Corazones Diferentes

¿Fiesta o travesura?

¿Fiesta o travesura?

Santiago

Cada 31 de octubre en Kiwiah City celebramos la noche de brujas pasando un momento agradable con amigos, pareja o familia, ya sea en un antro bailando a ritmo de la música bajo las luces de neón, haciendo travesuras a las casas con papel higiénico o simplemente se encerraban en una habitación a disfrutar un buen maratón de películas en Netflix.

Creía que César me llevaría a una fiesta de disfraces con sus amigos de la facultad o estaríamos cometiendo una tontada en un cementerio, mientras cazamos fantasmas para hacernos virales en Loop, pero no fue así prefirió quedarse en casa a ver unas películas de terror y podía sentir una tranquilidad en mi interior porque no obtuve una experiencia cercana a la muerte.

Era extraño pasar un día festivo encerrados. Él prefería la diversión y emborracharse hasta caer al suelo, aunque mejor no hacía ninguna pregunta para saber el por qué estábamos en casa mi abuela haciendo un plan tranquilo.

—¡Adoro esta película! —dijo César, mientras bebía su cerveza.

Olvidé mencionar que César estaba en el sofá bebiendo cerveza tras cerveza y comiendo una pizza entera de pepperoni. Habíamos mirado la película de crepúsculo, un hombre lobo en paris y para finalizar las favoritas de mi novio una película de muertos vivientes.

—Lo sé, hemos visto la película unas diez veces —dije.

Cada cierta temporada miramos las películas animadas de Resident Evil y Spider man que eran las favoritas de César. En cambio, yo prefería las comedias románticas porque me hacían recordar lo bello que es vivir a pesar de tener dificultades. Muchas personas nos quejamos cuando nos va mal en la escuela, cuando mamá nos regaña o cuando cometemos un error olvidando el verdadero aprendizaje que hay detrás de esa experiencia. No somos perfectos sino seres humanos que venimos a disfrutar los placeres de la vida.

—A Sebastián también le encantan —dijo César—. Recuerdo cuando nos desvelamos jugando a los videojuegos a espaldas de Mauricio.

—Estuve ahí, girasol —dije—. Mauricio se enfadó mucho y terminó cortando la electricidad para que nos fuéramos a dormir.

César soltó una carcajada.

Hubo una temporada que estuve viviendo en casa de los papás de César. Sucedió cuando falleció mi abuela y me quedé solo en el apartamento sintiendo un vacío que no podía llenar con nada, intentaba llenarlo en recordar los momentos que pasamos juntos y no obtuve resultado solamente un dolor profundo en el corazón al recordarla.

Los Ferrer me recibieron dando una mano de ayuda. No tuve ningún inconveniente en aceptarlo porque César me dió su apoyo cuando necesité a alguien a mi lado y justamente eso hacía cuando él me necesitaba, me mantenía a su lado sin importar lo grave que fuera.

—Cierto, deberíamos vivir juntos —soltó César.

Casi me ahogo con el agua mineral que estaba bebiendo, ¿vivir juntos? nunca había pensado en mudarnos juntos y empezar una relación más sería, aún no me sentía preparado para dar ese paso. Lo amaba, pero aún quería un poco de libertad para hacer lo que disfrutaba hacer en mis ratos libres, sé que nuestra pareja debe acompañarnos en el camino de nuestros sueños, metas, entre otras cosas, pero ambos estábamos de acuerdo en mantener una distancia.

—¡¿Qué?! —cuestione, con voz sorprendido.

César puso pausa a la película y giró su mirada hacía mí. Me sentía incómodo cuando cometes una indiscreción frente a tus padres que no sabes si vas a recibir un regaño o una plática motivacional.

—Imagínate nuestra vida juntos —dijo César—. Tendríamos cientos de aventuras desde romántica hasta deamadrosas.

—Vaya, tendría miles de historias que contarle a nuestros hijos —replique.

—¿Hijos? —cuestionó César, con voz asustada.

Cuando iba a pronunciar mi respuestas las luces del apartamento parpadearon varias ocasiones hasta quedarnos en una oscuridad en cada rincón de la habitación, debían ser los adolescentes que decidieron jugarnos una broma pesada en cortarnos la electricidad.

—¿Crees que fue Michael Myers? —preguntó César, con voz curiosa.

—Por favor, girasol —me queje—. No existen monstruos ni asesinos de halloween. Solo hay personas malvadas en las calles.

Prendí la linterna del celular para tener una mejor vista y no sentirme en un ataúd.

—¿Seguro? —argumentó César—. Mamá me contó la historia de muñecas, el asesino serial que aterrorizaba la ciudad o qué dices sobre la leyenda del espíritu de las cenizas.

Kiwiah City aparentaba ser una pequeña ciudad dónde los empresarios invierten su dinero en las actividades económicas principales detrás de esa capa de crecimiento financiero y político existía una ciudad rica en costumbres espirituales y místicas que ninguna persona lograba entender. Era común tener un barrio de magia dedicado a las lecturas energéticas, tarot y hechizos gracias a ello también tenemos leyendas urbanas que nadie ha logrado comprobar su veracidad.

Además conociendo a mi novio con sus creencias de brujos, lo entendía cuando quería asustarme con una historia de un fantasma absurda que me tenía sin cuidado.

—César mejor descansa haz bebido mucho —dije.




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