Corazón Pequeño, Amor Grande

3. La venenosa de mi suegra.

Luna.

Cuando llegamos a la inmensa mansión de mis suegros —aunque de suegros no tienen nada, porque jamás me han tratado como tal—, sentí ese peso en el pecho que siempre me acompaña cada vez que debo poner un pie ahí. Pero no puedo hacer nada más que aguantar, al menos hasta que me alcance el último suspiro. Brunito insiste en permanecer a mi lado, quizá porque sabe que mi corazón tiene los días contados; los médicos ya han dado su veredicto: en cualquier momento puede dejar de latir. Y él, con ese amor extraño, no piensa soltarme hasta que sea mi último aliento.

Los empleados, silenciosos, caminaban como zombis sin ánimo. Mi suegra, al verme, se levantó con la misma arrogancia de siempre. Me saludó con un gesto seco de la mano, luego se acercó a su hijo y lo abrazó con una ternura que jamás ha tenido para mí. Un beso en su mejilla fue suficiente para recordarme que allí yo era una extraña y no era bienvenida.

—Dichosa de verte, hijo.
—Hola, Luna —dijo después, con una sonrisa falsa clavada en su rostro.

Pidió a los empleados que sirvieran el almuerzo y las bebidas. Me senté junto a Bruno, tratando de mantener la compostura. Minutos después bajó mi suegro. Saludó a su hijo con un leve movimiento de cabeza; a mí solo me dedicó una sonrisa hipócrita que preferí ignorar. Bastante tengo con soportar a mis propios padres.

El almuerzo parecía tranquilo, aunque en el plato había champiñones, justo lo que no podía comer. Sentí la mirada fija de mi suegra sobre mí, como esperando cualquier error. Así que tomé uno, lo llevé a mi boca y lo mastiqué lentamente, tragándome más el veneno de su mirada que el sabor del alimento.

Ella llenaba la mesa con preguntas hacia Bruno, mientras mi suegro me observaba con esa frialdad que me incomodaba profundamente. No era la primera vez, pero me hervía la sangre que se sintiera con el derecho de escrutarme como si yo fuera una intrusa.

De pronto, la voz de mi suegra cortó el aire:

—¿Y cuándo piensan tener un hijo?

Solté el tenedor y la miré directo a los ojos.

—Madre, no es el momento.

—Pero necesitamos un heredero, hijo. —Se volvió hacia Bruno con tono insistente—. Si tu esposa no puede darte un hijo, otra puede hacerlo. Ella jamas quedará embarazada.

Su descaro me encendió.

—¿Quiere un nieto? Búsquese uno. Embarace usted. Yo no pienso traer un hijo al mundo solo para satisfacer sus caprichos.

Mi respuesta provocó un silencio helado. Mi suegra me miró incrédula, y mi suegro golpeó la mesa con fuerza.

—¡¿Qué falta de respeto es esta?!

—¿Falta de respeto? —repliqué, con la voz temblando de rabia—. Usted me pregunta por qué no puedo quedar embarazada para darle un heredero. Pero si alguna vez llego a tener un hijo, no será para usted, ni para nadie más. Será mío.

—Pero si no puedes tener hijos —dijo ella con veneno en cada palabra—. Estás seca, cariño. No entiendo por qué mi hijo sigue contigo.

—¡Madre! —Bruno levantó la voz, más molesto que nunca.

—Es la verdad, hijo. Estás con una mujer que en cualquier momento se nos va a ir y que ni siquiera puede darte un heredero. Tienes que pensar en la empresa, en todo lo que tenemos.

Me quedé helada. Sentí como si me arrancaran la poca dignidad que aún me quedaba. Tragué saliva y me levanté lentamente.

—Creo que debo irme.

—¿Vas a huir solo porque mi Esposa habla de frente? —replicó mi suegro.

—Bruno me quiero ir. Ademas no huyo. Solo estoy cansada de escuchar lo mismo una y otra vez cuando vengo aquí.

Mi suegra ríe mirándome de mala manera.

Bruno suelta un suspiró, me tomó de la mano y, con un gesto firme, me pidió:

—Levántate, Luna.

Lo miré a los ojos.

—Claro con gusto.

—¿Hijo te vas a portar de esa manera?—Intervino su padre.

—El comentario de mi madre y de ti, no me interesa —dijo con decisión—. Estoy harto de escucharlos.

Y en ese momento, por primera vez en años, sentí que Bruno se ponía realmente de mi lado.

—Esta bien, me disculpo hijo. No te vayas, sigamos comiendo.

—Dudo que se sienta arrepentida. —Comenté y mi esposo me miró incrédulo, ni se diga de mis suegros querían fulminante con la mirada.

Viejos estúpidos.

Sabía perfectamente que estaba rebasando los límites de la paciencia de Bruno, pero él fue quien me trajo, así que ahora se aguanta.
Se sentó nuevamente y empezó a comer, no sin antes pedirle a su madre que dejara la conversación a un lado. Yo, sin saber por qué, me había comido todos los champiñones. Solo esperaba que no me brotara mi alergia de siempre, aunque creo que ya hasta me volví inmune a eso.

Al terminar de comer, mi esposo desapareció con su padre, mientras que yo me quedé con la compañía de mi suegra. Ella me miraba molesta. Sé que me odia… y yo también la odio. Nuestro desprecio es mutuo. Sonreí de lado, anticipando que empezaría con sus comentarios.

—Al parecer te gusta hacerte el centro de atención de mi hijo.

—¿Usted cree, suegra? ¿Por qué demonios actúa de esa manera? ¿Cree que me voy a dejar humillar por usted y por su marido? Mire, yo no tengo la culpa de que Bruno me haya traído aquí. De hecho, no me agrada venir, pero donde manda capitán no manda marinera.

Ella rodó los ojos.

—Eres tan descarada, Lunazai.

Hice un gesto con los ojos y la nariz, y eso la molestó aún más.

—No soy descarada. ¿Por qué no deja que su hijo haga su vida? Usted cree que yo no le puedo dar nada… dice que solo soy rica porque mis padres tienen dinero, pero que jamás podré ser madre. Tiene razón, estoy prácticamente a punto de expirar. Pero, ¿qué quiere que haga?

— Alejate de él, quiero que se busque una mujer buena, saludable, por ejemplo la hija del gobernador.

Por favor…

Solté un bufido exasperado y me rasqué el cabello antes de replicar:

—Mire, suegrita, el que no se aleja es su hijo. Él hace lo que quiere con su vida. Y si dice que estará conmigo hasta que la muerte nos separe, entonces yo qué puedo hacer… Solo acompañarlo hasta ese día. Así que le toca aguantarme, aunque no sé cuánto tiempo más. Pero de una cosa sí estoy segura: no pienso alejarme de mi esposo por darle gusto a usted.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.