Corazón Equivocado

Capítulo 34. "Nunca debí haber venido"

Días después
Ava
El estar en la casa de mi tío me hizo revivir recuerdos donde Harold formaba la mayor parte de ellos. Desde el principio siempre estuvo conmigo para sacarme de apuros como cuando la tubería se rompió o para ayudarme a emparejar a mi tío con la señora Rosmary o simplemente por el hecho de presentarme a sus amigos para que no estuviera sola.
Nunca había valorado tanto su presencia hasta que me di cuenta que podía perderlo como cuando comenzó a salir con Audrey. Ignoré muchas veces las señales de mi corazón acelerado y no quise verlo por temor a equivocarme y al final terminé haciéndolo por no elegir su corazón e ir tras el equivocado.
Por suerte las vacaciones de Navidad habían comenzado ese día todos irían al viaje que prepararon por la presentación exitosa de la obra de teatro pero yo preferí quedarme en casa. Escuché sonar el timbre, dejé de lado la laptop donde estaba viendo una peli y fui a abrir.
—Harold.
—Perdón por venir sin avisar —dijo sonriendo.
—No te preocupes. ¿Quieres entrar? —me hice a un lado y el entró.
—Vine a asegurarme de que todo estuviera en orden —dijo bromeando.
—No seas pesado. He mantenido mi mano lejos de cualquier cosa que se pueda romper.
Ambos empezando a reír.
—Perdón por interrumpir —dijo apuntando la laptop.
—Descuida. ¿Quieres sentarte?
—No gracias, en realidad venía a invitarte a un sitio pero si estás ocupada no importa.
—De que se trata.
—Mañana es el cumpleaños de mi madre y quisiera que me acompañaras para elegir el regalo perfecto.
—Ok. Dame 10 minutos y estaré lista.
Subí a mi habitación y comencé a probar me cosas pero nada me parecía bien.
—Ava tranquilizante, no es una cita —me recordé.
Encontré un outfit aceptable, me maquillé y solté mi cabello. Cuando iba bajando las escaleras mi tío llegó a la casa.
—Hola. No sabía que teníamos visita —dijo mirándome y luego a Harold.
—Hola Sr. Pemberton. ¿Cómo ha Estado?
—Muy bien muchacho y todo continuará bien si no sales de la casa con ninguna de mis camisas favoritas.
Ambos nos sonrojamos. Fue un momento incómodo para los dos.
—Jaja. Solo estaba bromeado.
Todos comenzamos a reír.
—Tío saldré de compras con Harold.
—Está bien. No regreses tarde.
—Ok.
—No tiene de que preocuparse Sr. Pemberton.
—En mis tiempos el chico pedía la mano de la chica antes de invitarla a salir pero ahora la juventud lo hace todo al revés.
—Tío nosotros no... —me interrumpió y miró a Harold.
—Y tu muchacho cuida a mi sobrina y cuidado con hacer algo imprudente eh —lo dijo mirándolo serio y yo solo me reí.
—Por supuesto señor. La traeré de vuelta hasta la puerta sana y salva.
—Muy bien. Ahora sí pueden marcharse.
Una vez que salimos ví un auto negro estacionado fuera de la casa.
—¿Es tuyo?
—Mmju. Lindo regalo de Navidad ¿no? —me dijo sonriendo.
—Sí, también lo creo.
—Serás la primera en estrenarlo.
—Wao que afortunada —dije sonriendo.
—Vamos señorita Jenkes —abrió la puerta del Porsche para mi.
—Que caballeroso.
—No lo hago para sorprenderte —dijo justificándose—, tu tío nos mira desde la ventana si no lo hago la pasaré mal la próxima vez que venga.
Al mirar disimuladamente pude ver que era cierto. Harold rodeó el auto y se sentó en el asiento del conductor y se colocó el cinturón de seguridad.
—Debería de secuestrarte —me dijo muy en serio.
—Vine por mi voluntad, así que no cuenta —enarqué una de mis cejas.
—No hablo de hoy sino para siempre. Sería estupendo que te quedarás para siempre Ava.
Pude ver la expresión en sus ojos pero nuestras edades quedaban muy pequeñas para tan grandes promesas.
—No puedo prometerlo pero estaré siempre que el corazón lo quiera.
⏭ ⏭ ⏭

