Abby.
Después de la facultad, me voy a almorzar con Samuel a una pizzería y cuándo terminamos ambos aprovechamos para ir al centro de la ciudad con su amiga, aunque me excitaba la idea de ir a conocer las cafeterías, museos, y otros monumentos entre ellos. No podía dejar de pensar en que tenía que evitar distracciones. Ya no era una niña, ahora era adulta, estaba en mi etapa juvenil; una más madura, estoy entrando en el asombroso mundo de la independencia y la libertad absoluta. Cumplir los dieciocho me había hecho sentir mucha seguridad, por el hecho de que ya soy lo suficiente mayor como para que nadie cuidase de mí.
Sin embargo, a veces me siento pequeña en un mundo rodeados de infinitos millones de personas, que se creen demasiado, o que no tienen ni gota de autoestima como para estar a tu lado. ¿Los problemas? En este mundo, cada uno tiene sus problemas y hacerse cargo de ellos, no le incumbe al de la esquina.
De camino al centro voy con mis auriculares rosas en cada oreja, y tarareando I don't Wanna live forever, una de mis canciones favoritas. Por el camino tarareo el estribillo de la canción durante un rato.
I don't wanna live forever, 'cause I know I'll be living in vain
And I don't wanna fit wherever
I just wanna keep calling your name until you come back home
I just wanna keep calling your name until you come back home
I just wanna keep calling your name until you come back home
—Abby, ¿todo bien el primer día de facultad? —pregunta Samuel con una amplia sonrisa y sacándome de mis pensamientos.
Confundida por el gesto, asiento. Me quito uno de los auriculares de la oreja izquierda para escucharle mejor.
—Bastante normal —niego con la cabeza y se me escapa una pequeña risita al recordar a Harry .—¿Qué tal el tuyo? Supongo que debe ser un gran cambio pasar al segundo ciclo de carrera. ¡Pero total, hoy ha sido el primer día!
Él solo se limitó a sonreír.
—Abby, ¿has hecho algún amigo?— pregunta la rubia.
Me muerdo el labio inferior, pensando en Wyatt. ¿Él podría considerarse un amigo? Tan solo habíamos hablado un montón, teníamos una confianza demasiado alta en tan sólo unas horas desde que nos conocimos.
—Sí, he conocido a alguien.
Ella se pone a gritar emocionada y me hace un cuestionario de preguntas incómodas para responder delante de mí primo.
Me río para mis adentros. Ni que Samuel Scott se fuera a asustar por preguntas como "¿Era guapo?", "¿Te gusta?", "¿Te lo montarías con él ?".
—Sí, es guapo. Muy guapo, y me ha estado enseñando la universidad —hablo con un tono de voz muy dulce y delicado. Me echo a reír y niego con la cabeza al ver la expresión de sorpresa y de haber visto a un fantasma que se le ha quedado a Samuel.
—¿Qué? ¿Tengo monos en la cara? —pregunta.
—No, Samuel. Pero, pareciera que hubieras visto un fantasma. ¿Estás bien? —pregunto mirándole y alzando una ceja. A veces se comporta extraño, es como que no se si es porque me quiere proteger de los chicos, porque es raro y ya, o porque oculta algo. Pero, nadie sabe lo que pasa en esa cabecita suya...
La compra en esta ciudad no podía haber sido más eterna, me había encantado haber visitado por primera vez el Big Ben, me hice una foto desde abajo y desde arriba. Mi pobre primo tuvo que soportarme cuándo me quejaba de que la foto tenía que salir perfecta. Pero, creo que esta tarde ha sido una de las más profundas en las que nos hemos podido reír y hablar sobre nuestras vidas como en los viejos tiempos.
También estuvimos pasando por una casa especializada en Harry Potter, la presencia era tanta que casi me creo que los actores estaban en la ciudad en este momento. Y para mi suerte, de fanática de la saga. A la salida encontré un póster con la firma de la autora y de los protagonistas. Debía ser antiguo, porque no es muy fácil de encontrar.
Cuando hicimos el tour completo por la casa y adivinamos los acertijos para salir de allí, fuimos directos a casa. Juro que estuve rezando por quedarme más tiempo, pero a Samuel no le parecía que debiéramos quedarnos por mucho tiempo más, por tanto, le dije que un amigo me haría compañía para ir al cine.
Cuando fui a abrir la puerta de casa, me encuentro con unos ojos azules brillantes y una sonrisa curva en sus labios. No puedo evitar sonreír como estúpida cuando veo a Wyatt.
—Vaya, estás increíble... —me comenta sin dejar de observarme. Sonrío incómodamente, y mis mejillas se acaloran al instante. No puedo dejar de mirarle tampoco. Tiene un físico bastante atractivo, y no parece un mal chico. Es tan... quiero decir, ohm... vaya, ni en mis propios pensamientos encuentro las palabras apropiadas.
Suspiro dándome cuenta de que estoy exagerando y me limito a reírme internamente.
—Tú tampoco estás nada mal—respondo y le guiño un ojo—Tía Elena, ¡voy a salir! —aviso a voces y ella me responde a lo lejos "vale".
—¿A dónde quieres que te lleve? —alzo una ceja sorprendida.
Veo que tiene una moto aparcada en la carretera, es negra y está bastante cuidada, parece conducir con precaución. Lleva el cabello levantado por el viento sus pecas resaltan más cuándo no está su mechón de pelo en la cara.
—¿Qué tal a Manhattan? —pregunto sarcástica y él me mira alzando una ceja—Le he dicho a Samuel que iría al cine, pero todos sabemos que me aburren los cines, me gustaría conocerte Wyatt. ¿A dónde quieres ir tú? —pregunto con una ligera sonrisa.
—Podríamos ir a las Vegas —se burla por mi anterior comentario y esta vez soy yo la que le mira seria, efectivamente me contengo la risa.— Lo siento tenía que devolvértela —se ríe y le doy un codazo en el brazo.— Auch, violenta—esta vez nos reímos los dos.—Vamos a mi casa, así también podemos planificar algunas cosas del trabajo del sábado —me guiña un ojo.— Y ver el eclipse de luna, como te dije en clase esta mañana—Me guiña un ojo e inconscientemente me muerdo el labio sin dejar de mirarlo.
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Editado: 21.04.2021