Corazones En El Limbo

Capitulo 7—Sombras y destellos

Los días siguieron su curso habitual, con esa rutina dulce y reconfortante que me anclaba a la seguridad de su lado, a la promesa de un amor que se sentía eterno. El roce de su mano, la cadencia de su voz, la previsibilidad de nuestros encuentros; todo era un escudo contra lo desconocido. Pero, a pesar de la felicidad tangible, de la solidez de mi relación, las señales del otro lado se hicieron mucho más intensas, mucho más frecuentes, reclamando mi atención con una urgencia que ya no podía callar ni ignorar. El velo entre los mundos se estaba volviendo delgado y frágil.

Cada noche, el mismo sueño me envolvía sin falta, con una claridad vívida que se sentía más real que la vigilia. Era un bosque indómito, antiguo, poblado por árboles colosales cuyas copas, tan altas que parecían tocar el cielo, tejían una oscuridad profunda y protectora. El aire bajo sus ramas era espeso, y sentía que los árboles susurraban mi nombre en una lengua ancestral que, aunque desconocida, resonaba en la médula de mis huesos. Mucho más allá de la arboleda, las Tanzis se alzaban majestuosas hacia el cielo, cimientos flotantes de piedra pulida sobre los que se posaban palacios tan hermosos y plateados como los de los cuentos de Disney, pero con una arquitectura que desafiaba la gravedad y la razón. Aunque el recuerdo siempre se desdibujaba al despertar, volviéndose neblina en mi mente, me quedaba una punzante sensación de vacío a lo largo del día, como si mi alma se hubiera desprendido de mi cuerpo en la noche y se hubiese quedado atrapada en la neblina de aquel mundo onírico, luchando por regresar.

Una tarde, mientras esperaba el ómnibus en la parada de siempre, con la mochila pesando sobre mi hombro, el destello reapareció. Esta vez no se desvaneció al instante con el parpadeo o al girar la cabeza, sino que permaneció flotando frente a mí: una luz tenue que vibraba en el aire con una cadencia suave, casi como si estuviera respirando. La noté cálida. Me acerqué con extrema cautela, casi sin respirar, el corazón latiendo a un ritmo frenético y descontrolado en mi garganta. Extendí la mano, sintiendo la extraña energía que emanaba, pero un bocinazo estridente y repentino de un auto que me sobresaltó, me sacó del trance. A causa de eso la luz se desvaneció como si el ruido la hubiera espantado, dejándome sola con mi pulso acelerado.

Ese brillo persistente, el murmullo incitante que viajaba en el viento, las imágenes recurrentes de los castillos plateados en mis sueños, me llevaron a preguntas constantes... ¿Qué significaban en conjunto? ¿Eran la señal de un destino que me llamaba o un ser del más alla que buscaba comunicase conmigo? ¿Y si no soy lo que creo ser?. Y asi me llenaba cada vez de más preguntas sin poder responder alguna.

Obvio que no le conté a nadie, ni siquiera a él, por temor a dos cosas: a preocuparlo profundamente y a que me considerara extraña, a que pensara que estaba inventando cosas. El temor a perder la normalidad y la estabilidad de mi vida me selló los labios. Guardé el silencio, manteniendo la fachada de que todo estaba en perfecto orden. Pero la pregunta resonaba en mi interior con una obstinación doliente que no me dejaba: ¿Por qué yo? ¿Por qué esta extraña manifestación me buscaba en medio de mi vida común, justo ahora que era tan estable y normal?. Las preguntas se repetian una y otra vez.

Intenté conciliar el sueño esa misma noche, arropada por la duda y el miedo a lo que vería al cerrar los ojos. El aire de mi habitación se sentía anormalmente frío y denso, a pesar de estar bajo un edredón. Me acurruqué bajo las sábanas, tratando de ignorar la sensación, pero por el rabillo del ojo, vi un resplandor en la pared, pequeño, pero evidente, como si una linterna hubiera sido encendida de repente desde una realidad paralela a la nuestra. Me giré de golpe, y la luz se extinguió, desapareciendo en la oscuridad. Me quedé despierta hasta muy tarde, los ojos fijos en la negrura de mi techo, con la absoluta certeza de que algo inminente, algo que cambiaría mi vida de forma drástica, estaba por suceder.

Al día siguiente, la sensación se aferró a mí con más fuerza que nunca, convirtiéndose en una segunda piel. Cada vez que caminaba por mi habitación, un leve cosquilleo eléctrico recorría mi piel, como si el aire circundante estuviera vivo. El murmullo que escuchaba solo en la noche parecía acompañarme también de día, mucho más sutil, pero imposible de ignorar en el fondo de mi mente.

Cuando amanecio, fui a desayunar, mientras lo hacía, un reflejo de luz que no se parecía al sol se deslizó por el borde de la ventana, apenas un indicio, pero suficiente para acelerar mi pulso y hacerme soltar la taza de golpe. Me giré, esperando ver a alguien, pero la cocina estaba vacía y la casa en silencio. Intenté justificarlo como simple luz del sol reflejada en el metal, pero la sensación de estar siendo observada, de ser rastreada por algo o alguien, era ineludible y me ponía la piel de gallina.

Salí de casa, camino a la Universidad, esforzándome mucho por enfocarme en la rutina, en sus mensajes de buenos días, en la normalidad de mi día, pero el brillo apareció de nuevo, esta vez más fuerte y decidido, justo frente a mí en la calle, cada paso que daba la luz avanzaba a mi lado. Mi respiración se cortó en el pecho. Me quedé inmóvil, con la mirada fija en el punto donde la luz ahora más intensa que nunca, parecía vibrar y respirar por sí misma, esperándome.

Quise avanzar, tocarla, descifrar su naturaleza extraña, pero el miedo primitivo me hizo retroceder un paso. Sin embargo, en el fondo, una curiosidad irrefrenable me dominaba: algo en mi interior me decía que debía seguir observando, que no podía darle la espalda a aquello, a pesar de mi total incomprensión y el riesgo que sentía, el llamado era más fuerte que mi miedo.

Cuando por fin llegué a la universidad, la luz se había retirado de nuevo, pero la sensación persistía: un susurro invisible que recorría mi piel, anunciando que un evento monumental, un punto de no retorno, se acercaba, algo que transformaría todo lo que yo creía conocer de mi vida.



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En el texto hay: fantasia, destino, amor

Editado: 30.11.2025

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