Corazones bajo fuego

Capítulo 4

Jueves, 30 horas antes

La mañana del jueves fue distinta para Lincoln. El aire se sentía más denso, mas espeso de lo normal. En la ciudad nadie parecía notarlo, pero para Lincoln era evidente, quizá se debía al enorme estrés con el que estuvo cargando desde el martes que no permitía que viera la hermosura de aquel día.

Se dirigió hacia aquel galpón al que múltiples veces fue a llevar a cabo actividades no del todo legales. Fue el primero en llegar, como siempre. La puerta oxidada chirrió al abrirse y el polvo se levantó a me dida que sus pasos avanzaban. Se detuvo cuando pudo visualizar el panel del mapa colgado en la pared. Los horarios, las rutas de escape y cualquier información entorno a aquel robo se encontraba materializada frente a sus ojos.

Pocos minutos después llegó John junto a Fernando. Fer para los amigos. Quien traía colgada al hombro la maleta con las herramientas necesarias para llevar a cabo su plan. Algunos pasamontañas, sogas, guantes de látex, linternas, un par de radios portátiles y, envuelto en una toalla negra, dos revólveres.

—¿Cómo estás Lin? —preguntó John a modo de saludo.

—Igual que siempre.

—¿Igual que siempre? —respondió Fer— Hombre, te ves aterrorizado. Relájate, solamente robaremos un par de billetes, no será un ataque terrorista.

—Además, necesitas el dinero. ¿O me equivoco? —opinó John

Claro que necesitaba el dinero, su familia también lo hacía. Pero el temor y la incertidumbre lo tensionaban. No era miedo a que lo atraparan —aunque eso también jugaba un papel—, era esa sensación de estar metido en algo mucho más grande de lo que alcanzaba a comprender.

—Tranquilo, hermano —dijo Fer, sacando uno de los revólveres y revisando el tambor con movimientos rápidos, casi automáticos—. Todo está bajo control. Hemos hecho esto antes.

—No así —interrumpió Lincoln, sin alzar la voz. Caminó lentamente hasta quedar frente al panel con los horarios y los planos—. Nunca hemos hecho algo así de arriesgado. Nunca en pleno centro. Nunca tan expuestos.

Fer y John intercambiaron una mirada breve, pero cargada de entendimiento. Sabían que Lincoln tenía razón, pero no podían darse el lujo de vacilar.

—Por eso lo hemos planeado tanto, desde mucho antes de que Michael decidiera incluirte —dijo John, acercándose al mapa y señalando el croquis del banco— Mira, aquí es donde el camión blindado estaciona cada viernes con el dinero. Entran, descargan, y la mayoría de los fajos van directo a la reserva del sótano… pero no todos.

Lincoln se acercó, observando la línea trazada desde la entrada de carga hasta una pequeña habitación marcada en rojo.

—Esa sala de paso, ¿qué es?

—Son las cajas —intervino Fer, con tono seguro—. Un área de almacenamiento provisional. Ahí guardan parte del efectivo en compartimientos metálicos antes de que sea clasificado o distribuido a otras sucursales. Por protocolo, puede pasar hasta un día completo allí si no hay mucho movimiento.

—Y es justo ahí donde entramos nosotros —continuó John—. Fer y Esteban se encargarán de abrir las cajas. Ya practicaron con un sistema muy similar al del banco. No será fácil, pero con el equipo adecuado lo lograremos sin levantar demasiadas alarmas.

Lincoln se quedó en silencio unos segundos. Miraba el plano, pero su mente estaba en otra parte. En lo que significaría cruzar ese umbral, ejecutar cada paso como se había ensayado… y no cometer errores.

—Michael me dijo que preguntaste por la bóveda —murmuró John, sin apartar la mirada del plano.

Lincoln giró apenas el rostro hacia él.

—Sí… dijo que no era parte del plan.

John sonrió de medio lado, como si aquello le divirtiera.

—No lo es —dijo, bajando la voz como si le hablara solo a él—. No oficialmente.

Lincoln frunció el ceño.

—¿Entonces?

—Escucha —John se apartó del mapa y se acercó un poco más, su tono ahora más confidencial—. Lo que vamos a hacer mañana está bien. Entra, tomamos lo de las cajas, salimos. Rápido. Limpio. Michael tiene todo calculado. Pero lo de la bóveda… es otra cosa.

—¿A qué te refieres con otra cosa?

—La clase que no se le cuenta a todos. Mira —se inclinó hacia el mapa y señaló una sección más al fondo del croquis— Esto de aquí está en el nivel inferior. La bóveda verdadera. No la que usan para mover billetes al público que está en el primer sótano.

—¿Tienes certeza de que hay allá abajo?

—No realmente —murmuró John— Pueden ser muchas cosas, documentos importantes, joyas, piezas de arte, o incluso puede que sea más dinero —hizo una pausa— ¿Pero sabes qué? Quiero tomar el riesgo. Ya sabes lo que dicen, a mayor riesgo mayor ganancia.

En ese momento entró por la puerta Michael junto a Esteban. Este último cargaba una caja plástica negra entre sus brazos, la dejó con cuidado sobre una mesa improvisada de madera, mientras Michael lanzaba una mirada rápida al mapa que seguía desplegado frente a John y Lincoln.

—¿Ya empezaron sin nosotros? —dijo Michael, con ese tono irónico que nunca dejaba del todo claro si estaba bromeando o no.

—Estábamos repasando los puntos de entrada —respondió John, sin apartarse del mapa—. Nada que no sepan ya.

Michael asintió con la cabeza, aunque sus ojos se quedaron unos segundos más sobre John, como si sospechara que no le estaban contando todo. Luego se giró hacia los demás.

—Bueno, llegó el momento de repasar los últimos detalles. A esta hora mañana ya no habrá marcha atrás.

Esteban se sentó sobre una de las cajas metálicas y sacó de su chaqueta una libreta gastada.

—Fer y yo nos encargamos de las cajas. Como ya lo habíamos planeado. Entramos apenas el guardia se quite de nuestro camino, vamos directo a la sala de reservas. Tenemos algunos códigos ya confirmados.

—Y tú —dijo Michael, mirando a Lincoln— estarás conmigo manejando a las personas, guardias y empleados.

Michael continuó dando instrucciones, mientras Fer revisaba por tercera vez el contenido de su maleta. John, en cambio, se alejó lentamente del mapa y se sentó en una silla desvencijada cerca de la entrada, sin decir nada más. Su mirada estaba fija, casi ausente, pero Lincoln podía adivinar que en su silencio la idea del premio gordo de la bóveda seguía rondando la mente de su amigo.



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En el texto hay: policial, gay, amor lgbt

Editado: 21.05.2025

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