CAPITULO 11
Luego de reponerse de la impresión inicial, Margot pudo al fin hablar.
—Disculpen, pero ¿Está todo bien? Los gritos se oyen hasta afuera.
Allen se apresuró a responder.
—¿Gritos? ¿Qué gritos? —sonrió nervioso —Acá la señorita y yo acabamos de conocernos y solo hablábamos del nuevo proyecto de la empresa —voltea para dirigirse a Helena —¿No es cierto, señorita?
Helena no sabe qué responder. Su entera expresión la delata. Está demasiado alterada como para simular tranquilidad, pero debe hacerlo. En un esfuerzo supremo, responde con la mayor naturalidad que puede.
—¡Oh, sí! Por supuesto, todo está bien. Quizás fue que nos entusiasmamos demasiado en la charla…es que suelo ser demasiado efusiva cuando algo me emociona y este proyecto es muy importante para mí. Discúlpanos, Margot.
Margot los miró con incredulidad. No ha creído una sola palabra, pero finge hacerlo. Se retira dudosa dejándolos nuevamente a solas.
—Vete, por favor —pide Helena. Sus ojos al igual que todo su ser claman por el buen juicio —Es mi primer día de trabajo y es muy importante para mí hacerlo bien. Te lo estoy pidiendo de buena manera. Si tú me dejas tranquila, yo lo haré igual. No volvamos a hablar del pasado y podemos seguir sin que nadie se entere de lo que hubo entre nosotros. Ni siquiera tienes que explicarme quien es el verdadero, si Allen McGregor o Alexander Moore. Olvidémoslo todo y llevemos la fiesta en paz, por favor. De lo contrario, me veré obligada a renunciar.
Allen negaba con la cabeza mientras la escuchaba. Sus ojos la devoraban. Todavía le parecía increíble tenerla de frente y no iba a dejarla escapar otra vez.
—No, Helena. No he esperado todo este tiempo para ahora hacer como que no te conozco. Voy a dejarte en paz por ahora, pero recuerda que tenemos una conversación pendiente. ¡QUIERO SABER DÓNDE ESTÁ MI HIJO! No voy a renunciar a eso.
Helena no respondió nada. Angustiada como estaba, sentía el alma en un hilo. Allen caminó hacia la puerta para marcharse, pero antes volteó el rostro para decirle:
—Esto no ha terminado. Volveremos a hablar —sentenció con el ceño fruncido y con eso se marchó.
Helena cayó desplomada sobre su asiento en cuanto se encontró sola. ¿Qué pesadilla era aquella? De todos los lugares del mundo vino a caer en la boca del lobo. Y ese lobo quería remover el pasado, ese que ella creía superado.
Los pasos de Margot acercándose se detuvieron al llegar a su puerta. Aprovechó ver marcharse a su jefe para regresar a la oficina de Helena.
—Ahora cuéntame la verdad. ¿Por qué los gritos con el señor McGregor? —fue directa al grano.
Helena inhaló aire profundo y lo retuvo, luego lo soltó de golpe. Esos pocos segundos los usó para darse cuenta que no valía la pena ocultar lo evidente.
—No me imaginaba que el segundo jefe también lo conocía…—dijo sin percatarse de su admisión.
—¿Cómo que también? ¿Conocías al señor Sullivan? —sus ojos grandes y expresivos se llenan de asombro.
Helena asintió.
—A Giannis lo conocí hace poco más de un año y no imaginé que era el dueño de esta empresa…son cosas que uno no se espera…y bueno…
Margot ladea la cabeza. No termina de comprender.
—¿Giannis? —inquirió enarcando una ceja.
—Debo decir al señor Sullivan —corrigió.
—Oh…ya veo… ¿Al señor McGregor también?
Helena afirmó con la cabeza. No valía la pena negarlo.
—¡Vaya! Y yo gastándome el sueldo en el cine y mira que película tengo aquí.
Helena sonrió levemente. Se mordió el labio inferior en un gesto que denotaba su propia incredulidad ante lo acontecido. Cuando creyó que las aguas se habían calmado, que podría retomar las tareas del trabajo, Margot soltó la pregunta que más ella temía.
—¿Tuviste un hijo con él? Disculpa que te lo pregunte, pero afuera se escuchaba todo.
Helena no supo que responder. Todo lo que tanto se empeñó en ocultar salía a la luz pública en su primer día de trabajo. En especial le mortificaba pensar que Giannis llegara a enterarse.
“Si tan solo Alexander…o Allen…o como se llame, pudiera callarse...” pensaba.
—Si no quieres responder, no tienes que hacerlo. Es tu vida y tienes derecho a tu privacidad. Solo te aconsejo que te cuides del señor McGregor. No es buen árbol para arrimarse…
Helena sonrió y le agradeció el consejo.
—Olvidemos esto, ¿quieres? mejor cuéntame cuando comenzaremos el proyecto con el arquitecto Benetton. ¿Porque sí estará en el proyecto, cierto?
A Margot le brillaron los ojos y sus labios se tornaron en una amplia sonrisa.
—¡Sí! —exclamó llena de júbilo —¡Vendrá mañana!
Helena también sonrió. Le causaba alegría verla tan animada con la sola mención del arquitecto. Además, eso hizo que Margot olvidara por un momento el desagradable asunto con Allen.
El resto del día transcurrió sin mayores contratiempos. Allen no volvió a asomarse por su oficina y Giannis la llamó por el intercomunicador para invitarla a almorzar. Ella buscó una manera amable de negarse.
—No sé…te agradezco pero quizás sea contraproducente. Ya sabes, la gente puede malinterpretar…y bueno — se excusó.
—¿Qué gente? Yo soy el jefe y bueno…te informo que una regla de esta empresa es que el jefe siempre invita a almorzar a sus nuevos empleados…
—¿En serio? No sabía…
Giannis soltó una carcajada.
—Te he tomado el pelo —admitió —pero en serio, quiero que aceptes mi invitación. Ya es casi la una y estoy hambriento. Vamos, anímate, dime que sí…—le pidió con tal encanto que no pudo negarse.
—De acuerdo. Vamos…
Helena se repasó el pintalabios en un pequeño espejo de estuche y salió a encontrarse con él. Salieron juntos y sonrientes bajo la mirada estupefacta de Margot y el enfado de Allen cuando los vio partir.
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Editado: 04.03.2025