Corazones Nocturnos

CAPÍTULO 17. Sangre y Resistencia.

Desde que las familias se unieron bajo el mismo techo, la casa había estado más viva que nunca. Pero esa vitalidad no era precisamente alegre. Se sentía como una olla de presión que en cualquier momento iba a explotar. Las reuniones entre los padres de Auren y Leo eran constantes. No solo por estrategia, sino por protección. Había algo allá afuera, observándolos. Un peligro del cual aún no conocían nombre ni rostro.

En la mañana, mientras los adolescentes desayunaban en silencio, el padre de Auren, con gesto grave, habló:

—Quiero que hoy no salgan. Ni al jardín. Nada de calle, ni tiendas, ni plaza. El mínimo riesgo puede ser malo.

—Pero papá… —comenzó Lys.

—Ni siquiera tú, Lys —interrumpió su padre—. Lo digo en serio. Por ahora, esta casa es lo único seguro. Así que hagan lo que tengan que hacer, pero dentro.

Leo y Auren intercambiaron miradas. Luka y Lys también. Fue Lys quien rompió el hielo:

—¿Entonces puedo quedarme con Luka en mi habitación?

—Solo si mantienen la puerta abierta —dijo el padre de Auren, cruzando los brazos con firmeza.

Luka soltó una risita nerviosa.

—¡Es solo para jugar a videojuegos! —protestó.

—Y dibujar —añadió Lys.

—Perfecto —respondió el padre de Leo—. Pero ni un paso afuera.

El día pasó lento. Los adultos iban y venían como sombras silenciosas, hablando en susurros por los pasillos, revisando ventanas, cámaras, planos. Lys y Luka estaban en su mundo, jugando con una consola portátil, riendo y hablando en voz baja mientras dibujaban criaturas fantásticas que parecían menos peligrosas que las reales.

Eso dejaba a Leo y Auren… solos. Otra vez. En la habitación que compartían, en el salón, en la cocina… juntos.

Leo intentó suavizar la tensión.

—No es tan terrible quedarnos aquí. Podríamos… no sé, ver una película.

Auren estaba sentado en el alféizar de la ventana, mirando el cielo nublado. Sin camisa. Leo trató de no mirar directamente.

—¿Película? —preguntó Auren, con una sonrisa apenas visible—. ¿Tú y yo, viendo una comedia romántica mientras nuestros padres cazan monstruos?

Leo se encogió de hombros.

—Podría ser peor. Podríamos estar solos con Luka y Lys.

Auren rió un poco.

—Eso sí sería peligroso.

Pasaron las horas. Hablaron más de lo que esperaban. De sus vidas, de cómo habían crecido. Leo descubrió que Auren había sido mucho más alegre de pequeño, y Auren se sorprendió de que Leo no era tan arrogante como pensó.

Pero entonces… vino el hambre.

Auren lo sintió primero como un picor leve en la garganta. Luego una presión en el pecho. Después, una necesidad dolorosa. No lo había notado antes, distraído por la conversación, pero llevaba más de unas horas sin alimentarse.

Y Leo estaba demasiado cerca.

—¿Estás bien? —preguntó Leo.

Auren apretó los dientes. Se apartó un poco, pero no dijo nada. Leo frunció el ceño y se acercó un paso más.

—Hey, estás pálido. ¿Te mareas o…?

—No… no te acerques —dijo Auren, la voz quebrada.

Leo se detuvo, perplejo.

—¿Qué?

En un segundo, Auren se giró y lo empujó contra la pared. Leo quedó atrapado, su espalda chocando con la superficie dura. Auren estaba tan cerca que sus rostros casi se tocaban. Sus ojos… ya no eran verdes. Eran de un rojo brillante y profundo. Y sus colmillos estaban expuestos.

Leo no se movió. No tenía miedo… pero su corazón latía como si lo tuviera.

—Auren… —susurró.

—No lo entiendes… —jadeó el vampiro, temblando—. No quiero estar cerca de ti cuando tengo hambre. Tu sangre… me atrae demasiado. Es como un imán.

Leo tragó saliva, pero aún no se apartaba.

—Entonces aléjate. O… hazlo. No voy a gritar.

Auren apretó los ojos, soltó un gruñido bajo, y en una fracción de segundo desapareció. Bajó a la cocina, sus pies apenas tocando los escalones. Abrió la nevera, sacó una bolsa de sangre de animal y la mordió con desesperación.

Cuando Leo bajó, lo encontró apoyado contra el fregadero, respirando hondo. La bolsa vacía en el suelo.

—¿Estás bien? —preguntó con suavidad.

Auren no lo miró. Solo asintió.

Leo se acercó. Le puso una mano en el hombro.

—No tienes que pedir perdón. No fue nada.

—No, Leo. No entiendes —dijo Auren, girándose finalmente—. No fue solo hambre. Fue tú. Fue tu olor, tu calor… tu sangre. Me llama. Como si estuviera hecha solo para mí. Y eso… eso me asusta.

Leo no sabía qué responder. Pero no se apartó.

—¿Y si en vez de alejarte… aprendemos a manejarlo? Juntos.

Auren lo miró. Y por un instante, todo ese odio, todo ese miedo… se disipó.

—No quiero hacerte daño.

—Entonces no lo harás.

Esa noche, volvieron a su habitación. Luka y Lys ya dormían, cada uno en sus respectivas habitaciones. Los adultos aún estaban fuera. Auren y Leo se recostaron en sus camas separadas, pero no durmieron de inmediato.

Auren recordó, en medio del silencio, los fragmentos de un pasado más oscuro. La muerte de su madre, los ojos rojos de las bestias que la mataron. Él, siendo apenas un niño, había escondido ese recuerdo muy adentro, donde no doliera tanto.

Lo que ninguno de ellos sabía… era que esos lobos estaban ligados al pasado de la familia de Leo. Que los tíos de Leo, y tal vez incluso sus padres, habían estado involucrados sin saberlo. Sin recordarlo.

Auren aún no lo sabía. Ni su padre. Ni Lys. Nadie.

Y Leo tampoco tenía idea.

Pero el pasado no puede ocultarse para siempre.




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