La ladrona de héroes

En verdad, detesto que cuando apenas tomo el lápiz, tu nombre es lo único en lo que puedo pensar.

Las manos me tiemblan y de repente mi pecho se estruja al siquiera pensar en evocar tu mera existencia. Quizás porque hay muchas cosas que siempre fueron ciertas, pero yo me resistí a creerlas. Después de todo, pensé que te conocía tan bien.

Siempre fuiste lo único que yo reconocía como algo excepcional y brillante. Habían tantas cosas que yo no entendía de tí, pero todas y cada una me gustaban tanto. Te amaba ciegamente. Estaba perdido en ese sentimiento de querer alcanzarte, de querer hacer que voltearas a verme, de hacer que te percataras de que yo estaba ahí, amándote, y amando todo lo que hacías por el simple hecho de ser tú.

Eras tan grande, y yo tan minúsculo. Eras invaluable, y yo tan cotidiano. Eras tan imperfecta, y yo tan ingenuo y débil, que permití que fueras tú quien me hiciera tanto daño.

Los recuerdos que tengo de tí me hieren como una daga en cada parte de mi ser. Pero aquello que logra destruir todo lo que queda de mí, es el recordar que alguna vez estuvimos juntos.

Y justo cuando pensaba que ya no poseía nada que pudieras romper, apareces tú, encontrando y demostrando que aún tengo piezas para destruir. Y lo haces. Sin vergüenza ni piedad lo haces. Y a pesar de todo, me miras como si no fuera tu intención hacerme daño, como si te preocuparas por lo que mi malherido corazón pueda sufrir. Y lo peor es que te perdono. Ya no te creo, pero no tengo corazón para odiarte.

Desde que te aburrí y te fuiste, las estrellas dejaron de brillar. La luna no ha vuelto a salir. Los días son nublados y cada uno es tan efímero. Tengo tanto frío, estoy tan perdido, y me siento tan sólo.

¿Qué fue lo que hice mal? Cuando lloraste, yo sequé tus lágrimas. Cuando gritaste, yo me encargué de ahuyentar todo malestar que te aquejaba. Cuando estabas a punto de caer, fui el hombro en el que te apoyaste para seguir adelante. Te entregué todo de mí, mi amor, mi tiempo, mi atención, pero aún así no fue suficiente. Y tomando todo lo que te entregué te fuiste, te fuiste y me dejaste sin nada.

A veces, comienzo a revisar entre mis cosas para ver tus fotos. Quiero obligarme a entender estás bien. Que de hecho, estás mucho mejor desde que dejamos de ser uno mismo. Quiero aceptar que ya no vas a volver nunca más.

Me duele, me quema el recordar que me hacías sentir vivo. Me destruye el pensar en que todo lo que consideré hermoso, fue porque te veía ahí.

Hay tantas cosas que quiero decirte. Tantas cosas que necesito que sepas. Pero entre todo eso, sólo quiero que seas tú quien me diga porqué. ¿Por qué tuvimos que terminar así? Yo vacío por dentro, y tú con los trozos de mi corazón roto en las manos.

¿Por qué tenías que burlarte así de mí? Yo que te procuré y te puse por encima de todas las cosas y de todas las personas. Yo que como un perro fiel te acompañaba. Terminé mis más grandes amistades por tí. Dejé de ser un héroe del mundo, para convertirme en tu guardián.

Mi vista se nubla con sólo pensar en que nada de eso logró significar algo para tí. Sencillamente te burlaste, me abandonaste, y te fuiste al lado en el que jamás podría alcanzarte.

A veces me pregunto si seguirás con vida, si esos villanos te habrán traicionado así como hiciste conmigo. O si quizás fuiste tú quien los traicionó. A estas alturas ya no te reconozco. He destapado una cara de tí que me asustó, me lastimó, pero sobretodo, me decepcionó. Yo juré que eras buena, juré que por el simple hecho de que me amabas eras buena, pues no soy más que un pobre y corriente locutor de radio.

Ahora entiendo que no, que no eres buena y que de hecho, nunca me amaste. No fuí más que un mosquito que cayó en la telaraña de mentiras ruines que tejiste. Caí de rodillas en un mar de agujas e ignorando mi dolor, busqué que estuvieras bien. No fuí capaz de percatarme de que me tenías justo donde querías.

A veces quisiera verte, porque quisiera saber si soy capaz de dejar de lado mis sentimientos para cumplir con mi deber y arrestarte. O si soy tan débil para dejarte escapar, o para dejar que me mates.

A veces quisiera traicionarte. Quisiera buscarte y dedicarte dulces mentiras al oído. Quisiera que mi voz, que tantas veces te ha llamado, te hipnotice y me deje alcanzarte, sólo para arrastrarte a una trampa en la que pagues por todo lo que has hecho... Pero no puedo. No sé qué clase de ingenuo soy que no puedo odiarte. Me aterra el pensar hacer algo contra tí. Y sólo por eso jamás podré volver a ser un héroe.

¿Sabes?, antes solía pensar que desde que te fuiste, podía sentir cuando mis labios formaban la sonrisa. Desde que tengo uso de razón, mis labios se curvan y yo no me percato de ello. La alegría que solía experimentar era tan genuina que no me percataba del momento en que sonreía. Ahora me doy cuenta, de que dejé de ser feliz incluso contigo aquí, en el hogar que alguna vez compartimos.

Cada día que transcurría, eras tan distante a mí. Parecía que más que enamorarte, te estaba hostigando. Nunca estabas de humor para hablar, siempre te dolía la cabeza, y jamás me dejaste ayudarte. Todo el tiempo pensaba que tal vez, yo era quien estaba haciendo las cosas mal. Pensé que tal vez no te estaba entendiendo, que tal vez no comprendía lo que me querías decir. Pero en realidad no, yo estaba haciendo todo lo que querías que hiciera. Y eso terminó por romperme por completo.

Y aquí me tienes, sentado enmedio de la penumbra de la noche, escribiendo una carta que jamás será leída. Me has dejado desarmado e indefenso ante el mundo. Me has silenciado. Me has arrebatado todo y ahora soy nada. Estoy luchando por devolverle el sentido a mi vida. Lucho por ser el mismo pero jamás ser igual que antes.

Y ahora no tengo nombre para firmar esta carta. Ya no soy el Hizashi que te amó, ni tampoco soy el Mic que te obsequié. Ya ni siquiera soy capaz de reconocerme, y todo es por tí, quien como una rata escapó al robar lo que quería, al robar al héroe de la voz y silenciarlo.