Corazones en la Tierra

Las flores

(Earthia)

Saliendo de la sala del consejo decidí ir a los aposentos de Jung Kook, eso siempre mantenía alejado a su padre, no se atrevía muy seguido a castigarme o regañarme cuando estaba con su hijo, pero para mí mala suerte él no estaba ahí, tuve que salir lo más rápido posible de allí, los jardines de mi madre era un lugar donde ningún hombre tenía permitido entrar, esa era una buena idea, tenía que ir allí, apresure mi paso y casi fui corriendo, hasta que llegué al pasillo que daba a los jardines, pero me estrellé con alguien. Era el rey Nam Joon.

−Oh su alteza ¿se hizo daño? −preguntó tomándome de los brazos antes de que cayera al suelo−. Me disculpo, debí fijarme por donde iba.

−No, yo fui la descuidada, es una suerte que yo sea mucho más bajita que usted −respondí tocando mi frente que era la que más había golpeado contra él−. Trataré de ir con más cuidado la próxima vez −miré detrás de él para fijarme si Rian venía por alguna parte.

− ¿Espera a alguien? −trató de ver al mismo lugar donde yo lo hacía.

−No, es solo que no tengo ganas de un regaño en este momento −respondí con una sonrisa nerviosa−. El senescal se la pasa diciéndome que mi comportamiento no es adecuado para una princesa.

−Mi senescal es igual, aunque al final es mi palabra la que cuenta en este caso −me apoyó con una dulce sonrisa dejando ver unos hoyuelos adorables−. Dudo que la regañen si está conmigo, ¿me honraría con un paseo por el palacio?

−Claro que sí, hay muchos lugares preciosos en el palacio de mi reino −dije con una orgullosa sonrisa−. Lo primero que usted tiene que ver, son los jardines.

Me hizo una reverencia y me ofreció su brazo para que me apoyara en él y caminemos juntos, al tocarlo mi estomago me dolió y mi pulso se aceleró un poco, mis manos empezaron a sudar, mi garganta se secó y quería llorar. Él me gustaba mucho, y mi cerebro peleaba consigo mismo entre decirle y no hacerlo, ¿por qué era tan incomodo sentir esto por alguien?

A causa de los nervios, no me había fijado que usaba una especie de túnica de color negro, debajo un traje gris y una camisa blanca, era el traje típico de Slosalia, el cual por alguna razón era igual al de Druzatría, a excepción de los colores que en el caso del reino de hielo usaba blancos y celestes muy pálidos representando la nieve. Al no usar la armadura lucía menos agresivo, su cabello no parecía fuego, sino solo un rubio muy agradable, sus ojos no tenían ese brillo y eran negros y profundos, se veía con un chico fuerte normal.

−Te ves diferente sin tu armadura, creo que menos guerrero listo para derramar sangre −comenté riendo harta del silencio incómodo que se estaba formando−. No es algo malo, pero si algo que encuentro diferente a como te conocí con un espada apuntando el hígado de mi mejor amigo.

−Lamento haberlo asustado, cuando lo vea le pediré disculpas de corazón −respondió Nam Joon con un suspiro nervioso−. Lo cierto es que no es necesario llevar una armadura cuando uno no se siente amenazado.

−Eso es muy halagador viniendo de un rey que tiene un reino conocido por su poder bélico −respondí con una leve risa amable−. El fuego tiene algo atractivo que pocos entienden.

−El poder de consumirlo todo empezando por una pequeña y ridícula llama −concordó conmigo pagado de sí mismo−. Usted encuentra belleza donde otros ven peligro y dolor, apuesto que el hielo también le parece fascinante.

−Claro que lo es, cuando era niña descubrí que la nieve también podía quemar con el frío −lo guie escaleras abajo hacia un jardín enorme−. Mi piel se puso muy roja y ardía ante un contacto muy prologado. Lo mismo que cuando intentas tocar el fuego, la piel se pone roja y arde mucho.

−Esa es una observación interesante, quizás alguien de Estrerrenio debería ser consejero en el hielo y el fuego, lo ven todo de un punto de vista igualitario −usó ese tono que en él era muy conocido e inteligente−. Para ustedes no son los buenos y los malos, solo son el frío y el calor que fronteriza con sus tierras, el color de los volcanes y el de la nieve.

− ¿Estuviste analizando a mi gente? −pregunté con un tono de falsa indignación.

−Mentiría si te dijera que no, lo cierto es que lo hago de manera inconsciente −respondió él con serenidad−. Son cosas que me enseñaron desde niño para poder saber quién miente y quién está a punto de traicionarme.

−Veo que ustedes son muy desconfiados, lo cierto es que mi gente no traiciona en la medida de lo posible −dije un poco a la defensiva−. Si en algún momento lo hiciera dudo que sean buenos mintiendo.

−Tu reino es conocido por ser muy confiable, pero también son fáciles de engañar −me miró con una disculpa en los ojos−. Cuando te conocí me di cuenta que eres igual, inocente, pero también veo fuerza en tu mirada.

−No soy tan fuerte como quisiera, mis poderes son débiles en comparación con mis ancestros −tomé una clemátide que al instante supe que era su flor−. La tierra no me favorece ni me ha dado su fortaleza, pero si me ha dado su sensibilidad, conozco cada planta que le da vida a mi reino.

−Supongo que esa flor tiene algo especial, la tomaste y te ruborizaste ¿debo suponer que hay alguien especial en su vida, alteza? −acarició mi mano con una delicadeza ardiente sobre mi piel.

−Es suya, majestad, esta flor tiene una conexión directa con usted, las flores nos representan de alguna forma, por ejemplo, la mía es la margarita, y la de Jung Kook es la flor de tigre −respondí entregándole la flor−. Aunque no sea de mi reino, la tierra lo reconoce como hijo, la flor es la representación equilibrada entre la belleza del corazón y la mente.




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