03:00
Lincoln respiró hondo detrás de la máscara. El látex olía a goma vieja y a polvo. A su lado, Michael marcaba el ritmo con la pierna, como si la adrenalina lo obligara a seguir tocando una batería invisible. Frente a ellos, la puerta del banco. Una puerta automática. Una vida normal. Gente normal.
02:58
—¿Estás listo? —murmuró Michael sin mirarlo.
Lincoln no respondió. Su pulso retumbaba en sus oídos. Era la misma sensación que había tenido la primera vez que robó un celular a la salida de clase. Solo que ahora, si algo salía mal, no serían dos semanas de suspensión.
Serían años.
02:47
Fernando y Esteban ya estaban dentro. Vestidos como empleados de mantenimiento, se habían infiltrado minutos antes. Lincoln tenía la mirada fija en el reloj digital del poste de la esquina. Sabía cuánto tardaba en llegar la policía si alguien apretaba el botón de pánico.
Tres minutos.
El tiempo exacto que podía cambiar su vida para bien… o arruinarla por completo.
02:30
Michael golpeó su brazo.
—Recuerda por qué estás haciendo esto.
Lincoln pensó en su hermano con los zapatos rotos, en su madre calculando centavos frente a la estufa, en las cartas de rechazo acumuladas bajo su colchón. Pensó en su padre, detrás de una reja que olía a derrota.
—No quiero terminar como él —susurró Lincoln.
—Entonces, muévete.
02:00
Entraron.
El silencio del banco fue sustituido por gritos. Lincoln alzó la pistola de fogueo y apuntó al techo.
—¡Al suelo, todos!
Michael fue directo hacia los guardias. Rápido, seguro, como si lo hubiera hecho cien veces. Lincoln apenas podía moverse. Su cuerpo se había quedado atrás, atado a todas las dudas que no le dio tiempo de resolver.
01:22
Fernando gritó algo desde el mostrador. Esteban llenaba la bolsa negra con fajos de billetes. Lincoln temblaba. Una señora mayor lloraba junto a la puerta. Un niño lo miraba desde el suelo, con los ojos abiertos de par en par.
—Tres minutos —pensó.
00:48
Michael ya volvía. John debía estar con el motor encendido en la parte trasera. Todo iba según lo planeado. Pero Lincoln sintió cómo algo dentro de él se quebraba. Como si, en medio del caos, se diera cuenta de que ya no había marcha atrás.
00:17
Una alarma. No la del banco. Una interior.
La que suena cuando uno sabe que cruzó una línea.
00:00