Corazón Equivocado

Capítulo 20 "Tristán e Isolda"

Ava
El sonido de mi teléfono me despertó, miré mi reloj y eran las seis y cincuenta de la mañana. Pesadamente tomé el teléfono y lo descolgué.
—¿Qué quieres? —pregunté a Fred.
—Buenos días ¿no?
—Me acabas de despertar que quieres que te diga.
—Está bien. Lo siento, pero era importante.
—Ok, te escucho.
—Con respecto a lo que pasó ayer... no quiero que nadie sepa.
Me sentí ofendida, me veía cara de chismosa o que.
—Que ganaría con eso. Cuando terminemos con ese trabajo no nos veremos más, no quiero que mi reputación se dañe contigo cerca.
—Ja, ¿se dañe?. Eres muy graciosa.
—Si no tienes nada más que decir...
—Sí, una última pregunta.
—¿Cuál?
—¿Cómo me tienes registrado?
—Es en serio —quité el edredón y me puse de pie.
—Sí, me da curiosidad.
—Ok pero no te enojes conmigo.
—Claro que no.
—Latoso —le dije.
—No juegues conmigo.
—Digo la verdad.
—Que haré contigo, tantos apodos bonitos como bombón, osito, baby, crush...
Lo interrupí.
—No seas cursy.
—Deberías de probar con "Héroe".
—Jaja. Adiós, se me hace tarde.
—Ok. Espero que nos veamos hoy, pervertida.

