempo, se acostumbrará —escuché decir a Michelle cuando subía las escaleras.
Al llegar a mi habitación me acerqué al escritorio y tomé los audífonos blancos. Luego de ponérmelos me tiré a la cama y cerré los ojos. No necesitaba escuchar más nada que no fuera música.
—¡Ava!
Por encima de la música escuché su voz. Abrí lentamente los ojos.
—Quítate los audífonos.
Los dejé en mi cuello.
—Hasta ahora no había dicho nada pero no permitiré que me desobedescas o que trates mal mi esposa. Aunque no la aceptes al menos deberías...
—¿Aceptarla? No tengo por qué. No fue mi desición venir aquí.
—Tu madre no tenía con quien dejarte y además de eso yo soy tu padre.
—Que bueno que lo recuerdes de vez en cuando.
—¡Áva!
—No tienes derecho de regañarme porque sabes que es cierto.
—No es así.
—Luego de su divorcio me visitabas cada tres meses, llamabas de vez en cuando, pero luego te fuiste distanciando tanto que llegué a preguntarme ¿Tengo padre?
—Mi trabajo no me dio mucho tiempo.
—Por favor déjame terminar. Ni siquiera llamabas para mis cumpleaños. Mi madre tuvo que ocupar ese lugar que dejaste vacío. Y no te justifiques con el trabajo porque incluso encontraste una esposa y a su hija.
—Entiendo que estés celosa, pero mi relación con tu madre terminó hace algún tiempo. Tenía derecho a rehacer mi vida y con Michelle soy feliz.
—Ojalá fueran celos. El verdadero problema es la falta de recuerdos contigo, pero al parecer no te ha importado mucho. Gina incluso parece más hija tuya que yo.
—Ava siempre serás mi única hija, aunque quiera a Gina...
—Me duele la cabeza, me podrías dejar descansar —inventé para terminar con esa conversación.
—Está bien. Hablaremos de esto después.
Cuando salió, dos lágrimas rodaron por mis mejillas. Mi teléfono comenzó a sonar. Era Jackie. Sequé mis lágrimas y lo descolgué
—Hola.
—¿Ya estabas durmiendo? —preguntó.
—Claro que no, apenas son las ocho.
—¿Y que haces?
Discutía con mi padre sobre su buena paternidad y el gran amor que siente por su nueva familia, pensé.
—Solo escuchaba un poco de música.
—Ah, nosotros vamos camino a una fiesta. ¿Te apuntas?
—Emmh —que más da—. Claro ¿Dónde es?
—Si quieres te pasamos a recoger.
—No es necesario. Envíame la dirección y estaré allí.
—Ok. Te esperamos.
Cuando colgué me cambié de ropa. Ya me había escapado de la casa de mi tío, no sería un problema hacerlo de nuevo.