Corazones Prestados

La Historia de Amor de Ernesto y Clara

Mientras leen las cartas, Elena y Alan descubren la historia de amor entre Ernesto y Clara. Descubren que se conocieron en una época en la que era difícil expresar las emociones y que su relación fue un desafío constante contra la represión emocional de la época.

 

Ernesto y Clara se conocieron en una librería en el centro de la ciudad. Ernesto estaba buscando un libro de su poeta favorito, Pablo Neruda, cuando notó que Clara también estaba revisando los estantes de poesía. Ernesto, un poeta aficionado, decidió acercarse y preguntarle sobre sus gustos literarios.

 

Clara, una costurera humilde y trabajadora, se sintió inmediatamente atraída por la pasión y la sinceridad de Ernesto al hablar de poesía. Él le mostró uno de sus poemas favoritos de Neruda, que hablaba sobre el amor y la esperanza, y Clara quedó fascinada.

 

A partir de ese momento, Ernesto y Clara comenzaron a encontrarse en la librería con frecuencia. Ernesto le recitaba poemas de Neruda y de su propia autoría, y Clara se enamoró profundamente de su capacidad para expresar sus emociones con palabras tan bellas.

 

Una tarde, mientras Ernesto y Clara se encontraban en la librería buscando nuevos libros para leer, un grupo de estudiantes universitarios comenzó a hacer ruido y a reírse a carcajadas. Los estudiantes parecían estar disfrutando de su tiempo juntos, pero para Ernesto y Clara, el ruido era una distracción que impedía su inmersión en la poesía.

 

Ernesto estaba a punto de acercarse a los estudiantes para pedirles que bajaran el volumen de sus voces, pero Clara le detuvo. "Déjalos", dijo ella. "Quizás solo necesitan un lugar para divertirse y ser ellos mismos. La librería puede ser un espacio para eso también".

 

Ernesto se sorprendió por la perspectiva de Clara y comenzó a mirar a los estudiantes de una manera diferente. Observó cómo disfrutaban de sus conversaciones y cómo reían juntos, y comenzó a sentir un poco de envidia por su capacidad para ser libres y expresarse sin restricciones.

 

Después de unos minutos, los estudiantes se marcharon y la librería volvió a estar en silencio. Ernesto miró a Clara y le dijo: "Gracias por enseñarme algo nuevo hoy. A veces me olvido de que hay otras formas de vivir la vida y de que debemos respetarlas también".

 

Clara sonrió y le respondió: "Creo que eso es lo que nos hace ser humanos. Nuestras diferencias son las que nos hacen interesantes y las que nos permiten aprender unos de otros".

 

Desde entonces, Ernesto y Clara comenzaron a disfrutar de la librería de una manera diferente. Aprendieron a apreciar las distintas formas en que la gente disfrutaba de los libros y de la literatura, y a ser más tolerantes y abiertos a las diferencias.

 

Después de varios encuentros en la librería, Ernesto comenzó a sentir algo más fuerte por Clara. Una tarde, después de recitarle un poema de su autoría, Ernesto le confesó que se había enamorado de ella.

 

Clara se sorprendió por la confesión de Ernesto, pero también se sintió halagada por sus palabras. Después de un momento de silencio, ella le preguntó cómo había ocurrido.

 

Ernesto se tomó un instante para pensar, y luego comenzó a contarle cómo cada vez que la veía en la librería, su corazón latía más fuerte. "Cada vez que te veo, Clara, siento que el mundo se detiene y que solo existe nuestra conversación, nuestros libros y nuestras miradas", le dijo.

 

Clara sonrió y le confesó que ella también había estado sintiendo algo por él, pero que no se había animado a decirle nada. Ernesto se acercó a ella, tomó su mano y le dijo: "Clara, no hay nada que pueda impedirnos estar juntos. Si me permites, quiero estar a tu lado en cada momento".

 

Desde ese momento, Ernesto y Clara comenzaron una relación apasionada y humilde. Siempre encontraban la manera de sorprenderse y de mantener vivo el amor que sentían el uno por el otro. Ernesto seguía escribiendo poesía y dedicándosela a Clara, y ella lo motivaba a seguir sus sueños y a no rendirse ante las adversidades.

 

En la librería, encontraron un espacio mágico donde podían compartir su amor por los libros y la literatura. A veces, se sentaban en silencio, leyendo juntos, y otras veces, se perdían en profundas conversaciones sobre la vida, el amor y la felicidad. Pero siempre, siempre, encontraban la manera de hacer que cada momento fuera especial y significativo para ellos.

 

 

Sin embargo, su amor no fue fácil. La sociedad de la época no permitía la libre expresión de emociones, y el padre de Clara desaprobaba su relación con Ernesto por considerarlo un hombre pobre y sin futuro. Pero esto no detuvo a la pareja. Ernesto dedicó cada poema a Clara, y ella le cosió un pañuelo con sus iniciales para que lo llevara siempre consigo.




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