Corazón Pequeño, Amor Grande

6. Sonrisa que enamora.

Luna.

Estaba revisando los ejemplares de mi cuento “El pingüino Perdido”. Había mandado a imprimir alrededor de doscientas copias, todas destinadas a regalar a los niños del orfanato… incluso a las hermanas que los cuidaban.
El clima estaba helado, así que opté por abrigarme bien
Me puse un pantalón de algodón, una camisa de manga larga, un suéter grueso y unas botas de felpa. Para completar, me coloqué un gorrito hecho por mi Nana Dinora.

Llamé al guardia para pedirle que me ayudara a bajar la caja donde guardaba los libros. Cuando él descendió con las cajas, le pedí que las acomodara en mi auto. Una vez listo todo, bajé al salón principal, donde me encontré con Dinora. Ella me miró con cierta preocupación y me preguntó.

—¿A dónde va, señora?

—Ah, bueno, tengo que ir de visita al orfanato —respondí sonriendo—. Pero no te preocupes, voy acompañada de varias personas. Solo no se lo digas a Bruno, ¿sí? Luego se molestará. Para él, sigo en mi habitación de lectura, tranquila. Hoy me siento más fuerte que nunca, Dinora. Si pasa algo, llámame, pero no creo que él venga sin avisar. Bueno… me voy.

Dinora asintió con un suspiro y me acompañó hasta la salida. Subí al auto mientras los portones se abrían lentamente, y al salir, tomé la carretera rumbo al punto de encuentro. Debía reunirme con Lucía y los demás trabajadores de mi librería; todos íbamos juntos hacia la casa hogar.

Cuando nos encontramos, Lucía decidió manejar por mi. Le indique a Edwardo que manejara con preocupación, él iba junto con los demás en el microbus donde se llevaba las donaciones.

Durante el trayecto, mientras observábamos las montañas cubiertas por la neblina de la mañana, mi emoción crecía. Estábamos a unas dos horas del pueblo, y no podía dejar de pensar en los pequeños que nos esperaban. Me alegraba saber que, gracias a nuestras donaciones, al menos tenían alimento y acceso a la educación.

—¿Crees que les gustará el cuento que escribí? —le pregunté a Lucía, con una sonrisa nerviosa.

—Sin duda que sí —me respondió—. Es muy bonito, y como es un cuento para niños, estoy segura de que las hermanas también lo disfrutarán. La hermana Rosa me dijo que hay varios pequeños a los que les encanta la lectura, especialmente cuando los libros tienen dibujos en cada párrafo.

—Exactamente —dije riendo—. Y esos dibujos los hice yo misma para que ellos lo disfruten.

—Lo sé, y por eso me alegra tanto verte tan emocionada… pero no te emociones demasiado, recuerda tu corazón, Luna.

—Voy a estar tranquila, lo prometo.

—Eso espero —replicó, medio en broma y medio en serio—. No quisiera que tu marido me gritara luego diciendo que por mi culpa te pasó algo.

—No tienes la culpa de nada, Lucía. Soy yo quien quiso salir por mi cuenta. Además, Bruno ni siquiera sabe que salí. De aquí a que regrese a la mansión, ya estaré en mi cama, leyendo como siempre.

Mi amiga rodó los ojos con una sonrisa escéptica.

—Ay, amiga… está bien, pero solo quiero que estés bien, ¿ok?

—Lo estaré —le aseguré, mirando el camino frente a nosotras, mientras el auto avanzaba entre el frío de la mañana.

***

Finalmente habíamos llegado al pueblo donde se encontraba la casa hogar. El aire era fresco y se respiraba una calma que reconfortaba el alma. Allí, las hermanas Rosa y Lucrecia, junto con algunos vecinos del lugar, custodiaban y cuidaban a los niños del pueblo y aquellos que no tenian familia o eran abandonados.

Mi corazón empezó a encogerse al verlos. En la entrada, varios pequeños jugaban con una pelota y otros se mecían en los balancines del pequeño parquecito. Reían, gritaban, y sus voces llenaban el ambiente de una alegría que conmovía.

De pronto, uno de ellos gritó con entusiasmo.

—¡Un coche! ¡Vinieron a visitarnos!

En ese momento bajé del vehículo junto con mis colegas y mi amiga Lucía. Los niños salieron corriendo hacia nosotros con sonrisas radiantes. La hermana Rosa apareció entre ellos y, al verme, caminó deprisa para acercarse.

—¡Pero si es la señora Lunazai! —exclamó con una sonrisa cálida.

—Hola, hermana Rosa. ¡Tanto tiempo sin verla! —respondí con emoción

—Es un gusto volver a verla. No esta casada vino hasta aqui para vernos.

Niego con una sonrisa de alegría.

—Pensé que el viaje sería más pesado, pero solo fueron dos horas. Para nada me siento cansada, asi que tranquila,

—Ay mi niña, gracias por venir a vernos —respondió con dulzura—. ¿Y esta hermosa chica, es Lucía, verdad?

—Mucho gusto hermana Rosa —saludo Lucia con entusiasmo.

—Sí, hermana. Y también le presento a mis colegas y trabajadores. Hoy quisimos venir a traerle los obsequios del libro que le prometí. ¿Se acuerda?

—¡Claro que me acuerdo! —respondió alegre—. Vengan, pasen, van a salvarnos el día.

—Chicos, por favor, bajen todo con cuidado. Recuerden que son alimentos, libros y un poco de ropa.

—Sí, señora —contestaron mientras se organizaban.

Lucía y yo caminamos entre los niños. Ellos nos rodeaban, algunos curiosos, otros tímidos, pero todos con una mirada llena de vida. Mi corazón latía fuerte; me sentía tan emocionada que apenas podía contener las lágrimas.

—¿Estás tranquila, verdad? —me susurró Lucía, sabiendo cómo soy.—No te quiero ver llorando de emoción. Trata de estar serena.

—Sí… tranquila —mentí con una sonrisa—. Pero vamos, no quiero que piensen que soy una llorona.

Mi amiga rie suavemente por mi comentario.

—Hermana Rosa, no veo a la hermana Lucrecia.

—Ella esta en la enfermeria con un niño, el mas pequeños de todos.

—Oh, bueno esta bien. Entonces donde podriamos reunirnos. —Quise saber a lo que ella, le indico a varias cuidadoras que nos llevara al campo mientras ella iria a buscar a la hermana Lucrecia.

Nos dirigimos al campo donde había varios árboles y un aire cálido y puro. Las maestras se acercaron con los pequeños, formándolos en filas. Yo me acerqué a mis trabajadores para indicarles que empezaran a repartir los paquetes de ropa; Lucía se encargó de las niñas y yo de los libros.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.