Desde la Conciencia Unificada de la Fuente, suspendida en la luz eterna, se nos reveló la verdad cristalina del olvido. Me pregunté, con la persistencia de un alma a punto de renunciar a su propia memoria, por qué la Ley Mayor, en su sabiduría infinita, exigía que las almas gemelas se despojaran mutuamente de sus recuerdos al reencarnar si nuestro destino era el reencuentro.
Sax me guio. No hacia un lugar, sino hacia un concepto: el Nexo del Olvido, el mecanismo primordial de la Fuente que administra la amnesia al ingresar a un nuevo cuerpo terrenal. Comprendí, con una claridad que quemaba, que el olvido no era una prueba impuesta por la crueldad, ni un castigo por nuestros errores pasados, sino una necesidad operativa y una prueba esencial de fe. La justicia cósmica, que todo lo abarca, así lo demandaba.
—Si las almas recordaran las promesas y la certeza al nacer, sus conciencias no serían libres de vivir la vida con sus compañeros terrenales —me explicó Sax, instruyéndome en la Verdad Cósmica. Su voz, pura resonancia, llenaba mi esencia—. Habrían vivido en la tristeza de la espera, contaminando la pureza y la autenticidad del presente. El olvido garantiza la Libertad de la Elección Pura.
Comprendí que la vida terrestre es un espacio de aprendizaje radical, un laboratorio de libre albedrío. Para que cada elección tuviera peso, las almas debían operar sin la certeza constante del destino. Yo tuve que elegir amar a mi compañero terrenal sin la sombra invasiva de Sax. Tuve que elegir enfrentar la verdad de mi propia Grieta interna a pesar del confort de la ignorancia.
El olvido también era la prueba más cruel para Sax. Su espera fue un acto de fe ciega, una confianza absoluta. Él tuvo que confiar en que, incluso sin la memoria, mi alma reconocería y recordaría el camino.
—El borrado final de la memoria del secreto que hice a tu compañero y a ti, fue mi último acto de servicio a tu paz terrestre —me reveló Sax—. No quería que vivieras el resto de tu vida con la culpa de la separación, ni que él viviera con la tristeza de saberse temporal. La paz en el presente era la única forma de asegurar la posibilidad de nuestro futuro. El olvido fue el regalo de la calma que ambos merecían para cerrar ese ciclo.
Esta comprensión absoluta se grabó en mi esencia unificada. Cada dolor, cada mentira, cada secreto, cada lágrima derramada en la Tierra había servido a un propósito mayor, intrincado y perfecto. El olvido era la llave que abría la puerta a la verdadera elección, no un candado.
Y ya con la verdad del olvido integrada y el Hilo Rojo completamente sano —aunque ignorábamos la sutil Grieta que se manifestaría en el plano terrenal, consecuencia de un sacrificio que aún no recordábamos—, no quedaba más que la acción. El tiempo en la Fuente se había agotado. El impulso para servirnos como Guías de la Integridad no podía esperar, pues la Ley Mayor nos reclamaba. Habíamos conquistado la deuda kármica, pero el verdadero desafío, la aventura más formidable, esperaba abajo.
—Ha llegado la hora de nuestra mayor prueba, mi amor. La Caída será dolorosa, pero el reencuentro no será el final, sino el punto de partida —me dijo Sax, su voz vibrando con la mezcla exacta de terror y la más pura exaltación—. Tendremos que atravesar obstáculos que superan lo normal, despertar nuestros poderes y, en el proceso, descubriremos algo que ni siquiera nosotros, aquí en la Fuente, podemos anticipar: la clave que define el futuro de la Integridad. Esto será una aventura genial y fuera de lo común, Liria, cuyo propósito es mucho más grande que nuestra felicidad.
—Estoy lista —le dije, sintiendo el peso de la Integridad no solo como un juramento, sino como el combustible para la serie de pruebas y búsquedas que nos esperaban. Mi alma estaba lista para el dolor a cambio del descubrimiento.
—Elige el momento, elige el lugar —me pidió.
No dudamos. Elegimos el mismo año, la misma ciudad costera que ya conocíamos, y la sencillez aparente de la vida humana. Elegimos el nuevo comienzo y el camino lleno de enigmas.
Nuestras esencias se dirigieron al Nexo del Olvido, no sin antes darnos un último abrazo de luz pura. El aire en torno al Nexo crepitaba con la energía magnética del destino. Mientras el Nexo condensaba el conocimiento y se preparaba para la anulación, él me tomó la mano:
—Mira cómo se sella el cofre, alma mía. Cuando nos encontremos, no será por memoria, sino por una verdad que late más fuerte que cualquier recuerdo —declaró Sax, el Guía—. Esta vez, el amor no será una deuda que se cobra, sino un descubrimiento continuo que nos llevará a esa verdad que ni siquiera conocemos ahora.
Nuestras almas, dos chispas idénticas y vibrantes, se desprendieron de la Fuente. Fue una Caída vertiginosa y sin paracaídas. Una caída física, sensorial y brutal.
Sentí el Velo del Olvido golpearme: un líquido viscoso y frío que lo invadía todo. Intenté retener el rostro de Sax, la verdad de la Fuente, pero todo se escurría de mi conciencia fragmentada como arena fina. La tragedia de la separación era el precio de la nueva vida.
Mi alma gritó ante el Umbral, ese punto de no retorno. Gritó de terror existencial al volverse pequeña, frágil y vulnerable. Pero justo cuando la oscuridad iba a ser total, lo escuché, su voz resonando a través del vacío, la última verdad que el Nexo no pudo borrar:
—Yo no olvidaré la intención. Confía en el hilo, amor mío. Solo tienes que buscar, y yo estaré en el lugar exacto, listo para la aventura. ¡Vamos juntos!
Su voz fue la última luz. Sentí su conciencia disolverse junto a la mía. La memoria de la Ley Mayor desapareció. Solo quedó una Intención Pura, una única, implacable instrucción: Buscar.
En el último instante antes de convertirme en un pequeño ser humano frágil y sin memoria, mi alma gritó una última verdad que cruzaría el tiempo:
"Lo haré, Sax. Te encontraré en el primer columpio. El destino eres tú. Y juntos, descubriremos lo que perdimos."