La tarde posterior a la presentación fue ligera, como si un peso invisible se hubiera disipado de los hombros de los tres. Deara, emocionada por la idea, se encargó de organizar la pequeña "celebración" por haber terminado el proyecto. Auren no dijo que no. Leo, para su sorpresa, dijo que sí casi de inmediato.
Eligieron reunirse en casa de Leo esa misma noche. Sus padres no estarían y su hermano menor, Liam, se quedaría en casa de un amigo. Deara llegó puntual, con dos botellas de refresco y una caja de galletas. Auren apareció minutos después, con una expresión neutral y una bolsa de patatas. Leo ya había pedido dos pizzas: una con piña, sólo para fastidiar a Auren.
—Esto es una ofensa —dijo Auren, al verla.
—Es la prueba de que soy el alfa aquí —bromeó Leo.
Se instalaron en la sala, la televisión de fondo reproduciendo una película que nadie estaba realmente viendo. Deara se acurrucó en el sofá entre los dos, riendo por tonterías y disfrutando del ambiente. Por primera vez en mucho tiempo, Auren sentía algo similar a paz... aunque con un leve nudo en el estómago.
Mientras Deara se levantaba a buscar más vasos a la cocina, Leo se giró hacia Auren.
—No creí que dirías que sí a venir.
Auren se encogió de hombros.
—No creí que me invitaras.
Leo sonrió un poco, y se produjo un silencio entre ambos. Nada hostil, pero tampoco cómodo. Como si las palabras fueran escurridizas.
Después de comer, jugaron un rato con una consola que Leo encendió, sin mucho entusiasmo. Deara se reía cuando ganaba, y bromeaba cuando perdía. Auren se dedicaba más a observar que a participar, aunque cuando lo hacía, era extrañamente bueno.
—Eres un monstruo en este juego —dijo Leo, desconcertado.
Auren sonrió levemente.
—Tengo buena memoria.
La noche se alargó con risas y bromas hasta que Deara decidió que debía marcharse. Leo insistió en acompañarla a casa, y Auren, por inercia, también. Después de todo, eran vecinos.
El camino fue distinto al de la noche anterior. Más distendido, menos silencioso. Deara caminaba en el medio, hablando con Leo sobre una serie que le encantaba. Leo escuchaba, sonriendo, de vez en cuando lanzando una mirada hacia Auren, que iba más callado.
Al llegar a la casa de Deara, ella los abrazó a ambos.
—Gracias chicos por acompañarme y por este día. De verdad. Esto fue mejor que cualquier nota.
Leo la miró un momento. Algo brilló en sus ojos. Deara le sonrió con suavidad.
Auren lo notó.
Caminaron de regreso en silencio. Leo y Auren, ahora solos, sin Deara para llenar los huecos con palabras. Llegaron frente a sus casas, y durante unos segundos, permanecieron parados bajo la luz de la farola.
—Ha sido un buen día —comentó Leo.
Auren asintió.
—Supongo que sí.
—Tú y Deara... son cercanos.
Auren lo miró, algo confundido.
—Desde que éramos niños. Ella es como... mi punto de anclaje.
Leo no dijo nada. Auren notó algo en su expresión. Como si pensara demasiado. Como si sintiera algo nuevo. Algo que no comprendía del todo.
Días después, ya en el instituto, Deara se acercó a Leo durante el receso, mientras Auren hablaba con otro compañero de clase.
—¡Hey! ¿Tienes planes este fin de semana?
Leo negó con la cabeza.
—Nada fijo. ¿Por?
Ella se sentó a su lado, pegándose ligeramente. Leo sintió el calor de su brazo contra el suyo.
—Hay una exposición en la plaza del centro. Arte urbano y tal. Pensé que podría gustarte.
Leo la miró, sorprendido. Deara se estaba mostrando... diferente. Más abierta. Más directa.
Y entonces lo sintió.
Esa sensación rara, parecida a nerviosismo. A inquietud.
Se rascó la nuca, intentando disimularlo.
—Claro. Podría estar bien.
Deara sonrió con una luz especial. Auren, desde la distancia, lo vio todo, lo escuchó todo. Y por dentro, algo se movió.
No era envidia. No era ira. No eran celos, o eso creía. Aunque también sentía un vacío leve. Dolor sin dolor. Una sensación hueca en el pecho que no sabía cómo nombrar.
Cuando Deara se levantó para volver al aula, Leo giró la cabeza hacia Auren. Sus ojos se encontraron brevemente, pero esta vez, Auren fue el que desvió la mirada.
En su interior, no sabía si había perdido algo, o si simplemente había empezado a comprender lo que quería.
Y eso, en parte, era más aterrador que cualquier recuerdo del pasado.