(Earthia)
Cuando llegué a mi reino vi todo el caos que la guerra había dejado a su paso, desde los campos agrónomos fuera de las murallas hasta mi palacio. Yo sentía que solo habían pasado hasta cuatro días desde el atentado al palacio, pero en realidad las plantas me revelaban más de un mes de crecimiento sin mí.
Cuando había sanado a Maelis, el dios creador, sus hermanos Iceline y Fireborn me habían otorgado mis poderes de vuelta, y los tres me dieron su bendición, dejando que pueda traer a las criaturas más fuertes de ellos, gigantes de fuego y lobos de hielo, uno que me traería hasta aquí para por fin regresar a Eobresos.
Primero fui a ver que los niños, ancianos y gente más débil como enfermos o mujeres sin instrucción militar estuvieran a salvo, y lo estaban, ellos estaban escondidos en las catacumbas del palacio, que de hecho apestaban a muerto, era obvio que ese no era el mejor lugar para esconderlos, pero los refugios eran tan pequeños que solo un dos por ciento de ellos estaría a salvo, por lo que le pedí a lo gigantes de fuego que protegieran a mi gente, siendo bien recibida por mis súbditos.
−El rey está peleando contra el rey de fuego en un campo abierto −dijo mi dama de compañía que cuidaba ferozmente a dos niños−. Tuve que escapar de la sala del trono para ver si ellos estaban bien, lo siento mi reina.
−No, hiciste bien en venir aquí, el ejercito de fuego es muy poderoso para ti sola −la consolé con amabilidad−. Tendrás que quedarte aquí, no puedes dejarlos desprotegidos.
Asintió con la cabeza y antes de que pudiera seguir con mi camino, vi que una especie de escarcha provocada por el frío glacial se acercaba a nosotras, alguien en el ejercito de hielo estaba provocando esto y se estaba descontrolando al punto que podría congelar a mis súbditos.
−Tú, gigante de fuego, quédate en la entrada para evitar que el hielo avance −dije mirando a la criatura−. Tengo que detener esta guerra ahora mismo o todos nos congelaremos.
Volví a tomar las riendas del lobo y le ordené correr. Todo se estaba congelando, las plantas iban a morir si permitía que todo esté mucho tiempo congelado, solo disponía de media hora antes de que el hielo marchitara la naturaleza de Estrerrenio.
Cuando llegué al campo abierto que Ji Min había creado para esta guerra quedé horrorizada al ver que todos los ejércitos de los tres reinos estaban congelados. Incluso los cadáveres de quienes habían perecido en la guerra mantenían esos rostros de miedo que solo la muerte podía reflejar. Vi que Jung Kook trataba de escapar del hielo y rápidamente fui hasta él, no me molesté en llamar su atención, simplemente lo tomé del brazo y tiré de él para subirlo al lomo de mi nuevo amigo.
−Sabía que estabas bien y que llegarías para detener todo esto −dijo Jung Kook al darse cuenta que era yo−. Admito que tienes la mejor entrada de todos.
− ¿Por qué todo está congelado? −pregunté tratando de mantener la conversación y la cordura.
−Ji Min estaba peleando contra Nam Joon y creo que en algún momento su poder lo rebasó −respondió mirando abajo−. Todo se esta congelando a su paso, tenemos que detenerlo antes de que todo muera.
Seguí buscando con la mirada y pude ver a Nam Joon encadenado con hielo a la tierra, pero n estaba congelado, él si se mantenía en calor gracias a su poder. Y entonces me encontré con Ji Min, que parecía estar buscando a alguien con la mirada, sabía que no se trataba de Jung Kook porque no era importante para él. Solo podía ser una persona, era yo.
−Estoy aquí Ji Min, por fin he llegado a ti mi amor, ya estoy contigo −dije llamando su atención y mostrando una sonrisa engreída para no dejar que vea mi miedo−. Pero necesito que dejes de congelar todo.
Me miró por varios minutos sin moverse ni un centímetro, quizás calculando cómo llegar hasta mí sin tener que esforzarse mucho, o tratando de buscar una forma de asesinarme lo más dolorosamente posible. Pero eso no podía ser, porque a pesar de todo él me amaba.
−Tú eres la pieza que falta en este hermoso retrato congelado −dijo Ji Min sonriendo−. Tu belleza tiene que quedar en la eternidad, aunque no haya una razón aparente, necesito destruirte niña bonita.
− ¿No me reconoces? −pregunté confundida y con el cuerpo temblando−. Soy tu esposa Ji Min, la mujer que desposaste, pero en el fondo amas de verdad.
Bajé hacia el suelo congelado y nada me hizo daño, dejé que Jung Kook tomara el control del lobo y bajé para poder hablar con mi esposo cara a cara, sin embargo, la fría mirada de Ji Min me rompió el corazón. Sus ojos ahora eran azules por completo, su cabello tenía algunos mechones plateados, y su corona no era como la mía, sino estaba hecha de hielo que formaban varios picos afilados. Ese no era Ji Min, hasta su piel estaba congelada formando una palidez extraña en él.
Ji Min me miró nuevamente, esta vez observando cada detalle de mi cuerpo y mi rostro, como si buscara algo, y así era. Su memoria trataba de buscarme entre lo recuerdos más escondidos de su cabeza, pero ¿qué le había pasado? ¿cómo podía hacer que me recuerde otra vez?
Me sonrió por un momento, pero no había nada cálido en su sonrisa, sino algo frío y aterrador, como si el hielo hubiese tomado el control de su cuerpo. Aún con su sonrisa, levantó la espada de hielo que tenía en la mano y me apuntó con ella.