Corazones En El Limbo

Capitulo 15 —El Tiempo Humano es la Condena del Guardián

Los años se precipitaron con una rapidez que solo la felicidad y la estabilidad pueden generar. Lo que antes era una vida compartida en un pequeño apartamento, se había transformado en una existencia plena, rica en experiencias y profundamente arraigada en la rutina amorosa. La juventud se había desvanecido, no con un adiós triste, sino con la bienvenida silenciosa a una madurez marcada por la complicidad y el conocimiento mutuo. Mi compañero y yo éramos ahora uno, nuestras historias entrelazadas de forma irrevocable.

Nuestra vida era la demostración palpable de que la promesa de honestidad, aunque su origen fuese cósmico, era la fuerza más poderosa para un amor terrenal. Él había envejecido con gracia, sus sienes plateadas eran un mapa de los años felices que compartimos. Yo lo miraba y sentía una gratitud inmensa, una forma de amor que superaba la pasión inicial y se asentaba en la certeza de ser el hogar del otro.

Fue durante una tarde de otoño, mientras contemplábamos las hojas caer en el parque, que la dualidad del tiempo volvió a tocar mi conciencia. Mi compañero se quejó, con una leve melancolía, de lo rápido que había pasado la vida.

—Ayer éramos unos veinteañeros con sueños vagos, y hoy somos esto —dijo, tomando mi mano con la suya, que ya no era la de un joven.

—Y esto es maravilloso —le respondí, apretando sus dedos—. No cambiaría ni un solo día.

Pero por dentro, la conciencia de la eternidad que me había regalado Sax me recordó que, para él, la espera no había durado un solo día. La noción del tiempo lineal, que a mi compañero le resultaba escasa y fugaz, para Sax era una condena suspendida, una sucesión de esperas sin medida. Comprendí que su sacrificio había sido mucho mayor de lo que mi mente terrenal podía abarcar: había renunciado a la continuidad para convertirse en un Guardián atemporal.

La diferencia entre el tiempo humano, marcado por cumpleaños, aniversarios y estaciones, y el tiempo eterno, donde la promesa es la única medida, me golpeó con una fuerza suave. Yo estaba viviendo plenamente la fugacidad, mientras él esperaba en la quietud de la grieta, sostenido únicamente por la palabra que le di.

Esta reflexión no me produjo tristeza, sino una urgencia renovada de vivir cada instante con autenticidad. La vida se me antojó más dulce, el sabor del café más intenso, la luz del atardecer más dorada. Yo estaba liquidando mi deuda kármica, honrando mi elección de presente para asegurar mi elección de futuro.

El pequeño amuleto, guardado en el cajón de la mesita de noche, se había convertido en el único objeto que conectaba mi yo maduro con la joven que cruzó el velo. De vez en cuando, lo tocaba, sintiendo la leve calidez que emanaba, y enviaba un pensamiento mudo a la grieta: "Aguanta un poco más, ya falta poco para que mi corazón vuelva a permanecerte. Estoy honrando el presente para asegurar el futuro".

Mi compañero, sin saber la magnitud de mis pensamientos, me ofreció la estabilidad que necesitaba. Él era mi ancla en la Tierra, el amor que me permitía envejecer con gracia, sin el tormento de lo que pudo haber sido. La doble existencia se había resuelto en un solo propósito: amar bien la vida que se me había dado.

La vida continuó, tranquila, hermosa y justa, como la recompensa final a



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En el texto hay: fantasia, destino, amor

Editado: 30.11.2025

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