Corazones En El Limbo

Capítulo 19 __Lucharemos hasta el último aliento

Nuestras miradas se encontraron en cuanto Alex pisó el living. Sus ojos, aún húmedos por el sudor del entrenamiento, se abrieron con una mezcla de sorpresa y alarma. Bastó un segundo para que leyera en mi rostro que algo se había roto.

—Oye… —murmuró con esa voz suave que usaba solo cuando temía tocar el límite— amor, ¿qué pasó?

Intenté hablar, pero el temblor de mi garganta me ahogó. Él avanzó un paso, despacio, casi con cautela, como si cualquier movimiento brusco pudiera hacerme desmoronar.

—¿Fue algo en el portal? —preguntó, y su miedo se hizo evidente.

Asentí apenas. Suficiente para desordenar su respiración.

Se llevó una mano al cabello, preparándose para lo que venía. Desde que supo de mi vida pasada y de Sax, cargaba con la sombra de que nuestra estabilidad podía romperse en cualquier momento.

—Dímelo —pidió, con un hilo de súplica.

Tragué saliva. Sentí mi corazón golpearme las costillas, insistente y doloroso.

—Alex… —mi voz salió áspera, rota— hoy vi algo que me atravesó. —Tomé aire, insuficiente— Toqué las flores que guardan recuerdos… y los vi. Mis hijos. Una niña y un niño. Los extraño como si los hubiera tenido en mis brazos esta tarde.

Él dio un paso hacia mí, pero se detuvo, dudando si tocarme o quedarse quieto.

—Siento… —susurré— siento el dolor de una madre separada de sus hijos. No sé cómo vivir con este vacío que no pertenece a esta vida, pero que duele como si fuera mío. Porque lo es, aunque no existan aquí.

Alex apretó la mandíbula, intentando contener lo que le atravesaban mis palabras.

—Me preocupa —continué, con el pecho encogido— que estos sentimientos crezcan hasta que ya no pueda controlarlos. ¿Y si llega un momento en que mi corazón tenga que elegir, aunque no quiera?

Él cerró los ojos un instante, la comisura de la boca temblando.

—Sé que hay algo más —añadí, tratando de mantenernos a ambos a flote—. La elección no es solo en elegir entre esta vida u otra, si fuera asi Sax ya me lo habiera dicho. Pero todo es tan complicado, tan grande… y yo ya no sé cómo manejarlo.

El silencio pesó entre nosotros. Alex abrió los ojos lentamente. Su respiración estaba agitada, no por el entrenamiento, sino por lo que acababa de escuchar. Bajó la mirada un segundo, como ordenando pensamientos, y luego la levantó, con un brillo tenso entre vulnerabilidad y dolor.

—Amor… —empezó, la voz quebrada— no sé cómo responder a algo así.

Se pasó la mano por el rostro, asegurándose de estar presente.

—Me duele —admitió—. Me duele imaginar que tenés un vacío tan grande que no puedo llenar. No quiero competir con eso. No podría, ni quiero.

Dio un paso más.

—Sos la persona que amo —continuó—, y me parte pensar que llevás un dolor tan intenso. No es tu culpa, nadie podría ignorar algo así.

—Pero también tengo miedo —confesó— de que un día abras los ojos y tu corazón esté en otro lugar por completo y decidas irte, aunque no lo quieras.

Se frotó la nuca, nervioso.

—No quiero perderte —dijo con brutal honestidad—, y no sé cómo protegernos frente a algo tan poderoso que te llama desde otra vida.

Elevó la mirada y me sostuvo con los ojos húmedos.

—No puedo pedirte que ignores lo que sentís. No puedo pedirte que seas menos de lo que sos ni que dejes de hacer cosas que tu alma no resiste, ni vos tampoco.

—Solo decime qué necesitás —susurró—. ¿Cómo te acompaño sin convertirme en carga?

Suspiré y respiré profundo antes de responder.

—Nunca quise que te sintieras afuera. No quiero que lleves este miedo solo. Vos sos quien está acá conmigo. En este instante. Sos el que sostiene mi mano cuando vuelvo del portal. Sos mi elección en esta vida.

—No estás compitiendo con nada —agregué—. Ese amor que siento es distinto. Es un lazo que no muere, pero no reemplaza lo que tengo acá. Contigo.

Él respiró hondo, encontrando un segundo de alivio.

—Lo que necesito —dije con sinceridad— es que no te apartes por miedo. Que sigas siendo mi apoyo, porque sos la única persona con quien puedo hablar de esto y a quien elijo amar.

Me levanté un paso, intentando alcanzar su cercanía.

—No quiero perderte —susurré—. Ni ahora, ni después.

Él tragó saliva, sus manos se relajaron. Dio un paso más, lo justo para que nuestras respiraciones se mezclaran, y susurró:

—Quedate conmigo —dijo—. Aunque duela. Aunque no sepas qué hacer. Yo voy a quedarme, aunque tenga miedo y me destruya.

Su mano se extendió hacia la mía, frágil pero decidida.

Tomé su mano antes de que dudara. Sentí su piel cálida y firme, y lo miré a los ojos.

—Alex… —apreté su mano— no quiero dejarte afuera. No sé qué traerá el portal, ni cómo manejaré el dolor, pero te prometo que haré todo lo posible por quedarme a tu lado. Todo lo que esté a mi alcance.

Él respiró y bajó los hombros, liberando un peso invisible.

—Mientras vos quieras seguir conmigo, yo voy a estar a tu lado. Lo juro.

Y allí, con sus dedos entrelazados con los míos y el temblor del miedo aún entre ambos, sentí que algo se asentaba dentro de mí. No era paz ni claridad, sino un respiro mínimo en medio del caos. Pero era nuestro, auténtico. Alex estaba ahí, a mi lado, sosteniéndome de una manera que no todos podrían. Por un instante, una chispa de esperanza se encendió: tal vez, a pesar de todo lo que nos atormentaba, nada lograría derrumbarnos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.