Corazones De Hielo

CAPITULO 3

CAPITULO 3

Helena tenía perfecta conciencia de donde se encontraba y porqué, no obstante, le costaba conciliar el sueño. Ni siquiera la cómoda cama, el par de suaves almohadas ni la cobija tibia lograban hacerle bajar la guardia. La bata entreabierta de Giannis se le quedó grabada en la mente y la perturbaba. Un mal movimiento y acabaría con la frágil confianza que tenía en sus intenciones. Con los sentidos exacerbados le parecía que en cualquier momento él dejaría de ser el caballero amable que había sido hasta entonces para derribarle la puerta y poseerla a la fuerza. ¿Un lobo disfrazado de oveja? Con esos pensamientos, era imposible dormir. Colocó una silla tras la puerta, por si acaso.

Se quedó un buen rato mirando la nieve caer a través del cristal de la ventana. A ese ritmo, sería imposible siquiera abrir la puerta la siguiente mañana. El viento soplaba gélido abanicando los pinos que rodeaban la casa y sus ramas creaban siluetas que le parecieron monstruosas.

Se arropó de pies a cabeza, dejando apenas un resquicio para respirar. Cerró los ojos y se obligó a dormir. El cansancio por el afán del día terminó por vencerla.

A la mañana siguiente, la caída de nieve había mermado. El frio seguía colándose y hacía querer permanecer tumbada hasta media tarde. Pero era su costumbre madrugar por lo que optó por levantarse. Se vistió con su acostumbrado e inalterable color negro y se dirigió a la cocina. Prepararía un buen desayuno al señor Sullivan a modo de gratitud.

Allí lo encontró. Propiamente vestido, con delantal puesto y esbozando una sonrisa de encanto.

—Buenos días, señorita. ¿Pasó buena noche? —fue su saludo.

—Buenos días, señor…Sí, gracias…Se me ha adelantado usted…

Un rico olor se desprendía de la estufa. Helena se sintió un tanto decepcionada de que él se le hubiera adelantado en la cocina.

Giannis sonrió y Helena le devolvió una sonrisa tímida.

—Ya puede ir sentándose, me falta poco para terminar —le dijo señalándole el camino al comedor con la misma mano con la que sostenía la espátula.

Helena se ubicó a la mesa. El café ya estaba servido y se quedó con la mirada perdida en el contenido de la taza. El pasado, ese que tanto deseaba olvidar, le cruzó por la mente como un rayo.

Giannis se asomó bandeja en mano minutos después.

— ¿Se levanta así de pensativa cada día o es solo por hoy? —inquirió.

Ella se sobresaltó y sonrió nerviosa con aquella pregunta que la devolvía a la realidad.

—Quería agradecerle por acogerme en su casa y le aseguro que me iré en cuanto tenga manera de entrar a la casa de mi tía. Se está tomando usted demasiadas molestias conmigo y no me parece —le respondió.

—Vamos, señorita…no es para tanto. Estoy contento de tener su compañía. Además, ¿Qué otra cosa puede hacer? No pensara irse de aquí como están los caminos…

—No ahora, claro que no…pero en cuanto pueda.

Giannis inclinó levemente la cabeza y la miró con gesto de reproche.

— ¿Tan mal la he tratado?

—Oh, no…ni lo diga…es solo que…bueno…este no era el plan. Mi tía se molestará si se entera que he pasado la noche en su casa…

— No se lo diremos —bromeó con una sonrisa pícara, guiñándole un ojo.

Luego cambió a un tono más austero

— ¿Pasar la noche en mi casa? No lo diga así que suena a escándalo…—le advirtió relajado, como quien suelta un chiste y no una advertencia.

Giannis la convenció de que se olvidara de todo y disfrutara el desayuno. Helena degustó con verdadero placer y él se sintió complacido. Llevaba mucho tiempo sin disfrutar una mañana serena, libre de trajines laborales, preparando desayuno para alguien más y disfrutando una agradable compañía.

— ¿Tiene planes para hoy? —preguntó Giannis para luego llevar la taza a su boca y dar el primer sorbo a su café.

Helena lanzó un resoplido.

—Como está la situación allá afuera…—echó un breve vistazo por la ventana y dejó la expresión a medias. Luego continuó — ¿Ha escuchado el informe del tiempo? Continuará nevando las próximas horas. Creo que será difícil cualquier intento de salir pero seguiré tratando de comunicarme con mi tía…

—No lo tome a mal pero, por mi puede quedarse todo el tiempo que desee. Yo tampoco he encontrado como regresar a New York.

Terminaron el desayuno y Helena insistió en ocuparse de limpiarlo todo y ordenar la cocina.

—Permítame hacerlo, por favor. Así sentiré que de alguna manera retribuyo lo que ha hecho por mí —le pidió.

Giannis entornó los ojos con coquetería.

—Solo si me promete que luego veremos juntos alguna película, echaremos una partida de ajedrez o charlaremos para matar el tiempo de la mejor manera. ¿Es un trato?

Helena desplegó una amplia sonrisa.

— ¡Es un trato!

La mañana pronto se convirtió en tarde. Las horas pasaron volando en el acogedor calor de la chimenea que contrastaba con la temperatura bajo cero que marcaba el termómetro externo. Echaron una partida de ajedrez que quedó inconclusa y vieron una película de acción que se extendió hasta las últimas horas de la tarde.

— ¿Qué te parece si me cuentas un poco de ti? —propuso Giannis buscando una conversación un poco más profunda que lo llevara a conocerla mejor.

Helena titubeó. Solía ser bastante reservada con su vida personal y tampoco consideraba que fuera lo suficiente interesante como para contársela a nadie. Con todo, hizo lo posible por hablarle de ella y tuvo cuidado de no excederse en detalles. Tenía demasiadas tristezas para su edad.

— ¿Qué le puedo decir? Tengo 24 años. Soy la sobrina de su empleada Theresa y vine a quedarme un tiempo con ella en lo que termino mi último año de diseño de interiores. Espero algún día irme de aquí y trabajar en una gran empresa.

— ¿Su familia siempre ha vivido en Aspen? —indagó curioso, deseoso de conocer sobre ella.

A Helena se le ensombreció la expresión con aquella pregunta.




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