Corazón Prohibido

Capítulo 27

Sebastián

Escuchaba el cantar de los pájaros.

Hice un quejido y cubrí mis oídos con la almohada.

Sentía un dolor terrible de cabeza y en mi cuerpo como si un camión me hubiera atropellado en la noche podía ver la luz que me conducía a una mejor vida después de haber cometido una locura de la cual me arrepentía. Jamás olvidaré mi traición hacia a Jonathan con besar a un chico desconocido y haberle contado a César acerca del rumor, sinceramente él no merecía una infidelidad de mi parte estando fuera de la ciudad.

—¡Sebastián! —exclamó papá.

¿No puedo seguir en agonía? Me tape de pies a cabeza, así podría continuar durmiendo un rato más sin ser molestado. Escuché como la puerta de la habitación se abrió rudamente, lo único que faltaba un regaño, sí papá trataba de conversar conmigo le diré que no me encontraba en condiciones de salir o hablar con alguien en estos momentos.

Papá inició moviéndome para hacerme despertar, lo cual causo que sintiera ganas de vomitar con cada movimiento debía de resistir antes de ser regañado, prefería estar muriéndome en cama que recibir otro castigo en estas vacaciones de verano.

—Despierta —insistió papá.

—Por el momento no me encuentro, puede dejar un mensaje después del tono —repliqué adormilado e hice un ruido típico de una contestadora.

Papá bufó.

—Debemos de hablar y es urgente —argumento papá, mientras me quitaba las sábanas de encima.

Tuve la sensación de un aire fresco pasar por mis pies descalzos, y abrí los ojos pude observar una mirada asesina de papá ¿se habrá enterado? Imposible, Santiago cogió las precauciones necesarias sin ser detectados por la policía local. Por otro lado, no actué como un adolescente problemático en la salida ya que, Jennifer cuido de nuestra seguridad.

Me levanté de la cama con el cabello alborotado y con un mareo insoportable. Realmente fue pésima idea beber dos botellas de tequila, no volveré a beber de esa manera tan fatal sin mencionar las náuseas que sentía y la garganta seca.

—¿Qué ocurre, papá? —pregunta, estiré los brazos y di un gran bostezo.

Papá se cruzó de brazos.

—¿Puedes explicar el vómito en el sofá y las llamadas de Jonathan? —cuestionó papá seriamente.

Tragó saliva.

Caray, entonces no extravié mi celular en el antro y al dejarlo en casa papá lo reviso debido a las llamadas y mensajes que enviaba Jonathan parte de la noche. Mordí mi labio inferior e inicie rezándole a Santa Ramona, ella podía ayudarme a salir del conflicto o reducir el coraje de papá cuando le cuente todo.

—Jonathan, es mi amigo —mentí­—, está preocupado por mí y siempre respondo sus mensajes en menos de dos minutos.

Otra mentira. ¿Cuándo dejaré de mentirle a papá? Cada mentira causaba el crecimiento de un problema que evitaba enfrentarlo, y creo que practicare la escena. Basta, Sebastián evita un castigo en estos momentos que no estás en condiciones.

—¿Cuál es su preocupación? —volvió a preguntar papá.

—Hay un rumor que César tuvo una recaía en las adicciones, y pues… Jonathan quiere que me aleje —replique.

Papá analizó mi respuesta; la duda puede ser mi perdición a está mentira. Aceptaré voluntariamente mi error y confesaré mi crimen cometido, aunque a un detective no podías mentirle tan fácilmente conocían todos los métodos posibles para descubrir la verdad detrás de una mentira, ese era su trabajo atrapar a criminales sin importar el precio que fuera.

—Lo sé, eso me dijo Jonathan cuando respondí a la llamada —dijo papá, entregándome mi celular.

Hice una sonrisa.

Fase uno superada. Ahora venía el cuestionamiento reforzado con información que ha buscado con sus conocidos y así podría atraparme en el juego de mentiras que he estado creando desde mis salidas con Jonathan, mi ventaja era mi experiencia en el arte de mentir.

—No creas los falsos rumores de César —comentó papá—, su estabilidad emocional ha estado mejorando en estos días, creo que le hacía falta un cambio también­—, no me has respondido la otra pregunta que hice.

Alzó una ceja.




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