Corazones imperfectos (2024)

CAPÍTULO 39

Dos años después…

—¿Estás segura que te encuentras bien?—Lidia la miraba con preocupación.

—Sí, no te preocupes, no pasa nada—Candela trató de convencerla que estaba todo bien—Vámonos ya o llegaremos tarde.

—Pablo y Alan ya hace un rato que se fueron al lugar de la ceremonia, sólo faltamos nosotras.

—¿Mi madre está lista?

—Sí, todas lo estamos—la chica vio la mueca de dolor silenciosa de Candela—¿Son contracciones, verdad? ¿Desde cuándo las tienes?

—Desde hace unas cuatro horas—confesó—Pero guárdame el secreto, no quiero estropear la boda.

—Candela ¿Eres consciente que estás de parto, no? La boda da igual—la riñó.

—Guárdame el secreto hasta después de la ceremonia por favor—le suplicó—No va a nacer ya, y prefiero estar ahí todo el tiempo que pueda.

—Sólo hasta entonces, si cuando llegue ese momento no has dicho nada, lo haré yo ¿Entendido?

—Que sí pesada—trató de sonreír—Venga, vamos—y así Candela, Lidia y Carolina salieron de casa, había una boda que celebrar.

Cuando llegaron, el novio estaba de los nervios. Mientras la novia se quedó atrás con el que sería el padrino, el resto fueron a saludar y tranquilizar al novio. Poco después, la música sonó y la novia hizo su entrada triunfal entre vítores y aplausos para reunirse con su futuro esposo.

—Está guapísima ¿No crees?—comentó completamente emocionada.

—Hacen muy buena pareja, tienen buenos genes, a la vista está—Pablo la miraba con adoración, no dejó de hacerlo ni un sólo día desde que se quedó embarazada y ella le decía que estaba horrible—¿Estás bien?—le preguntó al verla con mala cara. Desde que supo que estaba embarazada, Pablo vivía pendiente de Candela las veinticuatro horas del día y siempre que iban a revisión, acribillaba al doctor a preguntas sobre si todo estaba bien con ella y el bebé.

—Todo este jaleo me agota, ya sabes—quiso tranquilizarlo—Quién me iba a decir a mí que iba a ver a mis padres casarse—quiso cambiar de tema.

—Ya me he acostumbrado a las cosas pintorescas de tu familia—se encogió de hombros—Hasta me está empezando a caer bien tu padre.

—Me alegro que sea así—entrelazó una mano con la de Pablo y con la otra acariciaba su prominente vientre—Están todos guapísimos.

Junto a Ángel y Carolina, estaban Gonzalo y Lara, los orgullosos padrinos. En principio Candela era la madrina, pero le cedió el testigo a su cuñada por el embarazo tan avanzado que tenía. Alan era el encargado de los anillos y se tomó muy en serio su papel en la boda de sus abuelos.

La ceremonia concluyó y todos fueron a felicitar a los recientes esposos. Lidia fue hasta donde se encontraba Candela para darle un ultimátum.

—¿Se lo has dicho ya?—preguntó sin darse cuenta que no estaba sola.

—¿Decir qué?—Pablo estaba ahí—¿Qué está pasando? Os conozco de sobra, algo tramáis.

—Candela lleva horas con contracciones, deberías llevarla al hospital.

—Gracias Lidia por tu tacto al decir las cosas—se echó las manos a la cabeza—Antes que me digas nada, yo…

—Eso puede esperar—su tono de voz parecía apaciguado pero ella sabía que por dentro estaría poniendo el grito en el cielo—Vámonos.

—Lidia, no digas nada hasta que se acabe todo. Cuida de Alan por favor.

—Vale, no diré nada, pero cuando se enteren me van a matar—se lamentó Lidia haciendo reír a su amiga—A ver qué me invento para justificar vuestra ausencia.

—Se les pasará, no te preocupes—la abrazó—Gracias por todo Lidia.

—De nada. Iros ya, tengo ganas de conocer a mi sobrino o sobrina pronto.

Candela y Pablo se marcharon de ahí casi sin hacer ruido. Eso sí, una vez en el coche, él finalmente le echó la bronca, estaba tan nervioso que se equivocó de camino al hospital varias veces, mientras ella entre contracción y contracción, se partía de risa. Una vez en el hospital les confirmaron que Candela estaba de parto, pero que aún faltaba para que el bebé llegara al mundo.

Las horas avanzaban y Candela estaba cada vez más dolorida y cansada, y Pablo cada vez más nervioso y malhumorado con el personal sanitario. No tuvieron que esperar mucho más para conocer a su bebé. No sabían qué sería porque así lo habían decidido.

—Es una niña—anunció una de las enfermeras—¡Enhorabuena papás!—la puso sobre el pecho de Candela para que pudiera sentir su calor.

—¿Ella está bien? ¿Su corazón…?—si había algo que preocupaba a ambos era que el bebé pudiera nacer con el mismo problema que su madre.

—La niña está perfectamente bien, no os tenéis que preocupar por eso. Tiene un corazón fuerte y totalmente sano.

—Gracias a Dios—Candela por fin podía respirar tranquila. Tenía a su hija entre sus brazos y al amor de su vida a su lado—¿Has visto lo que hemos hecho?—lloraba y reía a la vez, tenía las emociones a flor de piel.

—Es…perfecta—la niña le agarró un dedo con fuerza—Es el mayor regalo que me has podido hacer.




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