Dudó, lo miré en sus gestos, en esos que se empeñaba en mantener al margen de mí, pero nos conocíamos demasiado bien como para darme cuenta cuando algo no parecía convencer a mi amiga.
Caritshma sabía que algo andaba mal con Ithiel y conmigo y, aunque era mi mejor amiga, en ese momento no me apetecía hablar sobre lo que ocurría entre nosotros. Solo necesitaba respirar y aclarar mi mente.
—¿Entrarás al entrenamiento?— Quiso saber, nunca había faltado a uno y eso era lo que le preocupaba a ella. —¿Fue demasiado grave? ¡Vamos, Cory! Dime qué te pasa.
Deje caer mis hombros, tensos, luego me di media vuelta y quedé de frente a ella. Sus ojos verdes aqua me miraban preocupados, consternados y entonces me recordó a mí hace tres años. Nunca imaginé que estaría en el lugar de ella, no me veía sufriendo por amor ni por un hombre que no me quería, pero sucedió y ahora ella se encontraba preocupada por mí.
—No pasa nada, estaré con las chicas en un momento, solo necesito un momento a solas— Pedí, sin embargo, ella no se veía convencida. —Estaré bien. Anda, ve con ellas, por favor.
—¿Realmente estás segura? ¿Quieres que te deje sola?— Asentí, sincera. Entonces ella comprendió y me regaló una sonrisa, para después abrazarme fuerte.
Segura de que ya se había ido, volví a verme en el espejo. ¿Qué me hacía falta para ser perfecta para Ithiel? ¿No era lo suficientemente bonita para ser amada por él? ¿Me faltaba adelgazar más? ¿Qué tenía para que no me amara como yo a él?
Mis ojos se aguaron, intenté ahorrarme las lágrimas, pero sentirme una mujer insuficiente y sin valor, me hacía arder el pecho. Toda mi niñez y hasta la adolescencia soñé con mi príncipe, con un amor tan hermoso y recíproco. No quería enamorarme yo sola, no quería ser la ilusa de un hombre, quería ser su princesa, su todo, quería que entregara hasta lo que no tenía, pero nada fue así.
Me dolía
Dolía saber que solía amarme y el día que lo elegí a él para amarlo y serle fiel, mi amor propio desapareció, se esfumó como el humo tras un fuerte aire.
Tomé unas toallitas desmaquillantes y quité todo rastro de mascarilla y delineador. Después me arreglé el uniforme de animadora, las ganas de supervisar y ensayar con el equipo no estaban, pero era mi deber como capitana estar ahí y no por un desamor iba a dejar todo tirado.
¿Así de fácil dejó que esto acabara?
¿De verdad no me quería ni un poquito?
Mi mente solo me llevaba a los recuerdos que viví con él, a los días en que me visitaba o en los que yo iba a su casa y pasábamos un rato cómodo e íntimo entre los dos. Quería recordar los momentos buenos a su lado, no pensar en las noches en las que se iba y me ignoraba por horas, incluso hasta por días, pero era imposible no pensar en ello cuando iban pegados a los buenos recuerdos que tenía a su lado.
En ese momento deseaba los abrazos de mi madre, reír con las ocurrencias de mis hermanitas y que mi padre me llenara de besos en la cara mientras me hacía cosquillas... eso sería reconfortante ante tan insoportable dolor.
Me gustaría haber podido dejar todo ahí mismo, olvidarme de él con el chasquido de mis dedos o simplemente con pestañear dos veces. Necesitaba superarlo, porque él solo me hacía daño, pero mi corazón dependía de las sobras que él me daba y solo cuando quería dármelas.
Pensaba que había entendido todo y que él jamás cambiaría por mí, que no se trataba de una historia de amor literario, en el que el chico malo conoce a la inocente, cautivante y hermosa chica y al final del libro cambia completamente lo que era solo por ella.
Yo entendí que nuestra historia no era un libro de romance y que, si él no quería, no cambiaría. Así que prefería mantener la venda en mis ojos y seguir pensando en que un día todo cambiaría, que yo no le mendigaría amor...
¿A quién quería engañar?
Tenía una sensación en mi estómago que no me permitía pensar claramente, me sentía rodeada de agua, sin salvavidas, a punto de ahogarme en medio de aquel océano oscuro y profundo. Despabilé un poco, tomando una bocanada de aire y soltándolo para liberar tensiones. Una vez cerrado mi casillero, me dije mentalmente que podía soportar el día entero, mientras no volteara a verlo, aún así me lo topara en el entrenamiento.
Salí al campo de fútbol, las chicas se encontraban calentando, antes de empezar la rutina. Podía sentir las dudas en sus rostros, las interrogantes ¿Qué pasó con ella? ¿Y su entusiasmo de todo los días?
Esbocé una sonrisa de labios cerrados para aparentar que todo se encontraba de maravilla, pese a que aún tenía los ojos hinchados y rojos, pero aún así lo hice.
—Bien— Comencé dejando de estirar y poniéndome delante de todos, acaparando la mirada de ellas y ellos. Coloqué una de mis manos en mi cintura recuperando el aliento que perdí haciendo los calentamientos y recorrí mi mirada sobre las porristas y animadores que se encontraban en filas e hileras. —Hoy practicaremos la nueva rutina; ya saben, entramos desde cada extremo, primero las mujeres con pompones preparados y después los hombres con acrobacias y marometas acorde a nuestros pasos. Enseguida de eso haremos las dos pirámides: uno con Caritshma...
Fui explicando cómo haríamos todo, esperando que me entendieran a la hora de hacerlo, pero entre aquellas explicaciones que daba, mi mirada dio con la suya; sus ojos azules habían estado distantes, eran cuchillas crueles que me prometían algo, sin embargo, no sabía de qué se trataba. Llevaba ya puesto el uniforme del equipo, mismo que consistía en un pantalón corto, camisa manga corta con su apellido por detrás, conjunto al número diecinueve; también llevaba rodilleras, calcetas largas y esos tacos de fútbol en color negro que nunca podían faltar. Todo en color azul rey combinado con negro y amarillo.
Cuando veías a Ithiel enfundado en su traje de jugador de fútbol, era inevitable apartar tu mirada de su morfología. Se ejercitaba todos los días, iba a correr por las mañanas antes de comenzar las clases, y por las tardes se metía a su gimnasio personal durando máximo dos horas, solo parando para tomar agua. Era heredero de un empresario, multimillonario con sede en todo la mayor parte del mundo, su madre era una abogada de gran prestigio, con casos de grandes entes, ganados y también solía ser actriz antes de conocer a James Hale. Eso era todo lo que sabía de su familia, no decía demasiado de ella y por una parte me molestaba que no hubiera confiado en mí después de estos dos años juntos.
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Editado: 20.09.2025