Corazones imperfectos (2024)

CAPÍTULO 14

Casi estaba amaneciendo cuando alguien llamó a la puerta de Pablo que no hacía mucho que se había puesto en pie.

—Lidia…¿Qué haces aquí tan temprano?

—He tomado una decisión—la vio bastante más serena en comparación a la última vez que habló con ella—Voy a confesar, no puedo más con esto.

—¿Estás segura Lidia? Puede que lo que te espere después no sea lo que tú creas.

—Estoy segura, que pase lo que tenga que pasar—suspiró—No puedo permitir que alguien inocente esté encerrada por mis actos.

—¿Cuándo lo vas hacer?

—Ahora mismo. No sé muy bien cómo funciona, pero de hoy no pasa.

—¿Quieres que te acompañe?—Pablo se ofreció porque a pesar de la tranquilidad de la muchacha, sabía lo asustada que estaba, él ya sabía a lo que se tendría que enfrentar.

—No me gustaría ir sola—confesó.

—Dame un momento y vamos—entró de nuevo y terminó de cambiarse mientras pensaba en lo que diría Candela cuando se enterara que Lidia lo había confesado todo.

Pablo acompañó a Lidia en todo momento y la tranquilizó cuando fue necesario. Aquel era un trago amargo para alguien de tan corta edad.

 

Ese mismo día más tarde, llegó de visita al hospital el policía a cargo del caso de Candela.

—¿Y ahora qué quiere?—si ese hombre estaba ahí, tenía que ser porque había novedades.

—Eso cuéntemelo usted mejor. ¿Tiene algo nuevo que aportar a la investigación?—Candela tragó saliva. ¿A qué venía aquello?

—No, la verdad. Ya conté lo que hice, varias veces. No sé a qué esperan para llevarme a prisión.

—Tengo una cosa que decirle…Dos de hecho—el policía la observaba para fijarse en su reacción—El chico al que agredió despertó, y aparentemente no va a tener secuelas.

—Gracias a Dios—murmuró—¿Y cuál es la otra noticia?—estaba en ascuas.

—Antes de contárselo, hay alguien que quiero que vea—fue hacia la puerta e hizo pasar a la persona que esperaba al otro lado—¿Le suena de algo?

—Sí, es el chico que casi mato—«Se acabó, está a punto de saberse la verdad»

—¿Qué dices? Yo jamás te he visto, tú no fuiste quién me golpeó.

—¡Claro que sí! Debe ser por el golpe que le di, está confundido.

—No señorita, no está confundido. No fue usted quién lo hizo, fue la menor Lidia Espinosa, ella misma lo ha confesado esta mañana. Eso unido a la declaración del chico, la exculpan totalmente de cualquier delito. Puedes irte—le indicó al joven. Una vez que se fue, siguió hablando—¿Por qué lo hizo? ¿Es consciente del lío en el que se podía haber metido?

—Sí y no me arrepiento. ¿Dónde está Lidia? Quiero verla—en cuanto supo la situación en la que se encontraba, no pudo evitar alterarse—¿Ella está bien?

—Está bien, no se preocupe. Debería tratar de tranquilizarse, no le hace bien a su corazón.

—¡Eso no me importa!—se levantó de la cama con esfuerzo—Lléveme con ella.

—Dudo mucho que su médico lo autorice.

—No le voy a preguntar—fue hacia el armario en busca de su ropa y se metió en el baño—Si no me lleva usted, iré por mi cuenta.

Al policía no le quedó más remedio que esperarla y la llevó a comisaría. Él sabía que aquella chica no se encontraba bien y trató de ayudarla en todo momento.

—¿Está bien? ¿Necesita algo?

—No gracias. Sólo lléveme a ver a Lidia, es lo único que quiero.

Con paso lento y apoyándose en él, Candela recorrió aquellos pasillos que ya conocía de memoria hasta llegar a la celda de la muchacha.

—Candela…—Lidia se acercó hasta ella al otro lado de los barrotes—¿Qué haces aquí? Deberías estar en el hospital.

—¿Por qué lo has hecho? Yo ya lo había arreglado todo, no era necesario que confesaras….

—Claro que era necesario—Lidia sonreía y respiraba aliviada—Tú no tienes que pagar por algo que no has hecho. Hice lo correcto.

—No debiste, ahora no sabemos qué pasará contigo—se lamentó.

—Candela, pase lo que pase, mi conciencia está tranquila. Lo afrontaremos y ya está.

—Pero…—sintió como las piernas le fallaban, estaba débil aún.

—Candela, no estás bien, debes volver al hospital—Lidia estaba muy preocupada por su salud—No tenías que haber venido, te prometo que estoy bien.

—No iba a dejarte sola en esto.

—Ya has hecho mucho por mí—sonrió con tristeza—Si de verdad quieres ayudarme, ve a descansar y recupérate—se dirigió al policía que acompañaba a Candela—Llévesela de aquí por favor.

—Debe volver al hospital, no sea necia.

—¿Sigo estando detenida?

—No, ya no—le aclaró el agente.

—Entonces me iré al convento. Al menos allí podré estar tranquila y descansar. Lidia—llamó la atención de la muchacha—Te prometo que no vas a pasar aquí mucho tiempo ¿Vale? Si necesitas cualquier cosa, haz que me llamen e iré donde haga falta.




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