Corazones De Hielo

EXTRA

EXTRA

La noche había caído fría y oscura. Afuera solo quedaba una nieve fina y esporádica aunque la ventisca seguía azotando.

— ¿Qué piensas del amor? —preguntó Giannis luego de que ya fueran por el tercer trago.

Él se mantenía bastante ecuánime tras los tragos. Los múltiples cocteles a los que se veía obligado a asistir le habían creado suficiente aguante. Helena, por el contrario, se sentía un poco mareada. Sin embargo, no quiso detenerse. Le era agradable la sensación de estar relajada, tranquila, conversando sin inhibiciones, sintiéndose libre de hablar con una persona a la que seguramente no volvería a ver nunca más en su vida.

—Pienso que es muy escurridizo. Apenas crees que lo alcanzas y se te escapa —respondió entre risas tontas provocadas por el alcohol.

—No pareces creer mucho…

—Desconfiada hasta la médula.

Giannis puso un poco de música suave. Era fiel fanático de la música instrumental y colocó un playlist en Spotify. Estaban sentados en el sofá del salón que, aunque amplio, permitía que tocarse estuviera al alcance de la mano.

La miraba extasiado. No solo la consideraba bella sino que además le parecía una mujer completa y capaz de enloquecer a cualquier hombre con su mezcla de inocencia y sensualidad.

—Entonces, pensamos igual. No me interesa para nada el amor —decía él.

—De acuerdo. Siempre llega a echarlo todo a perder —replicaba ella.

—Entonces, podemos entendernos.

—Ya nos entendemos…

Giannis se inclinó hacia adelante y dejó su trago sobre la mesa. Luego quitó el de ella de sus manos y lo colocó junto al suyo.

—Oye, ¿Pero, qué haces? Todavía no lo termino…

Él se acercó despacio y acarició su rostro un instante. Su boca seductora y experta estaba ansiosa por besarla. Quizás ella iba a decir algo más pero él calló su boca con el beso anhelado y ella no opuso resistencia. El aliento a alcohol dulce resultó afrodisiaco. Giannis abrió su boca e introdujo su lengua despacio para encontrase con la de ella.

La calidez del beso se fue tornado cada vez más vehemente. Giannis le susurraba palabras al oído que Helena no comprendía. Solo su aliento respirando sobre su rostro, su cuello y un poco más abajo era todo lo que deseaba sentir.

La fue despojando de su ropa poco a poco. Giannis, en efecto, no tenía nada bajo la bata cuya tela rebotaba por la excitación.

La poseyó allí mismo. Entre besos y jadeos. Con gemidos sonoros y silenciosos hasta llegar al máximo placer. Luego la tomó en brazos y la llevó al lecho, donde repitieron hasta caer rendidos, sudorosos pese al frio, y estremecidos por la pasión.




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