Corazones imperfectos (2024)

CAPÍTULO 37

Esa misma noche después de la cena y de acostar a Alan, Pablo y Candela estaban hablando como hacían siempre que podían, sobre los proyectos de futuro de cada uno de ellos. Pasaban ya de las once de la noche, cuando alguien llamó a su puerta.

—¿Esperas a alguien?—Candela negó con la cabeza—Iré a ver quién es—cuando abrió, Ángel estaba al otro lado.

—Buenas noches. ¿Podría hablar con mi hija?

—Si ella quiere, no veo por qué no—abrió más la puerta invitándolo a pasar—Tienes visita.

—¿Papá? ¿Le ha pasado algo a mamá?—caminó hasta él preocupada.

—Tu madre está perfectamente bien en su casa—escuchar eso la tranquilizó—He venido a hablar contigo…si me lo permites.

—Hay una parte de mí que quiere hacerlo, así que supongo que con eso bastará, siéntate.

—Os dejo para que habléis tranquilos—comentó Pablo.

—Por mí, puedes quedarte, no tengo problema—añadió Ángel.

—Mejor que no—insistió Pablo—Nos vemos arriba— y le dedicó una larga mirada cargada de amor.

—Se os ve muy enamorados y felices.

—Lo somos y mucho—sonrió con timidez.

—Me alegra saber que has podido conseguir serlo después de toda una vida de sufrimiento.

—¿A qué has venido? 

—Me conoces demasiado bien hija—suspiró—Lo que ha pasado hoy…Lo que he sentido al saber la verdad sobre tu madre me ha dejado hundido. Debí haberme dado cuenta, conocía a Carolina a la perfección y sabía que algo le estaba pasando. De un día a otro, sus ojos perdieron la alegría, se portaba fría y distante conmigo y no fui capaz de preguntarle si le pasaba algo ni una sola vez—se lamentaba mientras negaba con la cabeza—Desearía que Miguel estuviera vivo para decirle a la cara cuanto lo odio y acabar con él.

—Eso ya no es posible, ese hombre está muerto, no puede hacernos nada más afortunadamente—quiso apaciguar el ánimo de Ángel—¿Habéis terminado de hablar mamá y tú?

—Hemos hablado durante horas, nos hemos echado cosas en cara, hemos recordado muchas otras, hemos reído…Ha sido como si el tiempo se hubiera detenido y nada hubiera pasado.

—¿Sigues enamorado de ella, verdad?

—Como el primer día, hace casi cuarenta años de eso—le confesó—Nunca pude olvidarla ni fijarme en otra persona, no hay otra como Carolina.

—Eso es precioso—sonrió como una boba mirando a su padre—¿Y qué va a pasar ahora?

—¿Qué va a pasar con qué, hija?

—No sé, entre ella y tú. Vais a seguir con vuestras vidas como hasta ahora, vais a ser amigos, algo más que amigos…

—Creo que somos un poco mayores para pensar en ser algo más que amigos—Ángel se ruborizó haciendo reír a su hija.

—Entonces ¿Te gustaría retomar lo vuestro en algún momento?

—Estás muy preguntona esta noche ¿No?—bromeó—Eso no depende sólo de mí, ni tampoco quiero presionar a tu madre a hacer algo que no quiere. Pero como no te vas a callar hasta que responda, lo haré. Sí me gustaría, pero a estas alturas de la vida, no me voy hacer ilusiones Candela.

—Uno nunca sabe lo que nos tiene preparado el futuro. Yo jamás me imaginé tener la vida que tengo, ser tan feliz con las personas que amo y poder recuperar la relación con mi madre. Meses atrás ni siquiera se me hubiera pasado por la cabeza vivir todo esto.

—En eso tienes razón, y pudiste tenerlo mucho antes si yo no me hubiera entrometido en tus asuntos. Me faltará vida para pediros perdón a Pablo y a ti. El miedo a perderte fue mayor que actuar con sensatez aunque no me gustara.

—Te equivocaste papá—Ángel estaba realmente arrepentido, Candela lo conocía mejor que nadie, podía verlo en sus ojos dorados, cada vez que lo miraba veía en ellos el tormento que vivía dentro de su padre.

—¿Nunca me vas a perdonar, verdad?

—Esa es una pregunta difícil de responder…Yo ni puedo ni quiero vivir guardándote rencor, no quiero tener cosas negativas en mi vida. No puedo pretender educar a Alan con buenos valores si no soy capaz de tener una buena relación contigo—lo tomó de la mano—Siempre has sido como un padre para mí, aún sin saber que realmente lo eras…Me rompiste el corazón en mil pedazos cuando me enteré de lo que habías hecho y de la enorme mentira que tanto daño nos hizo a todos. Pero no podemos estar así eternamente porque a pesar de todo yo siempre te voy a querer papá…Sin embargo necesito que vayamos poco a poco, te prometo poner todo lo que pueda de mi parte.

—Eso ya es mucho Candela, no me merezco tanto—Ángel estaba verdaderamente emocionado tras escuchar las palabras de su hija—Tienes un corazón que vale oro hija mía.

—De oro no sé, pero al menos funciona mejor que antes—bromeó para hacer sonreír a su padre.

—¡No vas a cambiar jamás!—se levantó y la incitó a que hiciera lo mismo—No quiero abusar más de tu generosidad y ante todo quiero que sepas que respetaré tu decisión pero ¿Te puedo pedir un abrazo?

—Sí…Sí que puedes.

Padre e hija se fundieron en un emotivo abrazo. Ninguno de ellos era consciente de cuanto se necesitaban hasta ese momento.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.