Kira Weigart
La noche fue larga, y el día fue todo, menos esperanzador. Desde que salió el sol me sacaron del hoyo, preparando todo para mi traslado, en este momento me encuentro en el bus rumbo al Centro Penitenciario de Atlanta, Georgia. El cielo está nublado, gris igual que mi alma, se percibe como un día nostálgico que así mismo contagia mi ser.
A lo lejos ya puedo visualizar mi nuevo hogar, mi nuevo infierno. El juicio aún está por venir, pero yo ya me rendí, ya acepté pasar el resto de mis días tras las rejas. Mi abogado no ha encontrado pruebas a mi favor, ni testigos, y sinceramente no lo veo ayudando, pero da igual, me ayude o no tendré el mismo resultado, ya que igual, me terminaré pudriendo en la cárcel siendo inocente.
La prisión es grande, de lejos se ve incluso bonita y cuidada, pero a fin de cuentas sigue siendo eso, una prisión. Cuando entro me dan las instrucciones correspondientes para el "proceso de admisión"....
Por primera vez, es una prueba que sé que no voy a quemar, pero cuanto me gustaría reprobarla, para repetirla y esta vez hacer las cosas bien.
- Toma el cartel y colócate frente a la cámara..... perfil derecho...... perfil izquierdo..... siguiente - sí, esa era la monótona frase que nos decía la oficial antes de pasar a las celdas, ya nos habían despojado de nuestras míseras pertenencias y estábamos uniformadas con el estúpido traje naranja.
La celda no era un hotel cinco estrellas, pero no estaba tan mal, habían dos camas, una encima de la otra colgadas a la pared, un retrete sin tapa, un lavamanos, encima un rollo de papel y una pequeña mesa en una esquina con dos sillas, al parecer mi compañera de celda no había llegado, por lo que me acosté en la cama de abajo. Vuelvo y repito, no estaba tan mal, me encontraba en una etapa de mi vida donde estaba bien apreciar los pequeños detalles, durante los meses de cautiverio no tuve una cama para dormir, tampoco un retrete que utilizar siempre que lo necesite; por lo menos aquí no dormiría en el suelo, ni me haría encima de la ropa, y buena o mala, tendría comida, así que después de todo, no estaba tan mal.
Estaba tan sumergida en mis pensamientos que no me percaté de que una chica - cuyo tono de piel se veía moreno, pero era más bien claro y con un bonito cabello rizado de color café - entraba a la celda.
- Hola... supongo que tú serás mi compañera de celda, mi nombre es Catherine - no tenía pinta de ser la chica mala que apresaban por vandalismo en la calle, más bien, tenía esa mirada perdida que muchas veces vi en mí frente al espejo, es fácil identificar a un monstruo cuando tú también eres uno, por eso fue fácil para mí saber que esa chica estaba rota por dentro, igual que a mí la habían dañado, tal vez ella está aquí porque le tocó, no porque lo haya elegido, pero yo no soy capaz de lidiar con mi mierda, así que no puedo pensar en lidiar con la ajena, no vine aquí para entablar conversaciones y hacer amigos, porque tarde o temprano, algo pasa y las personas cercanas a mí siempre terminan pagando por mis malas decisiones.
-Yo me llamo Kira - y sin decir nada más me volteé en la cama para darle la espalda, una clara señal de que no estaba interesada en hablar. Con la última muerte que me afectó, me prometí no involucrar a más nadie en mis problemas, y si para lograrlo tenía que ser una chica solitaria toda la vida, entonces lo aceptaba.
Sentí como Catherine se acostaba en su nueva cama y no hablamos más en todo el rato encerradas, un par de horas después todas las presas iban saliendo al comedor del reclusorio, por lo que las seguí, mi estómago estaba hambriento, no había probado bocado en todo el día y en el hoyo de la comisaría no daban alimento suficiente, por lo que esperaba que aquí pudiera comer algo mejor.
Entré al comedor y lo primero que visualicé fue la larga fila de reclusas esperando por su ración de comida, seguí el orden y tomé una bandeja, cuando llegó mi turno se me abrió el estómago, no era el mejor manjar pero sí que tenía hambre, estaban sirviendo arroz con pollo y creo que nunca en mi vida me había alegrado tanto de ver un plato de comida, en el cautiverio tampoco mantenía una buena alimentación, a veces no comía nada durante días y sobrevivía a base de agua, por eso mi cuerpo estaba más débil, mis huesos más marcados y cualquiera podía notar que no me había estado cuidando como se debe. Me dirigí a una de las pocas mesas vacías y empecé a comer, mientras lo hacía recordaba aquellas veces que tuve que atiborrarme con lo poco que me daban porque no sabía en qué momento aparecerían arrepentidos de alimentarme para quitarme el plato sin terminar. Comí de manera tan desesperada, que terminé incluso primero que las demás, por lo que me levanté satisfecha dispuesta a irme a mi celda, en los pasillos no había ningún guardia vigilando, y antes había venido siguiendo al resto de prisioneras, entonces no le puse la debida atención al camino y justo ahora lo lamentaba porque me perdí, no recordaba el camino de vuelta, aparte de que todos los pasillos se parecían, cada rincón de esta prisión mantenía esos tonos grises que solo daban ganas de cortarse las venas.
Escuché un pequeño ruido detrás de mí y me giré, pero no había nadie, y cuando volví al frente para seguir mi camino me recibió un puñetazo directo a la cara, por el impacto retrocedí unos cuantos pasos y sentí como la comida se me subía a la garganta, lo próximo que sentí fue una patada en las costillas, y otro puñetazo que me giró la cara y me llenó la boca de sangre, me había partido el labio, el sabor metálico lo demostraba, yo no sabía pelear, lo único que pude hacer fue escupir y sostener la costilla adolorida con una mano, mientras la chica que me golpeaba se acercaba a mi oído y me susurraba:
Editado: 02.12.2021