Días después
Volvía a ser viernes, cuando sonó el timbre dio por concluida la clase de literatura.
—Dejen sus trabajos antes de irse —dijo el profesor Weler.
Entregué nuestro trabajo, el profesor se quedó observando a Fred.
—Spencer, que bueno verlo en clase. Su trabajo lo revisaré con sumo cuidado —y lo separó del resto—. Espero que no lo hayas hecho tú sola.
—No, trabajamos juntos. Él se leyó la obra de principio a fin. Me encargué de eso.
El profesor empezó q reír.
—Está bien. Aún así, en la próxima clase él lo expondrá.
—Está bien profesor, no lo decepcionaré —le dijo.
Ambos salimos de allí. Ya no quedaba nadie en los pasillos.
—No te noto muy feliz —le dije.
—No he podido besarte, me siento frustrado.
—Deja de decir estupideces—le dije dándole un golpecito en el hombro.
—Hablo en serio. Solo estoy cansado de que esperen lo peor de mí.
—Aún estás a tiempo de cambiar, si es lo que quieres. Solo sorprendiendo a las personas, notan el cambio.
—Debería de comprarte flores.
—Tampoco te pases. Play boy, sorprende a otras a mí no.
—Eso es lo que más me gusta de tí. Mientras más difícil, más interesante —pasó su brazo por encima de mi hombro.
—¿A dónde vas? —le pregunté pues no era la dirección de la salida.
—Al teatro.
—¿Teatro? —pregunté asombrada.
—Sí. Hoy hay ensayo, no te habían informado. Lo dijeron en el grupo de WhatsApp.
—No estoy en él.
—Gina debió olvidar añadirte.
¿Olvidar? Eso me sonó a que lo hizo a drede.
—No sabía que tú también estabas.
—Pues me apunté en cuanto vi tu nombre. Además necesitan de este galán.
—Sí, claro.
—En serio que lo habría hecho, pero estoy en él desde el año pasado. Sin embargo cuando vi tu nombre me alegré muchísimo.
Toqué nerviosa el anillo que tenía en mi mano derecha. ¿De verdad se puso feliz?
No seas estúpida, solo intenta hacer que caigas, pensé.
Abrió la puerta y entramos juntos.
— Ustedes también se inscribieron —preguntó la profesora.
— Sí —respondí.
—Entonces... ¿dónde estaban?
—Entregabamos un trabajo de literatura.
— OEspero que no vuelvan a llegar tarde y esto es de disciplina y orden, así que marchense.
Ya me iba a dar vuelta cuando la profesora dijo:
— Esperen, no olviden que es un taller de teatro y es necesario actuar.
— Aaa —dije.
Fred se había quedado estático mirando fijamente a la profesora.
—Les decía a sus compañeros que soy la nueva profesora de teatro. Mi nombre es Ivy Bramson y los estaré acompañado a lo largo del curso. Así que espero que nos llevemos bien y que podamos ganar ese premio de teatro.
—Siiiiiiii —gritaron todos.
—También buscábamos quien iba a comenzar a improvisar, pero como no hubieron voluntarios ustedes como castigo lo harán. Vamos. Digan sus nombres y el escenario es vuestro.
— OK —ambos subimos.
— Mi nombre es Ava.
Fred me habló al oído.
—Hagámoslo juntos. Un monólogo de cada uno tomará mucho tiempo y me quiero ir a casa —asentí y lo miré—. Tenía que servir de algo que me leyera el libro completo.
—Está bien, allá vamos. Qué te parece...
—El fragmento que seleccionaste de color azul —me dijo y asentí.
Me senté en una esquina apoyando mis codos y hechando la cabeza hacia adelante, Fred se acercó a mí y me abrazó con suavidad como mismo lo describía el clásico.
En el tiempo que nos reunimos para hacer el trabajo, él había visto esa escena subrayada. Cuando me preguntó le dije que era una de mis favoritas y al parecer la memorizó.
—¡Ay, bella adorada!, decidme, ¿qué os aterra, de qué os quejáis?
—Deténgase un momento —interrumpió la profesora—, buscaré un narrador. Me encanta Tristán e Isolda. ¿Ustedes tienen algún libro? —yo asentí—. Ok Gina ¿pudes ser la narradora?
—Por supuesto —dijo con una sonrisa fingida.
Busqué el libro y se lo entregué. Su mirada se dirigía de mi hacia a Fred. No sabía si estaba enojada por eso o si solo era porque le había robado ser el centro de atención. Como siempre.
—Vamos. Comiencen nuevamente —dijo la profesora Bramson.
Gina comenzó a narrar.
—Ella se apoyó en él con los codos. Este fue el comienzo de su audacia. Sus ojos claros como espejos se colmaron de lágrimas en secreto. El corazón se le desbordaba, sus labios dulces se llenaron. Su cabeza se inclinó totalmente hacia delante. Su amado la abrazó igualmente, sin apretarla ni mucho ni demasiado poco, tal y como es propio de un desconocido. Con suavidad y en voz baja:
—¡Ay, bella adorada!, decidme, ¿qué os aterra, de qué os quejáis?
—Lameir es mi aflicción, lameir apesadumbra mi corazón, lameir es lo que me duele.
Gina continuó narrando.
—Al oírla decir tantas veces lameir , reflexionó él y consideró con detenimiento y precisión el significado de esa palabra. Entonces se percató de que l’ameir quiere decir «amor», l’ameir «amargo» y la meir «mar». Le pareció que tenía todo un batallón de significados. Pasó por alto uno de los tres y preguntó por los otros dos. No mencionó al amor, el señor de los otros dos, el consuelo y la meta de ambos. Habló acerca del mar y de lo amargo.
—Creo —dijo—, bella Isolda, que os inquietan el mar y la amargura. Os disgustan el mar y el viento. Creo que ambas cosas resultan amargas para vos.
—No, señor. ¿Qué decís? Ninguna de estas dos cosas me conmueve. Ni el aire ni el mar me disgustan. Solamente lameir me hace daño.
—Cuando comprendió la palabra, descubrió que contenía el «amor» y le susurró a ella:
—En verdad, hermosa mía, a mí me ocurre lo mismo. Vos y lameir me asediáis. Queridísima señora, deliciosa Isolda, vos tan solo y vuestro amor habéis confundido del todo y tomado posesión de mis sentidos. Tanto me he apartado del camino que debí seguir, que no encuentro la senda para volver. Me causa dolor y pesadumbre, me parece sin valor y en contra mía todo lo que veo. Nada hay en el mundo que ame tan intensamente como a vos.
Sonó tan real que llegué a creer que esas palabras las dirigía a mi, suspiré.
—Isolda dijo:
continuó Gina.
—Señor, igual me pasa a mí.
Me encontré con su mirada y me sonrió.
— ¡Bravo! —exclamó la profesora quien comenzó a aplaudir y luego se incorporó el reto.
Me puse de pie al lado de Fred.
—Es bueno saberlo, que también te pasa —me dijo.
—¿Qué?
Solo negó y sonrió.
—Me pareció bien, tienen mucha química —nos dijo a ambos —luego miró a mi hermanastra—. Gina...
— Sí, profesora.
— Quiero felicitarte pero lo tienes que hacer con más naturalidad. Tu voz sonaba un poco indiferente y un tanto enojada.
—Debe ser producto al cansancio —se excusó.
Minutos después mis compañeros comenzaron a salir.
—Ava, luciste genial —me dijo Fred.
—Tú igual.
—¿Quieres que vayamos a tomar algo? Te prometo que no terminaremos en la estación de...
Antes de que terminara la frase llegó Gina y tomó a Fred del brazo.
— Fred necesito que me.... Aaa lo siento no sabía que estaban conversando.
Se veía muy claro que lo hizo a drede. Yo respiré hondo y le respondí.
— Descuida, ya me iba —rodé los ojos.
Me puse mis cascos blancos y me di vuelta. Fred quería decirme algo, pero ella interrumpió nuevamente. En la salida encontré a la profesora, ella era la misma Ivy de Guille, también me recordaba, luego de despedirnos unas chicas del grupo también se acercaron a mí.
—Hola Ava —me dijo una de ellas.
—Hola —respondí.
—Queríamos darte la bienvenida.
—Muchas gracias.
—Mi nombre es Audrey y ellas son Patricia y Thais. —ambas sonriero.
—Mucho gusto.
—Entonces nos vemos luego.
—Claro.
Después que se despidieron yo también decidí marcharme. Mientras conducía a casa me quedaron claras dos cosas. La primera: confirmé que Gina estaba enamorada de Fred. La segunda me asustó un poco más porque a lo largo de la semana había pasado tiempo con Spencer, pero en el escenario algo cambió, me puse nerviosa cuando sus brazos me rodearon, y sentí por instantes el calor de su cuerpo.
¿Será que me gusta Freddie Spencer?
Subí el volumen de la música para no escuchar la respuesta de mi cerebro, aunque sabía que era en vano.




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