Jonathan
Los días pasaron bastante rápido que no pude darme un respiro y escapada para organizar ciertos pendientes con Erick, aunque no podía quejarme del todo dado que, tuve la oportunidad de conocerlo personalmente aún me intrigaba ¿Cómo Carter conocía a demasiada gente? Eso no era importante, sino que estaba agradecido con él por su ayuda en esta locura.
La ventaja que obtuve con la propuesta de César fue la elección del lugar donde llevaré a cabo mi contrataque. Elegí un sitio donde Sebastián pudiera sentirse cómodo y disfrutar la noche, mientras le presentaba a Erick esperaba que me olvidará para que ambos tuviéramos un nuevo comienzo.
Por una época, fui “feliz” sin tener ninguna preocupación. Mi vida comenzaba a marchar muy bien sin la necesidad de la intervención de mi familia como lo hice en mi adolescencia cuando terminé involucrando con Sebastián sentimentalmente, y no me arrepentía de haberlo hecho porque pude conocer a una maravillosa persona que me enseño una lección.
También, no deseaba lastimarlo más su corazón no soportaría el daño sin mencionar que recuperó la memoria; nunca podríamos estar juntos por nuestras familias y no estaba dispuesto a perder mi herencia por ningún motivo. Aquella herencia que la familia Ross tardo en construir por dos generaciones no se podía ir a la basura, y debía hacerme cargo de los negocios como toda tradición familiar.
Acomodó mi camisa antes de salir a través del espejo podía notar las diferentes arrugas por haberla tenido guarda por mucho tiempo, espero que Clarisa no vaya a regañarme ya que, ella solía planchar mis camisas después de lavarlas.
Abrí la puerta de la habitación sin hacer ruido y miró hacia ambos lados podía asegurar que no había ninguna señal de mi nana por la zona, «bien, aquí vamos». Con cuidado caminaba por el largo pasillo para llegar a las escaleras, en cuanto iba a poner mi pie sobre el escalón pude escuchar la voz de mi madre acercándose.
—Puedo saber, ¿A dónde vas? —cuestionó mi madre.
Tragó saliva.
Nunca me ponía nervioso con una pregunta como esta, pero viniendo de mi madre podía sentir temor con solo darle una respuesta que no fuera de su agrado debido a que, solía ser estricta conmigo con la finalidad de no descontrolarme por las amistades.
—Voy a salir al karaoke con mis amigos —respondí tímidamente.
Mezclando la verdad con poco de mentira.
—¿Cuándo me pediste permiso? — volvió a preguntar mi madre.
En esta semana nunca le pedí permiso para salir con mis amigos y no lo veía necesario por ser mayor de edad se suponía que podía tomar mis propias decisiones como un adulto joven, aunque en ocasiones solía cometer estupideces.
—Creí que no era necesario por ser un adulto —repliqué.
Mi madre soltó una risa por mi respuesta.
—Debes de pedirme permiso para salir, mientras vivas bajo este techo tendrás que seguir las reglas y no puedes irte por no haberme dicho —comentó mi madre.
Carajo, ¿Qué haré? Tendré que recurrir a una medida extrema para escaparme de esta situación.
—Si hablo con mi padre, ¿habrá la posibilidad de salir? —pregunté.
—Aún si lo hicieras no está en casa tuvo que salir de emergencia —dijo mi madre.
La suerte que tenía se desvaneció por completo justamente cuando la necesitaba y únicamente quedaba cumplir con la orden dada de mi madre, con ella no podía discutir por ningún motivo a causa de que recibiré un castigo a este paso.
—¿En serio no puedo salir? —insistí.
—Mi respuesta es un no y eso no cambiará —dijo mi madre—. No sigamos con esta pequeña discusión que me quitas tiempo para mi pendiente.
Rodé los ojos.
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Editado: 23.05.2020