(Earthia)
No se veía tan oscuro aquel pasillo, pero si era extraño ver otro parecido al de la iglesia, aunque no se podía ver el final, ya no tenía miedo a lo que me esperara allí, solo tenía que tomar aire y valor para comenzar cualquier prueba que los dioses quisieran darme. Además, el premio sería estar de nuevo con Ji Min, evitar una guerra sin sentido, adquirir la fuerza que mi cuerpo siempre debió tener y quizás hasta el favor de los dioses.
− ¡Alto! Usted no está lista para entrar en ese templo, su majestad −era uno de los ancianos que ya había llegado al jardín paraíso y me veía desde la puerta de la iglesia−. Deje que la entrenemos y podamos ayudarla a manejar mejor sus poderes, todos ganaremos.
− ¡Deja de mentir, maldito viejo odioso! −grité mirando hacia él−. Sé cuales son tus intenciones con mis poderes, quieres controlarme y así tener a los dioses en tu poder −di un paso hacia el templo−. Mi esposo y mi mejor amigo están a punto de enfrentar una guerra contra el fuego y eso no lo puedo permitir, tengo que mantenerlos a salvo.
− ¡No des un paso más Earthia! La desobediencia no es buena en una princesa −me advirtió mientras yo me acercaba a las puertas gigantes−. Si lo haces, los dioses te matarán y nunca tendrás tus poderes.
−No te creo anciano, lo único que hiciste fue poner a los reinos en contra −dije con la mano en las puertas−. Mi reino será destruido por tu culpa, por no ayudar a Ji Min a buscarme y sugerir que declaren la guerra −miré al anciano que estaba caminando despacio hacia mí como si fuera un venado asustado a punto de correr−. Prefiero arriesgar mi vida allí dentro que obedecerte y ser tu esclava por la eternidad.
Corrí hacia el templo y aunque sentí que el anciano lanzaba una especie de enredadera para atraparme logré pasar por el umbral de las puertas y estas se cerraron detrás de mí, haciendo que yo cayera sobre mi espalda y quede en la oscuridad del templo.
Ahora estaba dentro del templo y un pasillo oscuro se alzaba frente a mí, con velas iluminando el camino, las ventanas, aunque eran eso mismo, no dejaban entrar mucha luz, solo unos tenues rayos de luna que trataban de tocarme. Me puse de pie y avancé cautelosa sin dejar de ver en todas direcciones buscando monstruos o cosas así.
Miré hacia el techo y vi lo que era una pintura hecha a mano que se movía lentamente si le ponía atención. Era la guerra de los dioses plasmada en esos trazos delicados y mágicos. Fireborn era parecido a Nam Joon, excepto que su piel era más morena y su mirada solo mostraba odio, parecía que sus ojos me seguían mientras yo avanzaba.
−No deberías estar aquí reina Earthia, eres débil y la gobernante que trajo muerte a su reino −vociferó una voz masculina y grave, me detuve en seco buscando al dueño de esa voz−. No puedes verme tonta, los humanos no ven a los dioses, ahora da la vuelta y lárgate.
−No, necesito la ayuda de los dioses para detener la guerra que podría terminar con mi reino −respondí y volvía a caminar hacia delante−. No me iré hasta que ustedes me liberen de mi prisión.
−Morirás en estas pruebas −dijo la voz.
−Quizás lo haga, pero debo intentarlo, o mi reino podría desaparecer y mi vida no importará −caminé un poco más lento y saqué la espada de mi cinturón−. Déjame pasar las pruebas y demostrar que soy una digna reina de Estrerrenio.
−Muy bien, si eso es lo que deseas, niña tonta, entonces eso tendrás −parecía una presencia omnipresente, era uno de los dioses, pero no sabía cuál−. Veamos qué tanto aguanta tu cuerpo humano cada prueba.
Soltó una ultima risa y un rayo salió despedido desde el techo hacia mí golpeando la armadura y haciéndola añicos en la parte de mi hombro. Pero el dolor de haber estado en contacto con el metal quemado por el rayo fue lo doloroso, la piel de mi hombro estaba roja y abierta como si una espada me hubiera tratado de atravesar. Me detuve un momento por el shock, estaba un poco alterada, pero no lo suficiente para impedir que siga con mi camino.
Cuando retomé mi camino lo siguieron más rayos que tuve que esquivar y fracasar en el intento, después de todo mi cuerpo no soportaría tantas hazañas e intentos de agilidad, yo era débil por mi enfermedad, pero podía seguir esquivando y soportando el dolor de cada impacto que si me alcanzaba. Terminé con la piel quemada en la espalda y la mano izquierda, y tuve que detenerme un momento para recuperar el aliento, era doloroso, pero soportable, la primera prueba era esta, y terminó cuando mi mano tenía la carne abierta en el dorso.
Respiré un par de veces y me levanté para seguir, no vi nada, ni escuché el siguiente ataque, hasta que una lluvia de flechas cayo de uno de los dibujos del techo. Precisamente, los que en la pintura el dios Fireborn recibía en su escudo con ferocidad y fuerza. Rapidamente, tomé un pedazo de madera que estaba en el suelo y quizás le había pertenecido a una banca, y me cubrí la cabeza y gran parte del cuerpo para correr hacia adelante, cosa que sirvió de mucho cuando una casi toca mi pulmón y solo me rozó, sin embargo, una logró abrir una herida en mi pierna y la sangre no tardó en salir en varias gotas que cayeron al suelo incendiando todo a mi alrededor. Estas dos primeras pruebas sin duda eran del dios del fuego Fireborn, hechas para que los débiles ni siquiera se acerquen un poco al final.
− ¿Fuego con mi sangre, en serio? −pregunté corriendo y alejándome de las llamas que trataban de lamer mi carne herida−. Yo ni siquiera tengo los poderes de Slosalia.