(Ji Min)
Desde muy pequeño la naturaleza había sido uno de los intereses más grandes que había tenido en la vida. Mi reino era casi completamente blanco, las flores lo eran, y aunque las hojas debajo la nieve eran verdes, no podías verlas del todo debido a la escarcha, los troncos de los árboles parecían de color gri o negros por el matiz de la nieve blanca, y prácticamente todo lo que estaba vivo adquiría el mismo color.
Siento tan travieso y curioso, siempre procuraba ir a la frontera que existía entre Druzatría y Estrerrenio, nunca la cruzaba, pero si observaba a los animales al otro lado, las flores coloridas y toda esa vida que tenía ese reino, era tan hermoso como extraño para mí, como los animales que más tarde encontré en un libro, llamados hurones, estos pasaban a mi reino e inmediatamente su pelaje cambiaba a blanco, eran criaturas hermosas que quise tener de mascotas.
Así que un día perseguí a una familia de ellos hasta su hogar, como esperaba estaban debajo de un árbol, y un hurón pequeño y adorable saltó de este dejando al descubierto una flor cubierta de nieve y escarcha, extendí la mano y casi de inmediato gracias al contacto la nieve cayó y dejó al descubierto el color, era rosada con pistilos expuestos, delicada y hermosa. El simple hecho de tocarla provocó un cosquilleo en mi interior, como si esa flor tuviera algo que darme, y así fue, me entregó una conexión con la tierra de mi reino, pude ver con más claridad cada planta, insecto y animal que vivía en mi reino.
Supe extrañamente cómo sacarla de ese lugar para que estuviera en un lugar con menos tormentas, me la llevé a mi palacio blanco, donde mis padres esperaban con ansias que les contara de mi nueva aventura en la frontera con el reino colorido. Al llegar, mi padre estaba en reunión con el consejo, pero mi madre me esperaba con una sonrisa y una bebida caliente.
−Hijo, mira tu nariz, está roja por el frío, aún no puedes estar por ahí sin abrigarte −dijo entregándome la taza caliente y una bufanda−. Sabes que para salir como si nada con el frío de nuestro reino debes cumplir dieciséis años, tu cuerpo aún no asimila el hielo de nuestra tierra.
Todo habitante de mi reino estaba físicamente desarrollado por completo a los dieciséis años, antes de eso nuestros cuerpos debían ser abrigados con gruesas telas o capas y capas de ropa que nos ayudaban a calentar el cuerpo, el hielo en nuestra sangre no era tan fuerte como para blindar nuestra piel contra el frío, es por eso que mis mejillas y nariz eran rojas.
−Lo siento mamá, es solo que salí muy rápido para ver a los animales de tierra céntrica y paso algo increíble −dije tomando un sorbo de la bebida caliente−. Los hurones cambian de pelaje al pasar a nuestro reino, se vuelven blancos.
−Eso es muy interesante, en realidad hay muchos animales de allí que sufren ese cambio para estar aquí −dijo ella acariciando mi cabeza−. Parece que trajiste algo de Estrerrenio, con razón no te congelaste.
−Oh encontré esta planta creciendo cerca del hogar de los hurones y como es muy hermosa la quise para mí −respondí mientras descubría la flor ante ella−. Papá debe saber qué planta es y por qué tiene ese color, además sentí una extraña corriente en el cuerpo al tocarla.
Mi madre me miró con suspicacia y me sonrió, al parecer ella sabía algo también, en ese momento mi vida había cambiado, pues resulto siendo una planta supuestamente extinta del reino de Estrerrenio que por alguna razón había logrado crecer en Druzatría a pesar del frío cruel.
Con el tiempo, mientras yo crecía, esa planta lograba florecer más y más, hasta ocupar un gran espacio en mi jardín personal, construido por órdenes de mi padre, pues lo que yo quería me lo daba, y lo que más amaba era lo nuevo y hermoso que existía en el mundo, las flores y animales no faltaban en mi palacio, yo amaba tener todo eso.
Pero al crecer algo cambiaba en el interior de mi corazón, y es que los mitos respecto a la gente del reino de hielo eran ciertos. Como los rumores de nuestros corazones fríos y cubiertos por una escarcha mágica, la razón por la que nos llamaban fríos, cuando en realidad era un endurecimiento de los sentimientos y emociones, eso nos permitía tomar decisiones con la cabeza fría y de manera más calculadora.
Sin embargo, el frío en el corazón de alguien caprichoso y lleno de muchos mimos como yo quizás era más cruel de lo que quisiera admitir, algo de lo que me di cuenta mucho después de conocer lo más hermoso que mis ojos habían visto en la vida, cuando había cumplido quince años.
−Mañana iré al reino de Estrerrenio para tener una reunión con el senescal y el rey de fuego −anunció mi padre mientras comíamos en el almuerzo−. Debo presentar mis condolencias a la princesa, solo fue hace un año que los reyes fueron asesinados y esa niña quedó sola −por primera vez en mi vida pude ver que mi padre realmente sentía tristeza por esa noticia, luego me miró−. Si quieres, puedes acompañarme.
− ¿Lo dices en serio, padre? −pregunté sin evitar sentir nervios ante esa propuesta, él asintió con la cabeza−. Entonces le diré a los sirvientes que empaquen ropa y lo que necesito para ir allí, por fin veré de cerca el castillo cubierto de plantas.
Corrí tan rápido como pude y ordené a mis sirvientes que alisten mis cosas para ir con mi padre, fue tan ansioso que realmente sonreí sinceramente al ver tantos colores cuando entramos a tierra céntrica, era impresionante pensar que alguien hubiera asesinado a los reyes de un lugar tan cálido, tuvo que ser una especie de monstruo, aunque no era un misterio para mí saber que quizás se trataba de slosalio, después de todo ellos son muy volubles como sus poderes.