Corazones Encadenados

El Lazo Del Desprecio I

En un bosque oscuro y casi siniestro, en medio de un silencio opresivo, se encontraba Lenek, un joven de cabellos oscuros como la noche, con ojos verdes que alguna vez fueron un reflejo de su bondad, pero que ahora brillaban con una energía maldita.

Su cuerpo, firme y esculpido por años de entrenamiento, estaba envuelto en un tormento que ni siquiera su fuerza podía soportar. El cinturón que llevaba ajustado a su cintura no era un adorno cualquiera; era un instrumento de pura maldad, un castigo nacido del despecho y el rencor.

El cinturón había sido forjado por Selina, una hechicera poderosa cuyo corazón había sido destrozado por el rechazo de Lenek. Durante años, ella había albergado la esperanza de que el joven, con su nobleza y su valentía, la amara.

Sin embargo, cuando Lenek le confesó que su corazón ya pertenecía a otra, Selina no lo soportó. En su ira y dolor, conjuró uno de los hechizos más oscuros conocidos en la tierra, un maleficio sellado en un cinturón que lo obligaría a traicionar todo aquello que alguna vez había jurado proteger y amar.

El poder del cinturón no solo dominaba su cuerpo, sino también su mente, aunque en su interior, Lenek seguía luchando contra el oscuro control. Cada vez que se acercaba a aquellos a quienes más amaba su familia, sus amigos, incluso la mujer a quien había entregado su corazón sentía cómo el poder del cinturón lo consumía.

No podía evitarlo; sus manos se alzaban, sus palabras se volvían venenosas, sus acciones destructivas. Los gritos de terror y el sonido de la destrucción lo atormentaban, pero lo peor era el dolor en los ojos de aquellos que más le importaban.

— ¡Déjame libre! — rogaba su alma una y otra vez, pero el cinturón se ajustaba más con cada intento de resistir, sus hebillas brillando con un verde oscuro, como si el mal se alimentara de su desesperación.

Lenek recordaba el momento en que todo cambió. Estaba en el santuario donde él y su amada, Aerin, solían reunirse en secreto. Fue allí donde Selina lo había confrontado por última vez. Con una sonrisa cruel, le había entregado el cinturón como si fuera un regalo de reconciliación. Ingenuo, lo había aceptado sin sospechar el oscuro propósito que cargaba.

Desde aquel día, había intentado quitarse el cinturón innumerables veces, rasgando su propia piel en un intento desesperado por liberarse del hechizo. Pero cada vez que lo intentaba, el cinturón reaccionaba, apretándose más, oprimiendo no solo su cuerpo, sino también su espíritu.

El verdadero castigo no era solo el dolor físico, sino el sufrimiento emocional, el saber que sus propias manos destruían todo lo que había jurado proteger. Aerin, la mujer que había sido su luz, ahora yacía herida, su confianza y amor por él destrozados.

Sus amigos, aquellos que habían luchado junto a él, lo veían con miedo y desconfianza. Y Lenek, prisionero de su propio cuerpo, no podía hacer más que ver cómo su vida se desmoronaba, todo a causa del maldito cinturón.

Sin embargo, en lo más profundo de su ser, una pequeña chispa de esperanza seguía ardiendo.

Debo encontrar la forma...

Pensaba entre lágrimas y desesperación. Sabía que la única manera de liberarse era enfrentarse a la fuente del mal: Selina. Pero, ¿podría hacerlo sin sucumbir completamente al oscuro poder del cinturón?

Lenek avanzaba por el bosque, cada paso lo llevaba más cerca de la torre de la hechicera. Con cada movimiento, sentía el peso del mal que lo controlaba, pero también la voluntad de su corazón que, aunque debilitada, aún luchaba por liberarse. Sabía que la batalla final no sería solo con Selina, sino con él mismo y con la oscuridad que había invadido su alma.

El cinturón brillaba con fuerza, mientras las sombras del bosque parecían susurrar promesas de destrucción. Pero Lenek, con los dientes apretados y el alma quebrada, estaba decidido a hacer todo lo posible por redimirse, incluso si eso significaba sacrificar su propia vida en el proceso.

La venganza de Selina lo había convertido en un arma viviente, pero en lo profundo de su corazón, Lenek sabía que todavía había una posibilidad, un último rayo de luz que podría salvarlo. Y no se rendiría hasta encontrarlo.

CONTINUARÁ.....




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.