Horas más tarde, Candela se despertó desorientada, hasta que se fijó en Pablo y Alan y no pudo evitar sonreír. Los dos estaban dormidos uno frente a otro y ella los miraba embobada y enamorada. Jamás se le había pasado por la cabeza que podría tener su propia familia, pero allí estaban a su lado, dormidos y despreocupados, los hombres de su vida.
Escuchó la puerta de la entrada, suponía que era Lidia, así que con mucho cuidado se levantó y salió hasta el salón.
—Buenos días Lidia—saludó con sorna—¿O debería decir buenas noches? No tienes pinta de haber dormido.
—No mucho—sonrió tímidamente y suspiro feliz.
—Uy, que me da a mí que alguien está un poquito enamorada—comentó divertida.
—No sé, aún es pronto para saberlo—la muchacha se sonrojó—Debo ir con cuidado, no quiero confiar en la persona equivocada otra vez…No ha pasado nada de lo que piensas, pero creo que ha sido la mejor noche de mi vida.
—El sexo no es fundamental para pasar la mejor noche de tu vida, te lo digo por experiencia.
—Lo sé, pero creo que era el momento perfecto y yo…He tenido miedo y lo he fastidiado todo—tiró el bolso violentamente al sofá y se sentó cabizbaja.
—¿Él te ha dicho eso?—Lidia negó con la cabeza—¿Entonces?
—Gustavo ha sido muy comprensivo conmigo y me ha traído a casa, pero seguramente pasará de mí—añadió con un deje de tristeza.
—Eso no lo sabes—se sentó junto a ella y la abrazó—Si ese chico es bueno y comprensivo contigo, sabrá entenderte, y si no lo hace es porque no te merece.
—Sé que es un buen hombre, pero creo que se puede alejar de mí por no ser suficiente para él.
—A ver cielo, mírame y escúchame bien. Tú vales mucho y por supuesto que eres más que suficiente para cualquier cosa que te propongas, que no se te olvide nunca ¿Vale?
—No sabía cuánto había echado de menos tus charlas hasta este momento. Prométeme que no vas a volver a desaparecer.
—No tengo intención de irme a ningún lado—sonrió con picardía.
—¿Ah no? Creo que tienes mucho que contarme Candela.
—Lo haré, pero no ahora.
—¿Por qué? Alan estará dormido, no se va a enterar—su amiga le insistió.
—Bueno, es que…no duerme solo…Espero que no te importe.
—¡¿Qué?!—gritó sin querer—¿Pablo está aquí?—bajó la voz todo lo que pudo.
—Shh, los vas a despertar.
—Lo siento, pero no puedo esperar, y por supuesto que no me importa, siempre y cuando me hagas testigo de vuestra boda—bromeó.
—Creo que te estás adelantando demasiado a los acontecimientos.
—Pienso que no tanto—le guiñó un ojo—Ese hombre está loco por ti, no tardará mucho en hacerlo. ¿Tú estás contenta?
—Sí, claro que lo estoy…Pero a veces siento que todo esto es tan irreal que pienso que en cualquier momento despertaré y todo seguirá como siempre.
—¿Se podría decir que tienes miedo?
—Algo así—admitió con tristeza—Toda mi vida ha sido un drama, desde que nací. Estoy acostumbrada a vivir así, incluso podría decirte que estoy en mi zona de confort—le explicó—Pero ahora que por fin tengo en mis manos lo que tanto tiempo llevo esperando, temo echarlo a perder por mis miedos o que alguien vuelva a aparecer a revelar otro maldito secreto o mentira. Estoy cansada de eso.
—Imagino que todo esto no se lo has contado a Pablo—negó con la cabeza—¿Por qué?
—No quiero darle más problemas, él también tiene sus propias cosas en las que pensar.
—Se supone que para eso están las parejas, para apoyarse uno en el otro y compartirlo todo.
—Pues sí, pero ya hemos sufrido demasiado y no se puede resolver todo el primer día. Lo más importante para mí, parece que va por buen camino y de momento con eso me basta.
—¿Te refieres a Alan y Pablo?
—Sí. Ambos están poniendo de su parte, al punto que fue idea de Alan que Pablo se quedase a pasar la noche aquí.
—¿En serio? Que niño tan inteligente—aplaudió Lidia—Me alegro tanto por vosotros…Ya era hora que te tocara la parte bonita de la vida…Ojalá a mí también me toque alguna vez…—suspiró resignada.
—Por supuesto que lo hará—Candela tomó sus manos—Eres una gran mujer, con muchísimas cosas que ofrecer y la persona que logre conquistarte será muy afortunada Lidia. Sólo espero y deseo que te trate como tú mereces—le acarició la mejilla con cariño.
—¿Cómo supiste que estabas enamorada de Pablo?—soltó de sopetón.
—Mi caso fue algo especial dadas mis circunstancias en esa época…Sucedió sin que yo me diera cuenta y cuando lo hice…decidí ignorar ese sentimiento. Pero él no me lo puso fácil, siempre estaba ahí, a mi lado, aunque sólo fuera para discutir…Yo no quería hacerme ilusiones.
—¿Y cuando fuiste consciente de tus sentimientos? Porque imagino que tuvo que haber un momento en que eso pasara.
—Cuando Rosario, la mujer de un amigo suyo fue a visitarlo, aunque en ese momento yo no tenía esa información—sonrió avergonzada—Me enfadé muchísimo y cuando los vi hablando lo supe…Y me enfadé aún más por estúpida. Pero empecé a sospecharlo desde la noche anterior cuando, aún no sé ni cómo, nos quedamos encerrados en la despensa.