Corazones En El Limbo

Capitulo 14—Equilibrio

Los años siguientes transcurrieron con la cadencia tranquila y segura que yo había anhelado durante la época de la grieta. La estabilidad era ahora nuestra aliada más fuerte. Ya no había turbulencias, solo la navegación serena de una vida compartida entre dos personas que se amaban y se honraban. Mi compañero y yo consolidamos nuestro hogar, nuestras carreras y nuestro círculo de afectos. La sombra de la duda que me había consumido se había desvanecido tan por completo que, en retrospectiva, aquel período de doble existencia parecía un sueño febril, ajeno a mi yo actual.

Sin embargo, el alma, aunque liberada del conflicto, nunca olvida el camino recorrido. La sabiduría adquirida en la grieta se había infiltrado en mi personalidad, moldeando mis reacciones y mis prioridades. Había una serenidad en mi forma de abordar la vida, una aceptación de la impermanencia, que me distinguía de mis pares. Yo no temía a los finales, porque sabía que la existencia era cíclica, y que el amor trascendía la forma física. Esta convicción me hacía una compañera excepcionalmente paciente y comprensiva.

Mi compañero, que me amaba por la mujer que era ahora, a menudo bromeaba sobre mi "filosofía zen".

—Antes te preocupabas por el tiempo de cocción del arroz, y ahora me dices que todo se resuelve con perspectiva cósmica —me decía, riendo, mientras me abrazaba.

Yo le sonreía, sabiendo que mi perspectiva era literalmente cósmica. La lección de que el amor verdadero exige integridad me había permitido entregarme a él sin restricciones, y él respondía a esa entrega con una confianza absoluta. Nuestro lazo era inquebrantable, no por la ausencia de pruebas, sino por la verdad que lo cimentaba.

Pero un día, mientras ordenaba un viejo baúl familiar, encontré un objeto que no pertenecía a mi memoria activa: un pequeño amuleto de piedra, tallado de forma irregular. No era de mi familia ni me recordaba a un regalo suyo. Al tocarlo, sentí un leve, casi imperceptible, calor, y una ráfaga fugaz de una emoción que no pude nombrar.

Era una mezcla de anhelo y reconocimiento profundo. La sensación duró solo un segundo, pero fue suficiente para sacudirme. No era tristeza, ni me invitaba a buscar un callejón, pero me recordó que mi vida tenía capas más allá de lo visible. El amuleto se sintió como una huella de la eternidad, un residuo de la energía de la grieta que Sax no pudo desvanecer por completo.

Lo guardé, no como un secreto, sino como una reliquia personal. No le conté a mi pareja; no por ocultar, sino porque no había palabras en nuestro idioma terrenal para explicar su significado sin destruir la paz que tanto nos costó ganar. El amuleto era mi único y silencioso recordatorio de que mi alma tenía un nombre: Sax, y una promesa: el reencuentro en la próxima vida.

Comprendí que la vida en el presente era la verdadera prueba de mi compromiso. La espera no era una pausa, sino la continuación activa de mi juramento a Sax. Al honrar mi vida con mi compañero, al amarlo con plenitud, yo estaba cumpliendo la condición final del acuerdo de liberación. Mi felicidad en esta vida era la prueba de que el sacrificio de mi pareja fue genuino, y eso, a su vez, aseguraba el destino de Sax.

Mi vida, aunque normal, se vivía con la conciencia de una misión kármica. Yo era una tejedora de destinos, asegurando que todos los hilos se cerraran en paz. Y en esa conciencia, encontré una forma de amar a los dos: a uno, con mi vida y mi presencia; al otro, con mi futuro y mi verdad eterna. Mi existencia era ahora un acto de profundo y noble equilibrio.



#1420 en Fantasía
#5195 en Novela romántica

En el texto hay: fantasia, destino, amor

Editado: 30.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.