Corazones imperfectos (2024)

CAPÍTULO 26

Tras mucho meditarlo y después de hablarlo con Lidia, Candela había tomado la decisión de contar todo lo que sabía, y era muy consciente que aquello traería consecuencias, pero ya nada le importaba, nadie le iba a devolver lo que le habían robado y quería zanjar todo para siempre.

Una vez había llegado a ese lugar, aparcó el coche donde siempre y fue hasta la puerta de la casa con paso lento, y contemplándola por última vez, llamó al timbre. Cuando la puerta se abrió, la persona que estaba al otro lado se sorprendió por su visita.

—No te esperaba Candela…

—De eso se trataba, de pillarte desprevenido—lo observó muy seria mientras entraba—¿Molesto?

—Claro que no, aquí siempre eres bienvenida y lo sabes—estaba mucho más extraña de lo habitual—¿A qué has venido?

—Para decirte a la cara que lo sé absolutamente todo. ¿Cómo has podido?—lo encaró con rabia.

—Hija, te lo puedo explicar…

—¡No quiero tus explicaciones! ¡Ni tu protección! ¡Ni nada que venga de ti!—le gritaba mientras notaba como su corazón se hacía pedazos—Se suponía que eras tú quien decía protegerme de mi familia y has resultado ser igual o peor que ellos—se quitó las lágrimas de los ojos furiosa—¿Eres consciente que me has robado diez años de mi vida?

—¡Tenía que hacerlo! ¡Tenía que sacarte de aquí! No podía permitir que te hicieran daño otra vez, y sé que no estuvo bien, pero en ese momento fue lo único que se me ocurrió—Ángel se sentó en una silla echándose las manos a la cabeza, aquello no iba a terminar bien.

—Quisiste salvarme de la gente que me hizo daño y a la vez me apartaste de las personas que más quería, que eran mi verdadera familia. ¿Te paraste a pensar en ellos? ¿En cuánto podrían sufrir por tu mentira? ¿Pensaste en mí cuando cada día, durante años esperaba que alguno de ellos fuera a verme o incluso recibir una estúpida llamada? No te engañes a ti mismo, ni trates de engañarme a mí, porque todo eso lo hiciste por egoísmo, para vengarte de todo lo que pasó con mi madre y su marido, y así quedar como el padre abnegado que lucha por su hija.

—Por favor Candela, ya basta—le suplicó.

—¿Acaso tú paraste cuando te lo pedí aquel día mientras discutías con Pablo? ¿No, verdad? Pues ahora soy yo la que no va a parar hasta decirte todo lo que pienso sobre ti—escupió con dolor.

—Claro…ahora entiendo. Ha sido ese delincuente quien te ha estado metiendo esas ideas en la cabeza. ¿Quién si no?

—¡Deja de llamarlo así! Te lo dije una vez y no quiero volver a repetírtelo. Y por supuesto que él no me ha dicho nada que no fuera cierto. ¿Sabes? Fui tan idiota de tacharlo de loco y de mentiroso porque me negaba a creer que tú pudieras haber hecho algo así, cuando el único embustero que hay aquí eres tú—lo señaló con un dedo acusador—Pero déjame decirte que tus planes te han salido muy bien. Pablo no quiere saber nada de mí, puedes sentirte muy satisfecho querido padre.

—Ese tipo no te merecía, siempre has sido demasiado buena para alguien como él. Si todo esto ha servido para mantenerlo lejos de ti, me doy por satisfecho.

—¿Y tú quién te crees que eres para opinar sobre otras personas? ¡No eres nadie Ángel! Espero que te sientas muy orgulloso de tu gran hazaña. Has destrozado mi vida, mis ilusiones y quién sabe si algo mucho más grande. Gracias a ti, seré infeliz mientras viva.

—Estabas enamorada de ese hombre, alguien que no te convenía. Hice lo que tenía que hacer para salvarte de sus garras.

—Te equivocas de nuevo—dibujó una sonrisa tensa en sus labios—No lo estaba. Nunca he dejado de estarlo. Ni el tiempo ni la distancia han podido borrar lo que siempre he sentido, y eso es algo que nadie me puede quitar aunque nunca se vaya a dar. Ese amor vivirá en mí eternamente.

Comprendía perfectamente a su hija. ¿O acaso él no seguía amando a Carolina a pesar de todo lo que le había hecho? En ese mismo instante se dio cuenta de la magnitud de su mentira. Había destrozado la vida de Candela por venganza y orgullo. ¿Cómo pudo estar tan ciego? Quería tenerla a su lado y lo único que había conseguido es que lo odiara.

Ángel se levantó de la silla, se acercó a su hija y se arrodilló ante ella.

—¿Qué estás haciendo?—su padre se estaba humillando a sus pies.

—Acabo de darme cuenta de mi error—murmuró con la cabeza baja—Tú tienes razón, fui egoísta con todos ellos, pero contigo lo fui mucho más y he sido el que te ha hecho más daño que nadie.

—Levántate del suelo—lo ayudó a incorporarse. Por más daño que le hubiera hecho, no podía verlo así—El pasado no podemos cambiarlo, lo hecho, hecho está. Pero como tú comprenderás, no puedo pasar todo esto por alto y hacer como que no ha sucedido nada.

—¿Qué es lo que vas hacer ahora que lo sabes todo?—preguntó temeroso.

—Vivir la vida a mi manera—abrió su bolso para buscar algo.

—¿Y eso qué quiere decir?—Ángel se temía lo peor.

—Significa que tú y yo tomaremos caminos separados de aquí en adelante—sobre la mesa dejó las llaves de su casa donde vivía con Alan, las de esa casa y las de su coche—No necesito nada de ti, no quiero volver a verte nunca más.

—Sé que estás muy enfadada conmigo y entiendo que no quieras saber nada de mí, pero no puedes quedarte sin tu casa—le ofreció las llaves de vuelta y ella las rechazó.




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