Aquella luz brillante que
aparecía desde lo alto del motel.
Sólo un vestido podía distinguir,
a lo lejos un alma que no reconocí.
Lluvia empezaba a mojarme,
y ella empezaba a caer.
Como una gota más,
caía con brusquedad.
La veía pero nada podía hacer,
porque cuando quise reaccionar
ya nada la pudo salvar.