Corazones Rotos

Prologo

— Lo siento, créeme que lo siento. No sé qué más decir. Perdóname. Yo tengo toda la culpa. Perdón.

Ella solo lloraba con el móvil en mano sin saber que decir. Le dolía el corazón y sentía que se le cerraba la garganta. Quería gritar, llorar y tirar todo a su paso, pero no podía. Debía controlarse pues su familia no sabía nada de lo que sucedía en su habitación, ni en ese aspecto de su vida. Lo único que le quedaba era llorar en silencio.

— Está bien –dijo apenas con voz audible—. Está bien. Te perdono y espero que seas feliz.

— Lo siento mucho. En serio, lo que menos quería era hacerte daño. Ni a ella ni a ti, pero se me salió de las manos. Perdón, perdón. Yo no me estoy quedando con ella, no pienses que me alejo de ti para estar con ella. Quiero estar solo y pensar en esto. Si algún día vienes… espero que te vaya bien.

— Gracias. Gracias por todo. No te preocupes. Cuídate mucho y entiendo.

Cuando la llamada fue finalizada se acostó en la cama abrazando sus piernas mientras se mecía y lloraba. No sabía que más hacer. Solo lloraba y lloraba enterrando su cabeza en la almohada y preguntándose porque le había pasado aquello.  

Quería tanto correr y cobijarse en los brazos de su madre. Pero nadie sabía de la relación a distancia que tenía y lo que menos quería era que le tengan compasión y lastima. Por eso decidió quedarse callada y llorar en silencio. Lo único que pudo hacer fue llamar a sus amigas, sus cómplices en aquel disparate, y contarles las cosas. Ellas como buenas amigas la escucharon, consolaron y animaron, pero nada era igual. Después de eso nada sería igual.

Aquel chico sin pensarlo había despertado en ella ese lado que había tenido dormido durante 13 años de su vida y ahora no sabía cómo lidiar con la situación. Abrazó la almohada que usaba para dormir y dejó que las lágrimas rodaran por sus mejillas sin ningún animo de limpiarlas. Enamorarse la había dejado devastada y vulnerable. Algo que nunca había pensado.

— ¿Porqué? –se preguntaba—¿Porque a mí? ¿Qué he hecho Dios para merecer este dolor? Lo único que hice fue intentar darle lo mejor de mí—se decía en silencio mientras se limpiaba la nariz con un papel.

Se miró al espejo y no reconoció a la chica que veían sus ojos. Débil, triste, derrotada. Y recordó aquella niña de 8 años parada frente al ataúd de su abuelo mientras le daba el ultimo adiós. la mujer de ahora era el reflejo de aquella niña que a tan corta edad decidió esconder sus sentimientos y no apegarse mucho a las personas por miedo a perderlas. Y ahora estaba allí. Era la primera vez que decía abrir su corazón y dejar a alguien entrar en él. Era la primera vez que había decidido bajar sus muros y mostrar su lado romántico al primer hombre que le había llamado la atención y ahora estaba rota y vacía.

Pero en toda su debilidad se miró al espejo y se juró:

— Nunca jamás, ningún hombre va a volver hacerme llorar de esta forma. Nunca.

Lamentablemente en las cosas del corazón no siempre gana la razón.




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