Corazones Estrellados

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Vive tu vida de modo que siempre que pierdas, sigas adelante. – Will Rogers

Abby.

Han pasado una semana y dos días desde que llegué a Inglaterra.

Oxford es una ciudad universitaria británica ubicada en el condado de Oxfordshire, la universidad más antigua en el mundo anglófono. Corresponde a la ubicación de la Torre Carfax, a la que se considera el centro de la ciudad.

Se la conoce como «la ciudad de las agujas de ensueño», según me he informado es una expresión acuñada por el poeta Matthew Arnold, para describir la armonía en la arquitectura de los edificios universitarios.

La universidad es asombrosa y tiene unas vistas increíbles, además es muy antigua y eso siempre me ha llamado la atención, sobre todo teniendo en cuenta lo bien que se conserva.

Cuando era pequeña solía ir con mi familia a visitar la universidad por dentro, y mi primo Óscar era tan travieso que hacía carreras con mi hermano Matthew. Una vez casi cayeron un trofeo que había colgado en una de las estanterías, porque estaba medio abierto el cristal de esta.

Esta semana Samuel y sus padres me han llevado a un museo de arte que me ha fascinado. Yo siempre he considerado que todos nosotros somos arte de alguna manera por el simple hecho de existir, y quería demostrarle al mundo que estaba hecha para ser más que un rostro bonito y con una carrera más, estaba dispuesta a demostrar todo mi valor y capacidades. Por ello, me instalaría para la próxima semana en aquella residencia de estudiantes. Quería ser más independiente, y no volver a hablar sobre mi hermano, ni sobre el accidente. En casa de mis tíos eso sería misión imposible.

Una vez llego a mi habitación despejo las cortinas de la ventana, que me dejan ver el vecindario, es muy rustico, las casas son muy bonitas y los jardines muy verdes y muy bien cuidados. Mi tío Enzo está cortando el césped, con mucho entusiasmo mientras escucha música. Él tiene los cabellos castaños y algunas pequeñas canas por detrás de la cabeza.

Mi tía Elena ha sido muy amable conmigo durante estos días. Para mí es como mi segunda madre, sabe escucharme y aconsejarme cuándo lo necesito, me deja mi espacio, pero sin dejar de preocuparse, y es una mujer sincera que suele ir al grano cuándo es necesario. Es una mujer de cabello negro oscuro, de ojos verdes y labios rosados. Sus mejillas siempre tienen un color rojizo, debido a que es una mujer fuerte que le gusta sonreír a la vida, aunque duela.

Ella me recuerda mucho a mí.

Frente al espejo me despeino mi cabello con las manos y lo remuevo. Después cojo el cepillo y lo peino cuidadosamente. Me recojo el cabello en un par de trenzas, que recojo luego con un moño. Pinto mis labios de un rojo intenso y me ondulo las pestañas con el rímel.

Busco en uno de los armarios marrones de madera, ropa para ponerme. Encuentro varios vestidos, mini faldas y camisas elegantes. Acabo decidiéndome y me pongo una mini falda amarilla y una camisa de tirantas rojo con brillos.

Le ofrezco una sonrisa a mi reflejo, y doy un leve suspiro. Cierro los ojos y me autoconvenzo de que todo saldrá bien.

Han pasado tres meses desde que ingresaron a mi hermano William en el hospital, para mí fue un shock, estuve a punto de renunciar a la oportunidad de labrarme un buen futuro, uno que me pudiera mantener a mí y a mis seres queridos. Elegí estudiar la carrera de derecho porque quería hacer justicia en este mundo injusto, lleno de personas que solo buscan la destrucción: los políticos, corruptos, la mafia, atracadores, etc.

Mamá y algunos de mis profesores me convencieron de aceptar esa beca, pero impuse la condición de poder ir a Bulgaria cada mes, para ver como continuaba el estado de mi hermano Will.

Las tradiciones en Inglaterra son bastante diferentes a las de mi país; me agrada aprender distintas culturas a las que estoy acostumbrada.

Siempre he tenido devoción por lo nuevo y mi primo me ha contado que hay muchos lugares a los que le gustaría llevarme, pero se hace de rogar. Se que está ocupado con sus amistades de las que tanto habla, pero, por lo menos podría echar cuenta a su desesperada prima.

Me ha dado un mapa de la ciudad, y los nombres de las calles con fotografías de estas. Pero, eso en realidad es lo mismo que usar el móvil y buscar en el mapa de Google creo que es mucho más rápido y eficaz, a veces me da la sensación de que él hubiera preferido vivir en los años 80, en la época de Queen, The Beatles, dónde las tecnologías eran muy escasas.

Últimamente me he dado cuenta de que no se si sería capaz de estar sin tecnologías, sería raro.

Samuel me saluda desde la escalera. Tiene el cabello castaño con un poco de flequillo por delante. Aunque le molesta tanto que se lo coloca hacia atrás en forma de tupe. Sus ojos son marrones y sus labios son carnosos y rosados.

—Abby, ¿Te apuntas a la fiesta de esta noche? —pregunta Samuel despegándose el móvil de la oreja. Alzo una ceja sorprendida. Él se sienta en el sofá mientras picotea algunas patatas.

—¿La fiesta de Bienvenida? —pregunto y él asiente —Claro. ¿Por qué no? —digo sin darle importancia.

La realidad era que me había llevado toda la tarde pensando en ello, y me emocionaba la idea de llegar a la facultad de una vez por todas y conocer a la gente de allí. Estudiar en Oxford es mi gran sueño desde que tengo uso de razón. Mi madre estudió aquí cuándo tenía mi edad.

—Sí. Ajá. Claro, no te preocupes. Vale. Allí estaré. Y sí, no mentiría con eso—Samuel tiene la cara descompuesta antes de colgar. Me quedo mirándole con impaciencia por saber de qué diablos está hablando, y con quién. Parece frustrado. —Abby, resulta que habrá un ligero cambio de planes. La fiesta se trasladará a la casa de unos amigos—hago una mueca—quizás no te agrade la idea de ir a casa de desconocidos, así que entenderé si no quieres acompañar.




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