Visitamos varias tiendas en busca del regalo perfecto. Harold me escuchaba y seguía mis instrucciones. Habíamos pensado en varias cosas pero me decía que esas ideas que se me ocurrían ya habían sido regalos de años anteriores.
—¿Que tal una taza terminca?
—No lo sé...
—Piénsalo, es invierno y cada vez que eche chocolate caliente tu imagen con ella saldrá —dije emocionada.
—Visto de ese modo. Está bien suena muy bien.
Una vez que estuvo lista la envolvimos y el regalo quedó listo.
—Ahora es mi turno de buscar mi regalo —dije halándolo por la mano hacia la joyería de al frente.
—Ava creo que vamos muy rápido, ¿ya quieres que compremos los anillos? —bromeó.
—¿No venimos a eso?
—Aunque tu tío estaría feliz, porque en sus tiempos... —lo interrumpí.
—Se lo que pasaba en sus tiempos. Y ni siquiera ahí el amor duraba para siempre. —me detuve de pronto al pensar en mis padres.
—No tiene que suceder lo mismo con todos, la solución está en no rendirse y en insistir.
—Tal vez —me alejé para ir a ver las vidrieras y los productos más de cerca.
Habían joyas hermosas pero decidí seleccionar unos pendientes largos de plata. Lucían delicados y sabía que quedarían perfectos con un recogido.
—Veo que encontraste algo —me dijo Harold al acercarse.
—Sí. Sin hermosos verdad —dije mostrándoselos.
—Estoy seguro que le encantarán.
Una vez que salimos de la joyería Harold se quedó mirándome.
—¿Quieres volver a casa? —preguntó sin ganas.
—Tu cara me dice que tienes otros planes.
—Así es. Entonces vamos que se nos hace tarde.
Harold se encargó de ser el guía turístico que necesitaba y me llevó a conocer esos lugares importantes que no había tenido la oportunidad de visitar y esos otros lugares especiales donde compartes con tus amigos. Había escuchado de la gran variedad de sabores pero experimentarlo de cerca fue sorprendente.
—Al parecer el paseo ha terminado.
—Sí podemos repetirlo siempre que quieras —me dijo.
—Por supuesto.
—Después de hoy estás obligada a quedarte. —me dijo con una sonrisa.
—Miami puede ser un paraíso siempre que estés con la persona indicada.
Nuestro paseo había terminado ya estábamos situados delante del Porsche negro.
—Ah, eso puede solucionarse —dijo guiñándome.
—Que tienes en mente Beckford.
—¿Beckford? Nunca me habías llamado así.
—Es un bonito apellido.
—Hablas como si quisieras llevarlo.
—¿Crees que combina con mi nombre?
—Se escuchó hermoso desde el primer momento que lo imaginé.
Fruncí mis labios.
—Entonces aparezco mucho por tus pensamientos —dije jugueteando con mis cabellos.
—Eso no necesita decirse. Desde nuestro primer encuentro no he podido sacarte de mi mente.
—Nunca pensé que fueras en serio.
—Mi corazón también va muy en serio Ava.
Mientras hablaba se acercaba más a mi y yo retrocedía hasta que terminé chocando con la puerta del coche. No iba a escapar a ningún lado y Harold tampoco quería que lo hiciera porque colocó sus brazos a ambos lados de mis hombros y sus manos reposaban en la ventanilla del coche.
—¿Qué estás haciendo? —le pregunté en un susurro.
—Lo que debí haber hecho hace mucho tiempo —se acercó a mi oído—, por qué no nos damos una oportunidad.
—¿Funcionará esta vez?
—Siempre que estemos dispuestos a arriesgarnos.
Acercó su rostro al mío, podía sentir su respiración cerca, su perfume era el mismo de siempre pero sentía diferente como esos olores que quieres tener siempre cerca.
—Hazlo ahora, antes de que mi corazón se salga —y no estaba hablando exageradamente.
Lo vi sonreír antes de cerrar mis ojos. Sus labios se acercaron a los míos y me besó lentamente como si no quisiera que el tiempo pasara. Parecía que era lo que necesitábamos hace tiempo pero no habíamos sido lo suficientemente valiente para ir a buscarlo.
Me llevó de vuelta a casa y abrió la puerta del auto.
—Gracias.
—Es un placer.
—Ya debería de entrar.
—Oh, casi lo olvidaba.
Sacó de sus bolsillos una cajita roja de terciopelo y la abrió.
—No te asustes no es un anillo de compromiso, aún.
Había una hermoso anillo con una nota músical.
—Es hermoso. —dije.
—Se que amas la música y apenas te separados de ella. Yo también quisiera ser así de importante para ti. Cuando lo mires quiero que pienses en los latidos de mi corazón por ti, es la mejor música que puedo ofrecerte.
—No me quedan dudas de eso.
—Si me permites, te lo puedo poner —asentí.
Extendí mi mano y el la tomó para colocarlo en el dedo índice de la mano derecha.
—Gracias —dije con una sonrisa.
—No te lo quites hasta que ponga un verdadero anillo de compromiso en tu dedo.
—Jaja. Eso ya lo veremos. Ahora me tengo que ir.
—Adiós, Harold.
—Adiós, Ava.




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